domingo, 27 de noviembre de 2022

Foto tomada en 1930 a orillas del río Negro. Zona de chacras de la familia Treves.

 

Foto del recuerdo tomada en 1930 a orillas del río Negro. Zona de chacras de la familia Treves. Ubicada a uno dos o tres kilómetros al este de la Gral. Paz.

La abuela de Edgardo Agüero de orígenes vasco (primera a la izquierda). El abuelo de Agüero criollo de bigotes es el cuarto. El padre el abuelo participó de la –denominada- campaña militar del desierto realizada entre los años 1878 y 1885 de apellido Maidana.

El abuelo de Edgardo “Coqui” Agüero era de 1881. Entre los abuelos hay dos hijos. Resto de la familia Treves. Se observa a la derecha un nativo con su mamá.

Información y foto proporcionada por Edgardo Agüero en enero del 2021.

Valioso aporte reginense. ¡Gracias!

domingo, 20 de noviembre de 2022

Bodegas y Viñedos de Francisco M. Vecchi e Hijos.

Bodegas y Viñedos de Francisco M. Vecchi e Hijos.

Don Francisco Mariano Vecchi (1894 – 1962) oriundo de la ciudad de Montapone, región delle Marche (Las Marcas), península itálica, había arribado a la Argentina en el año del Centenario de la Patria. Se instaló en la ciudad de Bahía Blanca donde trabajó como cocinero, luego arrendó una parcela de tierra, de unas 5 hectáreas, para cultivar verduras, y más adelante, se empleó con los ingleses en la construcción de vías férreas.
Acicateado por lisonjeras esperanzas tomó la decisión de viajar al Alto Valle del Río Negro, llegando a la ciudad de General Roca hacia los últimos años de la década del ’10, empleándose como Capataz en la chacra de don Alfredo Viterbori, quien en 1912 fue nombrado primer intendente de la localidad de Fuerte Gral. Roca y entre los años 1924 – 1926 fuera designado gobernador del territorio de Río Negro. La chacra poseía una superficie de 100 hectáreas, y entre los diversos cultivos existentes se hallaban implantados viñedos y había una bodeguita familiar.
Seca la piel del sol bravío, sacando fuerzas de flaquezas y a costa de grandes sacrificios, fue ahorrando peso por peso hasta alcanzar la suma necesaria para comprar su propia chacra de 24 hectáreas de superficie en la localidad de Ing. Luis A. Huergo, pero en el año 1922, con el alma presa de honda melancolía, decide vender todo y regresar a Italia. Allí, permanece por un período de 2 años y contrae matrimonio el 22 de Octubre de 1924 con doña Elisa Antinori.
Entrado el año 1925, ambos maduran la decisión de regresar a la Argentina y vienen directamente a la Colonia Regina de Alvear, adquiriendo bajo doble hipoteca a favor de la Compañía Ítalo Argentina de Colonización una fracción de tierra, el Lote 7 de la Chacra Nº 105.
Así, con la firme compañía de su esposa, superando asperezas y dificultades, entregan a la tierra el esfuerzo honesto sabiendo que la Providencia sólo ayuda a los que trabajan para merecer su gracia; de tal forma, levantan su vivienda familiar e implantan el viñedo con esmerado entusiasmo, al mismo tiempo comienzan a edificar su bodega.
El 25 de febrero de 1929 nace el hijo primogénito, al que imponen los nombres de Renato Domingo; asimismo, en el cálido otoño de ese año, frente al incentivo de la tierra pródiga, exprimen sus primeros racimos de negras uvas. Ya en la agonía invernal, en la castidad de un crepúsculo vespertino, don Francisco y doña Elisa levantan las copas plenas y escancian cual abundante y virginal rocío ¡el orgulloso licor de Baco!
De esta manera, la familia Vecchi se constituye en una de las pioneras de Villa Regina y, también, en una de las primeras que han desarrollado la actividad bodeguera en la zona.
Una vez fallecido don Francisco, en 1962, se hizo cargo de la bodega su hijo Renato, enólogo recibido en 1947 en la Escuela de Enología Don Bosco de Rodeo del Medio, provincia de Mendoza. Luego, trabaja un año en las bodegas Escorihuela –lugar donde había realizado la práctica como estudiante–, ya que las heladas acá en la zona habían diezmado la cosecha de uva; además, en Mendoza aprovechó para afianzar sus conocimientos profesionales y el manejo de personal en la bodega y el laboratorio.
Regresa al valle y un día antes de cumplir los 20 años, el 24 de febrero de 1949, ingresa a trabajar en la bodega La GRAAVA, haciéndolo por un período de 23 años consecutivos hasta su cierre definitivo en el año 1972. Además, también ha sido enólogo de las bodegas: CERMAHUE S.A.; Cooperativa Vitivinícola Curumay Ltda.; Miguel Nonnenmacher S.C.C.; Justo Fernández Flores S.A.C.I. y A.; Zovich S. A.; Antonio Daga; Dr. Dellamerlina; D’Elia; Milohanich Hnos.; Atilio F. Fedalto; Pirri Siracusa, Tormena & Cía.; Longinetti y Menchetti S.H.; Septimio Grossi; Honorio Bértoli y Favretto Hnos.
En 1945 don Francisco Mariano solicita un crédito al Banco de Reconstrucción y Fomento –luego Banco de Desarrollo Nacional– para hacer una bodega nueva, el que le fue concedido por diversos motivos, uno de los cuales fue que su hijo estudiaba una carrera afín a la actividad vitivinícola. La construcción de la bodega finalizó en el año 1950.
El 29 de Junio de 1962 fallece don Francisco y la bodega pasa a girar bajo la razón social Sucesión de Francisco Mariano Vecchi e Hijos.
Es en este mismo año que Renato adquiere a De Bortoli una chacra de 40 hectáreas, de las cuales 24 de ellas habían sido propiedad de don Francisco Mariano Vecchi –las que había vendido en el año 1922 cuando regresó a Italia para casarse–. Las variedades de vid implantadas eran: Malbec, Merlot, Balsamina y Syrah entre las tintas; y entre las cepas blancas se hallaban: Loca Blanca, Torrontés Sanjuanino y Pedro Ximénez Rio Colorado.
El 11 de septiembre de 1963 nace en la Capital Federal Renato Francisco Mariano Vecchi, cuyos nombres sintetizan la noble estirpe familiar, quien realizó sus estudios primarios en la Escuela Niño Jesús de Villa Regina, cuyo director era el Padre Cesar Rondini ; luego, sus estudios secundarios los cursó en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús de Luis Beltrán, egresando con el título de Bachiller Agrícola; y continuando con la tradición familiar, se inscribe para seguir su preparación universitaria en la Facultad de Enología e Industrias Frutihortícolas Don Bosco – Universidad Agustín Maza en Rodeo del Medio, Mendoza, donde egresa como Licenciado en Enología e Industrias Frutihortícolas el día 1º de agosto de 1986.
Esta bodega se ha dedicado a la elaboración de vinos de mesa tipo blanco y tinto, que en las primeras décadas envasaban en bordelesas y hacia los años ’60 empezaron a fraccionar en damajuanas de 4750 cm3 con la marca Vecchi, comercializándolos mayoritariamente en las localidades del Alto Valle Este, también en la Línea Sur rionegrina, en el sur pampeano y en la provincia del Neuquén.
En la actualidad, esta bodega se mantiene viva en manos de Mariano y sus hermanos Roberto y Ana María, tercera generación de bodegueros.

* Publicado en Afiches de bordelesas de vino de la Patagonia Norte - Facebook.

 
Autor: Federico Witkowski.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Bodega de Antonio UCOTICH.

 


Bodega de Antonio UCOTICH.

El desarrollo pujante del Alto Valle de Rio Negro y Neuquén tiene que ver indudablemente con el fenómeno de la inmigración.
Don Antonio Ucotich era un inmigrante oriundo del pequeño pueblo de Bol, localizado en la isla de Brač, archipiélago de las islas dálmatas en la península balcánica, Croacia, e integrante de la antigua colectividad yugoslava reginense; persona austera y sin egoísmo, de palabras escasas, que había encarado la actividad vitivinícola como productor – elaborador a principios de la década de los años ´40. Era una persona que tenía incorporado el vino a su dieta alimenticia y el viñedo al paisaje de su tierra natal.
Don Antonio desposado con doña Marina Schulatz formaron una unión indisoluble que coronó de hijos el hogar, constituyendo una gran familia.
Hundiendo sus manos en la tierra implantó los barbados de vid e instaló las espalderas como sistema de conducción cultural de su viña; habiendo implantado una pequeña parcela de la variedad Refosco d’Istria, cepa croata con la que en su país elaboraban un vino tinto de color intenso, buen cuerpo y que no mejora con el envejecimiento; el resto del viñedo estaba integrado por variedades típicas del encepado patagónico entre las cuales se destacaba la Balsamina, una cepa endémica de nuestra región.
Posteriormente, emplazó una pequeña bodega que se hallaba identificada en el Registro de Bodegueros de la Dirección de Vinos del Ministerio de Industria y Comercio de la Nación bajo el N° 1164 – A, ubicada en el sector rural del ejido municipal de Villa Regina.
En la inauguración de la misma don Antonio, reunido en simposio (es decir: beber juntos) con sus connacionales, entre ellos Toncovich, Petrucich, Milohanich, Zudich y Zovich, tras ahogar su trémula voz en el corazón de una copa de clarete expresa:
Beban vino ¡Perenne fortaleza de los vivos!
¡Zdravstveni drugovi! (¡Salud camaradas!)
Don Antonio recordaba que en la Alta Edad Media la vid y el vino se convirtieron en atributos de la condición social de las nuevas élites surgidas en el Norte de Europa.
Era una persona bondadosa, dinámica, que no escatimaba el trabajo arduo. Iniciaba su jornada laboral cuando poco a poco sobre las sombrías alamedas asomaba la primera luz del amanecer.
En ciertas ocasiones la nostalgia residual le hacía brotar retazos de su infancia y la imagen de sus padres, tíos y abuelos inclinados sobre los lujuriantes pámpanos de la vid y sus racimos de uva.
Ha elaborado vino de mesa clarete, el de mayor consumo en esa época en la región, que envasaba en bordelesas y lo expendía con la marca comercial ANTONIO UCOTICH.
Esta bodega dio de baja su actividad vitivinícola ante el Instituto Nacional de Vitivinicultura en el año 1962.

Autor: Federico Witkowski.

Afiches y bordalesas de vino de la Patagonia Norte Facebook.
Imagen:

Federico Witkowski.

Afiches y bordalesas de vino de la Patagonia Norte Facebook.

viernes, 11 de noviembre de 2022

Monseñor Esandi y los colonos de Regina. Por Pantaleone Sergi.


PANTALEONE SERGI.

Incluso el papa Pío XII estuvo interesado en el conflicto entre los colonos de Villa Regina y la Compañía Ítalo-argentina de Colonización, la Ciac, un conflicto que durante muchos años marcó la dramática vida de una colonia que se había presentado como un “modelo fascista de emigración”. El pontífice habría tenido que interceder, diciendo “media palabra” a Mussolini, “Bendito Primer Ministro de Italia” (el juicio y el despliegue de mayúsculas son del obispo de la Patagonia), a favor de las familias campesinas víctimas de una “estafa diabólica” que después de más de 15 años de trabajo y el dinero pagado estaban siempre en deuda con la compañía y en peligro de ser desalojados de las chacras que tenían. Entonces en 1941, a través del papa Pacelli, los colonos de Villa Regina, que vivían en una especie de “enclave” fascista en la Argentina, confiaban su destino al Duce. Él decidió la fundación de la colonia en 1924 y solamente él, ellos creían, podía “sin demora” arreglar las cosas. Sin embargo, la desesperación de los inmigrantes italianos difícilmente, en aquel momento, podría atraer la atención del dictador. Quien había llevado a Italia a la guerra tenía otros tantos problemas. Así, a pesar de los esfuerzos de monseñor Nicolás Esandi, el obispo salesiano de Viedma que se tomó a pecho la cuestión de las familias campesinas italianas del Río Negro (fue llamado el abogado de los pobres), los emisarios del fascismo y el ICLE, el Instituto Nacional de Crédito para el trabajo italiano en el extranjero, enojados por la intervención del prelado, continuaron como si nada hubiera sucedido y también acabaron creando una situación de evidente vergüenza entre las diplomacias de las dos orillas del Tíber, obligadas a compartir algunas “notas verbales” cuando la historia terminó en la mesa del secretario de Estado de su santidad interesado en el problema por la Embajada de Italia en la Santa Sede. De manera inaceptable, el Vaticano había sido señalado por el representante ICLE en Argentina como uno de los posibles compradores de los derechos de la Ciac en Villa Regina: la Ciac en 1938 entró en liquidación y fue adquirida por el ICLE que constituyó la Sacra, Sociedad Anónima Colonizadora de Reconstrucción Agraria, con el objeto de comprar los remates que fuera realizando el Banco Hipotecario. Documentos inéditos –en particular un largo y detallado memorial de monseñor Esandi– hallados entre los papeles de la Embajada de Italia en el Vaticano, más de 70 años después, echan nueva luz en un caso de tira y afloje entre los colonos y la compañía, que a principios de los años cuarenta alcanzó picos de tensión peligrosos para el orden público. El tema central de las notas diplomáticas es el papel del obispo Esandi, quien no sólo salió en defensa de los colonos con una intervención a favor de ellos ante el presidente de la República, los bancos y el ministro de Agricultura, sino que él llegó a confiar en el uso del ejército para bloquear el desalojo de familias campesinas de sus granjas en Villa Regina. En la apasionada actividad en apoyo de las reivindicaciones de los colonos que, en su opinión, después de “15 ó 17 años de incansable trabajo, tribulaciones y hambre” tenían una deuda contraída con la compañía que no podían satisfacer a causa de “intereses exorbitantes”, ¿el obispo había actuado en nombre del Estado pontificio? De esto, no tenía ninguna duda Edmondo Criscuoli, apoderado en Argentina del ICLE, gerente de la Ciac y presidente de la Sacra (SA Comercial de Reconstrucción Agraria), que interpretó a su manera la obra de monseñor Esandi en la disputa. Escribió al ICLE en Roma diciendo que el obispo de la Patagonia había intervenido en los asuntos de la compañía con el pretexto de proteger a los colonos y que su acción había provocado la interrupción de las prácticas de alojamiento y paralizado los cobros. Y yendo más allá, él vio en la acción del prelado los intereses del Estado papal en la compra de los derechos de la compañía en las “chacras” subastadas. Fue una clara distorsión de la realidad, esperable en un personaje particular, como se consideraba Criscuoli. Él gestionaba el ICLE en Argentina como cosa suya, sin ni siquiera informar a los vértices del Instituto italiano, con un semblante autoritario que no admitía interferencias en su trabajo. Según Ercole Graziadei, comisario ICLE que en 1946 fue a Villa Regina, emprendiendo una solución a la larga y dramática controversia, Criscuoli era un buen técnico, pero su arrogante intransigencia lo hacía un desastre en las relaciones humanas y esto había exacerbado el conflicto entre los colonos y la compañía y entre el ICLE y el gobierno argentino. Monseñor Esandi, “prelado venerable y digno” para las jerarquías del Vaticano, sin embargo, fue llamado por sus superiores para dar explicaciones. Lo hizo con un memorial largo y documentado el 2 de febrero de 1943 y dirigido a monseñor Giuseppe Fietta, nuncio apostólico en la Argentina. Como un buen pastor de almas, el obispo Esandi había escuchado el grito de dolor de las familias campesinas de Villa Regina y así, en la opinión del Vaticano, había “evitado las consecuencias dolorosas que de otro modo habría causado el conflicto”. De hecho, en el memorial, el obispo pasó por las etapas de sus intervenciones en apoyo a las razones de los colonos. Él tenía una idea precisa de la situación de Villa Regina. Varias veces fue bien recibido en la colonia. Conocía los problemas de los inmigrantes, sus anhelos, sus miedos. En 1941 se presentaron ante él, en una visita a la parroquia, cuarenta hombres desesperados, sin medios de subsistencia y a punto de perder los frutos de más de quince años de trabajo. Era la época en que el periódico “Solidaridad Obrera” y el diario antifascista “L’Italia del Popolo” en Buenos Aires lanzaban la alarma sobre el carácter dramático de la situación de Villa Regina y de los peligros que se avecinaban para cuatrocientas familias de inmigrantes italianos en riesgo de desalojo como resultado de los contratos leoninos que tenían que firmar. La Ciac y la Sacra trataban de hacer dinero de cualquier forma “a través de la nueva extorsión y recuperando las tierras valoradas con quince años de sacrificio”. El obispo Esandi le pidió explicaciones a esa delegación y aconsejó nombrar una “Comisión de defensa de colonos”. Luego, ilustró la difícil situación de las familias con el presidente de la República Ramón S. Castillo, quien lo animó: “Siga, yo voy a sostenerlo”. Después encontró atención en el Banco Hipotecario Nacional, donde el anciano presidente J. Pérez prorrumpió en estas palabras: “Todavía están molestando a esos pobres colonos de Villa Regina que ya han pagado cuatro o cinco veces su obligación. Aunque se reunieran a trabajar juntos por un siglo los abuelos, hijos, nietos y bisnietos, no podrán satisfacer las exigencias de la compañía colonizadora”. Todo estaba, pues, en las pretensiones ilícitas de la Ciac que había creado un sistema de explotación ultracapitalista. Fue entonces cuando monseñor Esandi estaba seguro de la “victoria a favor de los pobres colonos”. Los cuales, por consejo suyo, habían formado la “Comisión de Defensa”. Eligieron presidente a Giovanni Rotter (años más tarde acompañó desde Buenos Aires a Villa Regina al comisario de ICLE Graziadei, dispuesto a resolver la disputa) y un ejecutivo de la Ciac le dijo que él pagaría su elección. De hecho, siguiendo la historia de monseñor Esandi, la Ciac se ensañó con los cinco hermanos Rotter subastando las 25 hectáreas transformadas en el jardín más hermoso y en la más hermosa huerta en la colonia que fueron adquiridos por la Sacra. El pueblo se rebeló, unido y dispuesto a hacer cualquier cosa para salvar la propiedad de los Rotter. Villa Regina, para el obispo, estaba “en un volcán horrible”. Mejor, entonces, que el gobernador enviara a tiempo fuerzas armadas si se decidía desalojar a los Rotter: “Ninguno –explicó alarmado el obispo– puede contener la desesperación de los colonos”. La misma desesperación el prelado la encontró en el asunto relativo al colono Piubelli (Francisco), el primero que dio la alarma en 1925: “Fuimos engañados, nos han traicionado”. Ellos lo callaron, recuerda monseñor Esandi, ahora le estaban dando la razón. Piubelli fue desalojado en 24 horas a pesar de la protesta “ordenada y varonil”, pero luego un juez le dio un tiempo de pocos meses censurando la Ciac por lo que había hecho. Sí, el obispo Esandi, “amigo de los pobres desgraciados colonos”, había abrazado su causa. Pero nunca había actuado –aseguró solemnemente– en nombre de la Santa Sede. No entendía, entonces, por qué el ICLE había recurrido al Vaticano, pero él no se arrepentía de haber dado apoyo a “más de cuatrocientas familias italianas y otras de otras naciones, y luego otras tantas familias italianas que se sumaron por razones de trabajo, abandonadas en estas penosas circunstancias por las autoridades italianas”. Los emisarios fascistas en Argentina no toleraron, sin embargo, su demanda de justicia social. La vieron como una intromisión en sus negocios. Lo acusaron antes con el cardenal de Buenos Aires Santiago Copello, después trataron de avergonzarlo directamente al Vaticano. El obispo insistió en que él actuó en “carácter de consejero de los colonos” y no “en nombre de la Santa Sede”. Tantum sufficit, concluyó en latín. Eso fue suficiente. No pudo resolver el conflicto monseñor Esandi, pero bloqueó la agresividad de la compañía. Fueron necesarios más de casi diez años de lucha y lágrimas para poner fin a la pesadilla de las amenazas de desalojo. De hecho, recién en diciembre de 1950 comenzó la entrega de títulos de propiedad a los colonos.

 Publicado en Diario Río Negro, 23/01/2014.

https://www.rionegro.com.ar/monsenor-esandi-y-los-colonos-de-regina-XURN_1470689/

martes, 1 de noviembre de 2022

Bodega y Viñedo de Honorio Bertoli.

Bodega y Viñedo de Honorio Bértoli.

Don Honorio poseía una propiedad rural identificada como lote 3 de la Chacra N° 138 en la circunscripción municipal de Villa Regina, en la cual implantó un viñedo de 4,50 ha.
Eran tiempos en que el cultivo de la vid y la elaboración de vino hacían posible una unidad económica rentable a partir de la pequeña propiedad.
Una vez que el viñedo entró en producción don Honorio ya tenía construida la bodega, que se hallaba integrada por 10 piletas con una capacidad total de vasija vinaria de 88.710 litros, iniciando su actividad el 8 de mayo del año 1951. Bodega que estaba identificada en el Registro de Bodegueros de la Dirección de Vinos del Ministerio de Industria y Comercio de la Nación bajo el N° 2850 A.V.
Y así, en las postrimerías del invierno, don Honorio brindó con ese primer vino, hijo del sol que hace llover su fuego sobre los racimos del desierto, mosto generoso y vivificante que le trasiega armonía y paz al alma.
Don Honorio era una persona que tenía una concepción muy “borgeana” sobre el gusto del vino, expresaba que el sabor del vino no le pertenecía a la uva ni al paladar, era cuando se amalgamaban ambos que se percibía el gusto de la sacramental bebida.
A través de los años y conforme al incremento del consumo de vino en el país, don Honorio que tenía un concepto claro de empresario vitivinícola fue adquiriendo uva a viñateros de la zona y ampliando las instalaciones de su bodega; así, en el año 1956 la bodega incorporó 15 piletas llegando a 334.231 litros y en el año 1971 la capacidad total de vasija fue incrementada a 339.015 litros. La bodega quedó registrada en el Instituto Nacional de Vitivinicultura bajo el N° N 70136.
Ha elaborado vino de mesa tipo blanco, rosado, clarete y tinto que expendía en bordelesas y en damajuanas de 5 y 10 litros con la marca comercial Bértoli.
Después de atravesar la crisis de la década de finales de los años ’70, en el año 1981 esta bodega solicita ante el Instituto Nacional de Vitivinicultura la baja definitiva de la actividad.

 Del sitio

Afiches de bordelesas de vino de la Patagonia Norte

 
Federico Witkowski. 

Afiches de bordelesas de vino de la Patagonia Norte
 
Federico Witkowski