jueves, 23 de enero de 2014

Monseñor Esandi y los colonos de Regina por Pantaleone Sergi.

Incluso el papa Pío XII estuvo interesado en el conflicto entre los colonos de Villa Regina y la Compañía Ítalo-argentina de Colonización, la Ciac, un conflicto que durante muchos años marcó la dramática vida de una colonia que se había presentado como un "modelo fascista de emigración". El pontífice habría tenido que interceder, diciendo "media palabra" a Mussolini, "Bendito Primer Ministro de Italia" (el juicio y el despliegue de mayúsculas son del obispo de la Patagonia), a favor de las familias campesinas víctimas de una "estafa diabólica" que después de más de 15 años de trabajo y el dinero pagado estaban siempre en deuda con la compañía y en peligro de ser desalojados de las chacras que tenían. Entonces en 1941, a través del papa Pacelli, los colonos de Villa Regina, que vivían en una especie de "enclave" fascista en la Argentina, confiaban su destino al Duce. Él decidió la fundación de la colonia en 1924 y solamente él, ellos creían, podía "sin demora" arreglar las cosas.
Sin embargo, la desesperación de los inmigrantes italianos difícilmente, en aquel momento, podría atraer la atención del dictador. Quien había llevado a Italia a la guerra tenía otros tantos problemas.
Así, a pesar de los esfuerzos de monseñor Nicolás Esandi, el obispo salesiano de Viedma que se tomó a pecho la cuestión de las familias campesinas italianas del Río Negro (fue llamado el abogado de los pobres), los emisarios del fascismo y el ICLE, el Instituto Nacional de Crédito para el trabajo italiano en el extranjero, enojados por la intervención del prelado, continuaron como si nada hubiera sucedido y también acabaron creando una situación de evidente vergüenza entre las diplomacias de las dos orillas del Tíber, obligadas a compartir algunas "notas verbales" cuando la historia terminó en la mesa del secretario de Estado de su santidad interesado en el problema por la Embajada de Italia en la Santa Sede.
De manera inaceptable, el Vaticano había sido señalado por el representante ICLE en Argentina como uno de los posibles compradores de los derechos de la Ciac en Villa Regina: la Ciac en 1938 entró en liquidación y fue adquirida por el ICLE que constituyó la Sacra, Sociedad Anónima Colonizadora de Reconstrucción Agraria, con el objeto de comprar los remates que fuera realizando el Banco Hipotecario.
Documentos inéditos –en particular un largo y detallado memorial de monseñor Esandi– hallados entre los papeles de la Embajada de Italia en el Vaticano, más de 70 años después, echan nueva luz en un caso de tira y afloje entre los colonos y la compañía, que a principios de los años cuarenta alcanzó picos de tensión peligrosos para el orden público.
El tema central de las notas diplomáticas es el papel del obispo Esandi, quien no sólo salió en defensa de los colonos con una intervención a favor de ellos ante el presidente de la República, los bancos y el ministro de Agricultura, sino que él llegó a confiar en el uso del ejército para bloquear el desalojo de familias campesinas de sus granjas en Villa Regina. En la apasionada actividad en apoyo de las reivindicaciones de los colonos que, en su opinión, después de "15 ó 17 años de incansable trabajo, tribulaciones y hambre" tenían una deuda contraída con la compañía que no podían satisfacer a causa de "intereses exorbitantes", ¿el obispo había actuado en nombre del Estado pontificio?
De esto, no tenía ninguna duda Edmondo Criscuoli, apoderado en Argentina del ICLE, gerente de la Ciac y presidente de la Sacra (SA Comercial de Reconstrucción Agraria), que interpretó a su manera la obra de monseñor Esandi en la disputa. Escribió al ICLE en Roma diciendo que el obispo de la Patagonia había intervenido en los asuntos de la compañía con el pretexto de proteger a los colonos y que su acción había provocado la interrupción de las prácticas de alojamiento y paralizado los cobros. Y yendo más allá, él vio en la acción del prelado los intereses del Estado papal en la compra de los derechos de la compañía en las "chacras" subastadas. Fue una clara distorsión de la realidad, esperable en un personaje particular, como se consideraba Criscuoli. Él gestionaba el ICLE en Argentina como cosa suya, sin ni siquiera informar a los vértices del Instituto italiano, con un semblante autoritario que no admitía interferencias en su trabajo.
Según Ercole Graziadei, comisario ICLE que en 1946 fue a Villa Regina, emprendiendo una solución a la larga y dramática controversia, Criscuoli era un buen técnico, pero su arrogante intransigencia lo hacía un desastre en las relaciones humanas y esto había exacerbado el conflicto entre los colonos y la compañía y entre el ICLE y el gobierno argentino.
Monseñor Esandi, "prelado venerable y digno" para las jerarquías del Vaticano, sin embargo, fue llamado por sus superiores para dar explicaciones. Lo hizo con un memorial largo y documentado el 2 de febrero de 1943 y dirigido a monseñor Giuseppe Fietta, nuncio apostólico en la Argentina. Como un buen pastor de almas, el obispo Esandi había escuchado el grito de dolor de las familias campesinas de Villa Regina y así, en la opinión del Vaticano, había "evitado las consecuencias dolorosas que de otro modo habría causado el conflicto".
De hecho, en el memorial, el obispo pasó por las etapas de sus intervenciones en apoyo a las razones de los colonos. Él tenía una idea precisa de la situación de Villa Regina. Varias veces fue bien recibido en la colonia. Conocía los problemas de los inmigrantes, sus anhelos, sus miedos.
En 1941 se presentaron ante él, en una visita a la parroquia, cuarenta hombres desesperados, sin medios de subsistencia y a punto de perder los frutos de más de quince años de trabajo. Era la época en que el periódico "Solidaridad Obrera" y el diario antifascista "L'Italia del Popolo" en Buenos Aires lanzaban la alarma sobre el carácter dramático de la situación de Villa Regina y de los peligros que se avecinaban para cuatrocientas familias de inmigrantes italianos en riesgo de desalojo como resultado de los contratos leoninos que tenían que firmar.
La Ciac y la Sacra trataban de hacer dinero de cualquier forma "a través de la nueva extorsión y recuperando las tierras valoradas con quince años de sacrificio". El obispo Esandi le pidió explicaciones a esa delegación y aconsejó nombrar una "Comisión de defensa de colonos". Luego, ilustró la difícil situación de las familias con el presidente de la República Ramón S. Castillo, quien lo animó: "Siga, yo voy a sostenerlo". Después encontró atención en el Banco Hipotecario Nacional, donde el anciano presidente J. Pérez prorrumpió en estas palabras: "Todavía están molestando a esos pobres colonos de Villa Regina que ya han pagado cuatro o cinco veces su obligación. Aunque se reunieran a trabajar juntos por un siglo los abuelos, hijos, nietos y bisnietos, no podrán satisfacer las exigencias de la compañía colonizadora".
Todo estaba, pues, en las pretensiones ilícitas de la Ciac que había creado un sistema de explotación ultracapitalista.
Fue entonces cuando monseñor Esandi estaba seguro de la "victoria a favor de los pobres colonos". Los cuales, por consejo suyo, habían formado la "Comisión de Defensa". Eligieron presidente a Giovanni Rotter (años más tarde acompañó desde Buenos Aires a Villa Regina al comisario de ICLE Graziadei, dispuesto a resolver la disputa) y un ejecutivo de la Ciac le dijo que él pagaría su elección. De hecho, siguiendo la historia de monseñor Esandi, la Ciac se ensañó con los cinco hermanos Rotter subastando las 25 hectáreas transformadas en el jardín más hermoso y en la más hermosa huerta en la colonia que fueron adquiridos por la Sacra.
El pueblo se rebeló, unido y dispuesto a hacer cualquier cosa para salvar la propiedad de los Rotter. Villa Regina, para el obispo, estaba "en un volcán horrible". Mejor, entonces, que el gobernador enviara a tiempo fuerzas armadas si se decidía desalojar a los Rotter: "Ninguno –explicó alarmado el obispo– puede contener la desesperación de los colonos".
La misma desesperación el prelado la encontró en el asunto relativo al colono Piubelli (Francisco), el primero que dio la alarma en 1925: "Fuimos engañados, nos han traicionado". Ellos lo callaron, recuerda monseñor Esandi, ahora le estaban dando la razón. Piubelli fue desalojado en 24 horas a pesar de la protesta "ordenada y varonil", pero luego un juez le dio un tiempo de pocos meses censurando la Ciac por lo que había hecho.
Sí, el obispo Esandi, "amigo de los pobres desgraciados colonos", había abrazado su causa. Pero nunca había actuado –aseguró solemnemente– en nombre de la Santa Sede. No entendía, entonces, por qué el ICLE había recurrido al Vaticano, pero él no se arrepentía de haber dado apoyo a "más de cuatrocientas familias italianas y otras de otras naciones, y luego otras tantas familias italianas que se sumaron por razones de trabajo, abandonadas en estas penosas circunstancias por las autoridades italianas".
Los emisarios fascistas en Argentina no toleraron, sin embargo, su demanda de justicia social. La vieron como una intromisión en sus negocios. Lo acusaron antes con el cardenal de Buenos Aires Santiago Copello, después trataron de avergonzarlo directamente al Vaticano. El obispo insistió en que él actuó en "carácter de consejero de los colonos" y no "en nombre de la Santa Sede". Tantum sufficit, concluyó en latín. Eso fue suficiente. No pudo resolver el conflicto monseñor Esandi, pero bloqueó la agresividad de la compañía. Fueron necesarios más de casi diez años de lucha y lágrimas para poner fin a la pesadilla de las amenazas de desalojo.
De hecho, recién en diciembre de 1950 comenzó la entrega de títulos de propiedad a los colonos.
Publicado en el Diario "Río Negro" el 23 de enero de 2014.

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