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| La Parroquia reginense, “Nuestra Señora del Rosario”, en proceso aún de construcción. Foto: Archivo Diario Rio Negro. |
Los primeros pasos que dio la ciudad que conocemos hoy
fueron el resultado de las voluntades que se cruzaron en el Alto Valle. El
Archivo Salesiano, el custodio de recuerdos en primera persona.
Por Melina Ortiz Campos.
Villa Regina, la ciudad atravesada por los nombres de dos
primeras damas, la ciudad que surgió del sueño de un ingeniero que no pudo ver
su obra terminada. El pueblo que se organizó como colonia italiana pero que con
el tiempo cobijó a familias de los orígenes más diversos. A un año de su
centenario, sigue en sus calles el honor de la herencia histórica recibida en
el traspaso generacional y la identidad que miles de familias construyeron
juntas.
El Museo local, en diálogo con Diario RÍO NEGRO, contó en un
informe especial de archivo que Felipe Bonoli, cuyo nombre bautizó a esa
institución, fue ese yerno que supo concretar el anhelo de su maestro y suegro,
nada menos que el ingeniero César Cipolletti, el mismo que diseñó y proyectó la
inmensa obra del dique Ballester a partir de su “estudio general de la
regulación de los ríos Negro, Limay y Neuquén”.
Después de terminar la misión que el Estado argentino le
había encomendado, para sugerir la mejor solución a las crecidas, el padre del
riego valletano había vuelto a Italia, pero se le pidió que regresara a la
Patagonia para hacer realidad la obra. Fue en ese trayecto que murió, a bordo
del barco que lo ayudaba a cruzar el océano.
Casado con Benedicta, la hija de Cipolletti, Bonoli logró
entonces, a través de un funcionario amigo de su pariente político, contactar a
la viuda y a los hijos de Manuel Zorrilla, el dueño de 15 mil hectáreas en la
región, que recibió tras el despojo y reparto posterior a la Conquista del
Desierto. A estos sucesores fue a quienes les pudo comprar las tierras, que se
convirtieron en la base para organizar lo que hoy es “la Perla del Valle”.
En honor a dos mujeres.
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| Protagonistas: Bonoli, Gardín y Regina Pacini. Fotos: Archivo Diario RN | Gentileza. |
Pacini era el apellido de la cantante lírica, esposa del
presidente Marcelo T. de Alvear, cuyo nombre fue elegido para denominar a ese
poblado que se organizó en torno a los cultivos de la Compañía Ítalo Argentina.
Y es que fue la firma de ese mandatario la que refrendó el decreto que
necesitaba la empresa de Colonización, para formalizar los primeros pasos en
esta parte de la historia, el 7 de noviembre de 1924.
Si bien tras la muerte de Eva Duarte en 1952, Regina también
llevó por un tiempo esa denominación, finalmente el legado de la artista
portuguesa fue el que terminó perpetuándose. A partir del documento oficial de
1924, debieron pasar cuatro años más para que la estación del Ferrocarril
quedara establecida en el kilómetro 1106, abriendo una vía de comunicación
directa con las grandes ciudades.
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| Vista al pasado: “El aspecto de la calle que conduce a la estación”, dice el registro de RÍO NEGRO. |
Pero así como Regina Pacini dejó su huella y legado en la
lejana Buenos Aires, en la Casa del Teatro, que hoy aloja a los artistas
jubilados que no logran cubrir sus necesidades económicas y de cuidado, en Río
Negro también brindó su aporte en instituciones y en un edificación que locales
y visitantes pueden ver aún hoy a la vera de la ruta de ingreso a la ciudad: la
parroquia “Nuestra Señora del Rosario”.
La madrina del coro de Círculo Italiano también integró,
como muchas mujeres de su época, una comisión de Damas (Italianas en este
caso), que recaudó fondos para el templo, con un evento en el porteño Teatro
“Cervantes”, en 1926. El 4 de abril de ese año se bendijo a la construcción
religiosa y se colocó la piedra fundamental de la estructura, que fue declarada
monumento en 2014. 99 años después sigue deslumbrando a creyentes y no tanto
con su belleza.
“Que el cura los ayude”.
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| Foto: Archivo Diario Río Negro. |
Ubicada en la esquina de Av. Cipolletti y Artémides Zatti,
la iglesia fue recibida, con intervención de la Compañía Ítalo Argentina, por
la congregación salesiana, dicen los registros, en noviembre de 1927.
Habilitada en febrero de 1928, la incipiente capilla recibió en ese año como
párroco al sacerdote Marcelo Gardin, enviado desde Fortín Mercedes, que no sólo
se abocó a la guía en la fe de los habitantes de la zona. “Por obediencia debo
ocuparme también de los inmigrantes en su aspecto social. Es obra buena porque
me fue mandada y prometo hacer lo que pueda a pesar de inevitables disgustos”,
lo citó su colega Oscar Barreto en su libro llamado “En las trincheras de Dios”
(1985).
Según este autor, Gardín “hizo muchas cosas sin poder evitar
algunas situaciones límite, porque la figura y la presencia de ese sacerdote
italiano iba adquiriendo perfiles de consejero y de líder, y en muchas
ocasiones la cúpula de la Compañía Colonizadora, o no querían hacer nada en
favor de los inmigrantes necesitados o porque querían ponerlo a prueba al padre
Gardín, se sacaban de encima las responsabilidades con un “Andate dal prete”,
que con el acento de entonces equivalía a decirles: “Que el cura los ayude”.
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| Gardín y la primer etapa de construcción de la iglesia reginense. Foto: Blog Bien de Regina. |
El religioso friulano “era voz de los que no tenían voz y
disponía de una capacidad intelectual y de un ascendiente moral, como para
salir por los fueros de sus hermanos, los inmigrantes”, aseguró Barreto.
Por su parte, según rescató el Archivo Salesiano en su libro
de anécdotas por los 150 años de trayectoria, el propio cura contó sus
experiencias en un diario, de esta manera: “Primera misa el 2 de febrero de
1928. Yo y el altar, solamente. Vida nueva, dificultosa, aventurera, espinosa y
difícil como yo lo había soñado. Existía la capilla fabricada por la Compañía
Colonizadora, con altar y un cuadro mural. La casita era una cocinita de dos y
medio por dos y un dormitorio de cuatro por cuatro, que servía de oficina y
comunicaba con la sacristía y la iglesia. Todo lo demás: confesionario, ocho
bancos con respaldo, cuatro banquitos sin respaldo, dos candelabros de siete
velas, una cama de hierro blanco sin almohada”.
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| La vista de Regina a fines de los años ’20, desde la Estación de tren. Foto: Archivo Diario Río Negro. |
Al hablar del panorama social que se encontró en la Colonia,
dijo: “para entonces había pocas familias constituidas. Los hombres vivían y
trabajaban solos y preparaban el ambiente para poder traer sus familias desde
Italia. Ante dificultades y trabas que se ponían a los colonos, empezaron los
descontentos, reuniones, murmuraciones y protestas que llegaban, muchas veces,
hasta mi despacho. Vinieron años duros. Se sufría la mala comercialización de
los primeros productos. Por los años treinta se acentuó aún más la pobreza,
hasta la miseria. Yo daba vueltas para buscar alivios”, dijo. “Una vez fui
hasta Viedma, capital de Río Negro, y en la gobernación se me rieron en la cara
cuando expuse la dura situación de muchos”, concluyó.
Con los años, en 1937, Gardín seguiría su labor en la
distante Chos Malal, donde hoy descansan sus restos y su lápida dice en latín:
“Vino el hijo del hombre, Marcello Pio Gardin y resucitó el 27-2-1978. No está
aquí”.
En la comunidad que creció al pie de la barda, se sabe que
los dos primeros nacimientos que se registraron permitieron la llegada al mundo
de dos niñas, el 28 y 29 de mayo de 1925. Ambas recibieron el nombre de la
mujer que hoy identifica a la localidad frente a todos sus vecinos: fueron
anotadas como Regina Fabro y Regina Galleta, respectivamente.
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| El último descanso del padre Gardín, en Chos Malal. |
* Por Melina Ortiz Campos.
*** Publicado en suplemento 101º Aniversario de Villa Regina del
Diario Río Negro.








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