DON ANTONIO.
ESCRIBE MARIANO GIAMMONA.
Viste como son los
pibes hoy…, por más que tengas noventa años y ellos solo seis o siete, siempre
te van a tutear, y jamás le van a agregar el “don” adelante del nombre o del
apellido. Yo desde siempre, a pesar de que tengo muchos años en la espalda,
siempre fui un transgresor de las costumbres de mi época de chiquilín, y por
ese camino andaba, pero nunca pude dejar
de tratarlo de usted y como para muchos
en el pueblo, siempre fue el querido y respetado “Don Antonio”. Aunque parezca
mentira, a él le pasaba algo parecido, aunque nunca me antepuso el “Don”, siempre me trató de “usted”, a
pesar del cariño, la confianza y la diferencia de edad que tenía conmigo.
Era el año 72 o el 73 y yo renunciaba a Moño Azul en Buenos Aires, y me había trasladado a La Plata a ejercer mi profesión.
Mariano…, es un
desperdicio que se vaya a La Plata, vengase a Villa Regina que usted tiene
mucho para dar, yo puedo hacer algo para aliviar la pena que tengo porque se
fue de nuestra empresa. Dígame que se anima y me ocupo, propuso.
Veinte días después
estaba instalado en mi despacho, como Contador de Crybsa, la fábrica de máquinas
viales sobre la calle General Paz, claro había hablado con “Mingo” diciéndole
que era un tipo de confianza y probo en el desempeño de mi profesión y su
palabra valía, no cabía duda.
Poquitas cosas
había llevado para instalarme, incluyendo
algunos pesos que sirvieron para comprar un viejo autito que serviría
para moverme en el pueblo.
La amistad iba
creciendo, y al feeling natural que teníamos se agregó el atractivo de que
nuestros antepasados habían emigrado de Sicilia a la Argentina, isla de la que estábamos
los dos muy enamorados.
Mariano…, lo paso a
buscar y vamos con mi señora y la suya a dar una vueltas por las chacras a ver
las manzanas en flor, no se lo puede perder!!.
Esta chacra se
vende, y tiene buen precio, es una buena oportunidad, déle, anímese!!, …esa casa a ud. le vendría bien, fíjese que
tiene un frente sobre la ruta, con dos salones y el otro frente sobre la calle
de atrás… podría vivir atrás que es mas
tranquilo, y en los salones poner un estudio, o un negocio cuando sea viejo… yo
me ocupo si quiere.
Gracias Don
Antonio, pero yo vine con lo puesto, me quedó en La Plata la parte del negocio
con mi hermano y mi viejo, pero bueno no puedo apurarlos...
La charla se
repetía cada fin de semana que nos buscaba. A la vuelta pasábamos por su
chacra, tomábamos unos mates con Pichin y Victoria, y como a propósito pasaba por la casa de
la ruta, la idea la tenía entre ceja y ceja.
En temas
económicos, muchas veces me pedía opinión profesional, así que un día lunes me dice
que lo acompañe a una escribanía a terminar una operación que tenía en marcha.
Yo no desconfié pensando que mi presencia
lo hacía estar más seguro a la hora de firmar. Allá subimos a la
Escribanía de Duhagón en calle España. Sentado
en su sillón nos esperaba el notario y enfrente también sentado un señor que no
conocía. Al escribano lo conoce Mariano…, y el señor es Ramón Donaire, que hace
un tiempo se fue del pueblo. Sentaditos, el escribano comienza a leer…. “y el
Sr. Donaire vende al Sr. Mariano…, una propiedad con frente a la ruta 22 y
contrafrente a la calle Sargento Cabral 151…., por la suma de pesos…. abonados
en este acto en dinero efectivo….”
Yo no podía emitir
palabra. No tenía un peso conmigo. La escritura no tenía ninguna restricción al
dominio, no decía nada que yo debía suma alguna a nadie… Don Antonio pagó, se escuso
y se fue a cumplir otro compromiso, no firmó, solo yo y el vendedor lo hicimos
después que se fuera. Apenas podía responder cuando el escribano y el vendedor
me felicitaban, la escalera la baje temblando, no entendía nada.
Había quedado de a
pié porque habíamos llegado en su auto. Estaba aturdido, pero la cabeza igual me daba vueltas a mil por
hora, hice media cuadra hasta el kiosco de Gómez, compre un talonario de
“pagarés”, crucé la plaza de Los Próceres, y haciendo tres cuadras me fui
derechito a las oficinas de calle Italia.
Lo tuve que esperar
cerca de una hora. Llené un pagaré por el monto de la compra. Cuando llegó, con
su sonrisa de oreja a oreja, intenté retarlo… Don Antonio, Ud. No puede hacer
esto, por lo menos acépteme este pagaré, usted no tiene nada firmado, yo voy a
vender mi parte del negocio en La Plata y le voy a cumplir, pero así algún día
lo van a joder…
Mire Mariano, tiene
razón, alguien seguramente se puede hacer el tonto o el distraído, pero lo que
seguramente usted no sabe es que tengo los bolsillos llenos se satisfacciones
con los que cumplieron y hoy siguen siendo mis amigos, como seguramente lo va a
ser usted. Vamos a gestionar un crédito en el Banco de Río Negro y Neuquén y así
no vende lo suyo. A los dos meses le había cancelado todo con la venta del
negocio de calle Siete, no solo fui su amigo, lo sigo siendo hoy después de su
muerte.
El 30/7/2012,
recibí un mensajito de Pepe, su sobrino recordándome que ese día cumpliría los
años si viviera. Estaba en la playa pescando. Lo más que pude hacer fue pedir a
Dios por su alma y se me ocurrió hacerle este regalo y decirle Gracias Don Antonio.
Muchas gracias Mariano!! Hermosas palabras! Como se extraña!
ResponderEliminarMariano, gracias por estas palabras que nos hacen pensar... y descubrir por qué Don Antonio es una persona a quien es difícil olvidar
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