miércoles, 22 de agosto de 2012

DON ANTONIO por MARIANO GIAMMONA.


DON ANTONIO.
ESCRIBE MARIANO GIAMMONA.
 
Viste como son los pibes hoy…, por más que tengas noventa años y ellos solo seis o siete, siempre te van a tutear, y jamás le van a agregar el “don” adelante del nombre o del apellido. Yo desde siempre, a pesar de que tengo muchos años en la espalda, siempre fui un transgresor de las costumbres de mi época de chiquilín, y por ese camino andaba,  pero nunca pude dejar de tratarlo de usted y como para  muchos en el pueblo, siempre fue el querido y respetado “Don Antonio”. Aunque parezca mentira, a él le pasaba algo parecido, aunque nunca me antepuso  el “Don”, siempre me trató de “usted”, a pesar del cariño,  la confianza  y la diferencia de edad que tenía conmigo.


Era el año 72 o el 73 y yo renunciaba a Moño Azul en Buenos Aires, y me había trasladado a La Plata a ejercer mi profesión.

Mariano…, es un desperdicio que se vaya a La Plata, vengase a Villa Regina que usted tiene mucho para dar, yo puedo hacer algo para aliviar la pena que tengo porque se fue de nuestra empresa. Dígame que se anima y me ocupo, propuso.

Veinte días después estaba instalado en mi despacho, como Contador de Crybsa, la fábrica de máquinas viales sobre la calle General Paz, claro había hablado con “Mingo” diciéndole que era un tipo de confianza y probo en el desempeño de mi profesión y su palabra valía, no cabía  duda.

Poquitas cosas había llevado para instalarme, incluyendo  algunos pesos que sirvieron para comprar un viejo autito que serviría para moverme en el pueblo.  

La amistad iba creciendo, y al feeling natural que teníamos se agregó el atractivo de que nuestros antepasados habían emigrado de Sicilia a la Argentina, isla de la que estábamos los dos muy enamorados.

Mariano…, lo paso a buscar y vamos con mi señora y la suya a dar una vueltas por las chacras a ver las manzanas en flor, no se lo puede perder!!.

Esta chacra se vende, y tiene buen precio, es una buena oportunidad, déle, anímese!!,  …esa casa a ud. le vendría bien, fíjese que tiene un frente sobre la ruta, con dos salones y el otro frente sobre la calle de atrás…  podría vivir atrás que es mas tranquilo, y en los salones poner un estudio, o un negocio cuando sea viejo… yo me ocupo si quiere.

Gracias Don Antonio, pero yo vine con lo puesto, me quedó en La Plata la parte del negocio con mi hermano y mi viejo, pero bueno no puedo apurarlos...

La charla se repetía cada fin de semana que nos buscaba. A la vuelta pasábamos por su chacra, tomábamos unos mates con Pichin y Victoria,  y como a propósito pasaba por la   casa de la ruta, la idea la tenía entre ceja y ceja.

En temas económicos, muchas veces me pedía opinión profesional, así que un día lunes me dice que lo acompañe a una escribanía a terminar una operación que tenía en marcha. Yo no desconfié pensando que mi presencia  lo hacía estar más seguro a la hora de firmar. Allá subimos a la Escribanía de Duhagón  en calle España. Sentado en su sillón nos esperaba el notario y enfrente también sentado un señor que no conocía. Al escribano lo conoce Mariano…, y el señor es Ramón Donaire, que hace un tiempo se fue del pueblo. Sentaditos, el escribano comienza a leer…. “y el Sr. Donaire vende al Sr. Mariano…, una propiedad con frente a la ruta 22 y contrafrente a la calle Sargento Cabral 151…., por la suma de pesos…. abonados en este acto en dinero efectivo….”

Yo no podía emitir palabra. No tenía un peso conmigo. La escritura no tenía ninguna restricción al dominio, no decía nada que yo debía suma alguna a nadie… Don Antonio pagó, se escuso y se fue a cumplir otro compromiso, no firmó, solo yo y el vendedor lo hicimos después que se fuera. Apenas podía responder cuando el escribano y el vendedor me felicitaban, la escalera la baje temblando, no entendía nada.

Había quedado de a pié porque habíamos llegado en su auto. Estaba aturdido,  pero la cabeza igual me daba vueltas a mil por hora, hice media cuadra hasta el kiosco de Gómez, compre un talonario de “pagarés”, crucé la plaza de Los Próceres, y haciendo tres cuadras me fui derechito a las oficinas de calle Italia.

Lo tuve que esperar cerca de una hora. Llené un pagaré por el monto de la compra. Cuando llegó, con su sonrisa de oreja a oreja, intenté retarlo… Don Antonio, Ud. No puede hacer esto, por lo menos acépteme este pagaré, usted no tiene nada firmado, yo voy a vender mi parte del negocio en La Plata y le voy a cumplir, pero así algún día lo van a joder…

Mire Mariano, tiene razón, alguien seguramente se puede hacer el tonto o el distraído, pero lo que seguramente usted no sabe es que tengo los bolsillos llenos se satisfacciones con los que cumplieron y hoy siguen siendo mis amigos, como seguramente lo va a ser usted. Vamos a gestionar un crédito en el Banco de Río Negro y Neuquén y así no vende lo suyo. A los dos meses le había cancelado todo con la venta del negocio de calle Siete, no solo fui su amigo, lo sigo siendo hoy después de su muerte.

El 30/7/2012, recibí un mensajito de Pepe, su sobrino recordándome que ese día cumpliría los años si viviera. Estaba en la playa pescando. Lo más que pude hacer fue pedir a Dios por su alma y se me ocurrió  hacerle este regalo y decirle Gracias Don Antonio.

 

 
 
 
Correo electrónico para quienes desean contactarse con el autor:
mgiammona2002@hotmail.com

2 comentarios:

  1. Muchas gracias Mariano!! Hermosas palabras! Como se extraña!

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  2. Mariano, gracias por estas palabras que nos hacen pensar... y descubrir por qué Don Antonio es una persona a quien es difícil olvidar

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