BAIROLETTO UN CRUEL ASESINO QUE POCO TIENE QUE VER CON ROBIN HOOD.
Publicación de Radio Slogan 94.7.
En el libro “Lo que nadie contó de Bairoletto”, de Carlos Heim, un paciente investigador y recopilador de las informaciones sobre las andanzas de Juan Bautista Bairoletto, cuenta aspectos de la vida de este delincuente que era protegido por caudillos políticos radicales y comisarios.
Destaca el autor de la obra, que contiene numerosas historias recopiladas, que lamenta que muchos expedientes desparecieron en el ámbito policial. Afirma además que se trata de un mito que Bairoletto robaba a los ricos para distribuirlo entre los pobres. Lo asegura porque en la Pampa, sostiene también, no había estancieros, y dos de sus víctimas, Mandrile o Bonetto eran propietarios de unas 200 hectáreas y apenas el producto de las mismas les alcanzaba para vivir.
Cuenta también Heim en su libro que cuando asaltó a un vendedor ambulante en General Roca, provincia de Rio Negro, llamado Pablo Carballo, éste le solicitó un poco de agua, Bairoletto le respondió con tres tiros por la espalda.
El autor deja expresado que él no emite opinión sobre Bairoletto y sólo hace referencia a la información obtenida de sus investigaciones, muchas de ellas lograda de la colección de diarios de la época como Crítica y Noticias Graficas.
Hace mención además de cierto enfrentamiento entre Bairoletto y el Turco Farache, posiblemente por una mujer, “la Dora”, aunque otras versiones señalan que la disputa era por un caballo robado.
Hein cuenta también en su libro un sangriento hecho acontecido en Villa Regina y que aun hoy es recordado en ese lugar por afectar a tradicionales familias del lugar.
En 1928, Bairoletto junto con su secuaz Víctor Helmes y otros delincuentes de la banda venían azotando la región con distintos actos violentos y robos cometidos en una amplia región comprendida por Otto Krausse, Chichinales, General Enrique Godoy, Paraje Julián Romero, Contralmirante Cordero, Cipolletti, Mencué, El Cuy y Catriel, entre otras poblaciones rionegrinas.
UN CRÍMEN IMPERDONABLE
En ese raid delictivo asaltaron varios almacenes de la región en los que se aprovisionaban los chacareros y entre esos comercios, el que pertenecía a la familia Muner de Villa Regina (Dónde se encuentra la cueva donde se refugiaba el popular bandido). Según algunas versiones recogidas, cometido el atraco y cuando se aprestaban a huir, advirtieron que alguien se cercaba con una linterna a quien balearon impiadosamente.
Algunos señalaron luego que habrían considerado que se trataba de efectivos policiales, lo que no cambia en absoluto la intención y queda en claro el instinto asesino de Bairoletto y Helmes
La víctima en este caso resultó una mujer de solo 21 años, Ana Sferko de Nelli, que recibió cinco balazos en el pecho cuando llegaba al almacén de Muner a comprar provisiones, mientras su pequeña hija de escasos meses de vida había quedado al cuidado de su padre José Nelli.
El asesinato de la joven mujer produjo conmoción y consternación, por varias razones, entre ellas por la personalidad de la joven, por haber dejado una niña de solo cinco meses y por pertenecer a una familia muy relacionada con la población de la región, muchos de los cuales pasaron luego a desempeñarse en importantes cargos en la administración pública, en el ámbito judicial y empresarial.
Quienes se han convertido en defensores de este maleante, afirman que la muerte de Ana Sferko fue para Bairoletto un estigma que lo persiguió hasta sus últimos días y sostienen que el desalmado asesino era su compinche Helmes.
Algunos de quienes escribieron sobre Bairoletto lo consideran o se refieren a este bandolero como el Robin Hood criollo o el Robin Hood de las pampas y también se lo identifica con distintos nombres que usaba para huir de las autoridades. Es asì que se lo menciona como José Ortega, Francisco Bravo, Marcelino Sánchez o Martin Mirando, y apodos como “el Pampeano”, “El Atila de las Pampas” o “San Bautista Bairoletto”.
Tantos nombres circulaban por los lugares que supo andar como su Santa Fe natal, La Pampa, Rio Negro y Mendoza y así lo mencionan en obras de teatro, películas, canciones, poemas y libros.
Como suele suceder con estos controvertidos personajes que lograron fama y popularidad a causa de sus acciones delictivas, que entre quienes difundieron sobre sus andanzas, no faltan aquellos que le otorgan un carácter romántico a sus aventuras delictivas. Varios de los que se ocupan y cuentan su historia se inclinan por contar su astucia y audacia para cometer sus delitos, como que era buen bailarín, bien parecido y hábil para esquivar la acción policial o de la justicia.
Por otra parte, quienes han sufrido su accionar, ya sea por haber sido víctimas directas de asaltos o asesinatos o por contar con precisa información respecto a padecimientos sufridos por familiares, obviamente tienen una muy distinta visión de su accionar y se enfrentan entonces las historias que lo ubican como un justiciero a quien después de muerto no faltan quienes le rezan y piden milagros, y obviamente quienes recuerdan a las víctimas, muchos de ellos familiares, amigos o conocidos que sostienen que se tratò de un vulgar maleante, ladrón y despiadado asesino.
Bairoletto murió el 14 de setiembre de 1941 en un rancho de San Pedro del Atuel en Mendoza tras haber sido cercado por efectivos policiales rionegrinos, pampeanos y mendocinos.
Algunas versiones afirman que quienes le dieron muerte fueron agentes de esas policías, en tanto su última mujer Telma Ceballos, afirma que al verse cercado y sin posibilidades de escapar, se suicidó y cumplió de tal manera su promesa de no aceptar más ser detenido.
A partir de entonces nace el mito y aparecen quienes le rinden culto y homenajes y defienden su figura, al punto que existen comercios con su nombre, su tumba muy visitada y hasta un monumento, y lo definen como un bandido romántico. Como contrapartida, están los que sostienen en forma contundente y sin duda alguna, que se trato de un delincuente que vivió siempre en la marginalidad, fuera de la ley, que robó, mató y no es merecedor de ninguna clase de homenajes.
Crédito: Raúl Díaz.
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