TESTIMONIOS DE VIDA. El padre Vicente Enei.
El sacerdote que vio crecer a la ciudad.
El sacerdote que vio crecer a la ciudad.
El padre Vicente Enei llegó en el primer aniversario de Villa Regina. .Corría 1925 y tenía 4 años. Creció junto a la localidad que lo albergó. .Ya retirado, volvió aquí para seguir aportando su granito de arena.
Su llegada a Villa Regina fue cuando la colonia tenía apenas un año de vida, en 1925, y él tenía cuatro años de edad, por lo que vio el florecimiento de esta ciudad. Hoy a sus 90 años, cumplidos hace pocos días, el 1 de noviembre, el sacerdote salesiano Vicente Enei optó por permanecer en esta ciudad, donde reside parte de su familia.
"Nosotros llegamos a la Colonia Regina en 1925, con mis padres y hermanos. Mi madre, si bien tenía orígenes italianos, nació en Brasil, adonde su familia había emigrado pero después de unos años retornó a Italia, para finalmente volver a emigrar y radicarse en la Argentina", cuenta el padre Vicente, que aún mantiene una vitalidad admirable, aunque su labor no está específicamente ligada al trabajo ministerial ya que reparte sus días en la atención de capillas, visitas al hogar Niño Jesús, y la huerta que mantiene en macetas en un pequeño balcón de la casa parroquial, lindera a la iglesia Nuestra Señora del Rosario.
Su padre emigró a la Argentina en 1906, y tras recorrer zonas próximas a Bahía Blanca, como Médanos y Luro, finalmente viajó hacia el Alto Valle, para radicarse cerca de Cervantes y finalmente en Villa Regina, donde ya un hermano suyo había viajado con anterioridad. "Mi hermano mayor, que falleció hace cuatro meses a los 92 años, nació en Médanos", dice.
Su padre, cuando llegaron a la colonia, fue una de las personas que trabajó en el armado y mantenimiento de los canales de riego, hasta que finalmente, y por decisión de su madre, comenzó a dedicarse a la agricultura en una chacra ubicada sobre la costa del río Negro, a unos 10 kilómetros del casco urbano de la localidad.
"Yo recuerdo aquellos primeros años, cómo fue la fundación y los avatares que se vivían. Era una realidad muy dura la que se vivía, y la que tuvieron que pasar los chacareros con los remates de chacras; aunque por lo general a los que les tocaba esa suerte era gente de laburar poco y nada, y de divertirse mucho", cuenta.
Y agrega: "En aquellos años todos teníamos que trabajar para ayudar. Yo recién empecé a estudiar a los diez años, junto un hermano menor, porque tuvimos la suerte de poder mudarnos a una chacra un poco más cercana, ubicada próxima al canal principal de riego hacia la tercer zona".
Para poder estudiar, junto a otro grupo de chicos quedó internado en la parroquia, que en esos momentos era dirigida por el sacerdote Pío Gardín. "El internado estaba en lo que hoy es la iglesia. En aquellos años se había comenzado a construir lindera a la iglesia vieja; el sector de las alas laterales se cerraron y techaron y allí vivíamos el grupo de chicos, que también teníamos que colaborar con el padre Pío Gardín".
Relató que así, estando en el internado, en 1931 comenzó su escolarización en lo que actualmente es la escuela primaria N° 52, donde estudió por cinco años.
"Yo estaba en el internado con mi hermano menor, que lamentablemente falleció siendo muy chiquito, con ocho años, por meningitis que se le descubrió a raíz de un accidente que tuvo por golpearse con una hamaca, que creo deben ser las mismas que siguen están acá frente a la parroquia", cuenta el sacerdote.
Esto hizo que sus padres decidieran retirarlo del albergue donde se encontraba como pupilo, por lo que todos los días tenía que recorrer la distancia desde la chacra hasta la escuela para estudiar. "Pero antes de llegar a la escuela, en la chacrita, había que trabajar al menos dos horitas, limpiando acequias, podando las viñas y, recién después, venir a la clase".
Justamente su hermano menor era quien desde muy chico había expresado su vocación por ser sacerdote. "Yo no quería saber nada, encima cuando a los 14 o 15 años fui a continuar los estudios en Fortín Mercedes, todos mis amigos me decían ´guarda que allá te van a hacer cura´. De la zona del Alto Valle, y en especial de Villa Regina, por aquellos años era un grupo muy numeroso el que viajaba a estudiar a Fortín Mercedes".
"Recuerdo que además de estudiar trabajábamos limpiando piedras para la construcción del edificio que se estaba levantando para el albergue de los chicos que iban a estudiar. Todas las noches me acostaba diciendo ´no quiero ser sacerdote´, pero con el tiempo y cuando se terminó de construir el sector nuevo, todo cambió, ya no pensaba en eso, el ambiente que se vivía era tan lindo, de alegría y camaradería, que me cambió el modo de pensar", rememora.
De ese modo realizó los estudios para convertirse en sacerdote salesiano, y en 1939 hizo los primeros votos, hasta completarlos en 1942, y rápidamente, con el título de maestro normal nacional, fue destinado al colegio Domingo Savio en General Roca.
"La congregación salesiana era en principio con carácter docente, tenía parroquias por excepción, y los sacerdotes más nuevos estábamos en los colegios donde había pupilaje. Era bravo, se daban clases cuatro horas por la mañana y dos por la tarde, y además luego debíamos atender a todos los que estaban internados", comentó.
De esa manera se inició su peregrinación por la zona, pasando por Beltrán, Junín de los Andes, Bariloche y Viedma, entre otras localidades.
"De todos lados tengo recuerdos muy buenos, de mucho trabajo, y de muy buenos resultados. A la par, y cuando era posible, visitaba a mi familia en Regina, lo que me permitía ir viendo el crecimiento de esta ciudad", contó el sacerdote, que tras cumplir con la edad decidió retirarse y permanecer en esta localidad.
"Ya tengo mis años, y sigo colaborando en la atención de algunas capillas y del Niño Jesús. Estuve muchos años trabajando 18 horas al día, y ahora hago algunas cosas y me canso, pero igualmente sigo colaborando para esta ciudad en lo que puedo", finalizó el padre Vicente Enei.
"Nosotros llegamos a la Colonia Regina en 1925, con mis padres y hermanos. Mi madre, si bien tenía orígenes italianos, nació en Brasil, adonde su familia había emigrado pero después de unos años retornó a Italia, para finalmente volver a emigrar y radicarse en la Argentina", cuenta el padre Vicente, que aún mantiene una vitalidad admirable, aunque su labor no está específicamente ligada al trabajo ministerial ya que reparte sus días en la atención de capillas, visitas al hogar Niño Jesús, y la huerta que mantiene en macetas en un pequeño balcón de la casa parroquial, lindera a la iglesia Nuestra Señora del Rosario.
Su padre emigró a la Argentina en 1906, y tras recorrer zonas próximas a Bahía Blanca, como Médanos y Luro, finalmente viajó hacia el Alto Valle, para radicarse cerca de Cervantes y finalmente en Villa Regina, donde ya un hermano suyo había viajado con anterioridad. "Mi hermano mayor, que falleció hace cuatro meses a los 92 años, nació en Médanos", dice.
Su padre, cuando llegaron a la colonia, fue una de las personas que trabajó en el armado y mantenimiento de los canales de riego, hasta que finalmente, y por decisión de su madre, comenzó a dedicarse a la agricultura en una chacra ubicada sobre la costa del río Negro, a unos 10 kilómetros del casco urbano de la localidad.
"Yo recuerdo aquellos primeros años, cómo fue la fundación y los avatares que se vivían. Era una realidad muy dura la que se vivía, y la que tuvieron que pasar los chacareros con los remates de chacras; aunque por lo general a los que les tocaba esa suerte era gente de laburar poco y nada, y de divertirse mucho", cuenta.
Y agrega: "En aquellos años todos teníamos que trabajar para ayudar. Yo recién empecé a estudiar a los diez años, junto un hermano menor, porque tuvimos la suerte de poder mudarnos a una chacra un poco más cercana, ubicada próxima al canal principal de riego hacia la tercer zona".
Para poder estudiar, junto a otro grupo de chicos quedó internado en la parroquia, que en esos momentos era dirigida por el sacerdote Pío Gardín. "El internado estaba en lo que hoy es la iglesia. En aquellos años se había comenzado a construir lindera a la iglesia vieja; el sector de las alas laterales se cerraron y techaron y allí vivíamos el grupo de chicos, que también teníamos que colaborar con el padre Pío Gardín".
Relató que así, estando en el internado, en 1931 comenzó su escolarización en lo que actualmente es la escuela primaria N° 52, donde estudió por cinco años.
"Yo estaba en el internado con mi hermano menor, que lamentablemente falleció siendo muy chiquito, con ocho años, por meningitis que se le descubrió a raíz de un accidente que tuvo por golpearse con una hamaca, que creo deben ser las mismas que siguen están acá frente a la parroquia", cuenta el sacerdote.
Esto hizo que sus padres decidieran retirarlo del albergue donde se encontraba como pupilo, por lo que todos los días tenía que recorrer la distancia desde la chacra hasta la escuela para estudiar. "Pero antes de llegar a la escuela, en la chacrita, había que trabajar al menos dos horitas, limpiando acequias, podando las viñas y, recién después, venir a la clase".
Justamente su hermano menor era quien desde muy chico había expresado su vocación por ser sacerdote. "Yo no quería saber nada, encima cuando a los 14 o 15 años fui a continuar los estudios en Fortín Mercedes, todos mis amigos me decían ´guarda que allá te van a hacer cura´. De la zona del Alto Valle, y en especial de Villa Regina, por aquellos años era un grupo muy numeroso el que viajaba a estudiar a Fortín Mercedes".
"Recuerdo que además de estudiar trabajábamos limpiando piedras para la construcción del edificio que se estaba levantando para el albergue de los chicos que iban a estudiar. Todas las noches me acostaba diciendo ´no quiero ser sacerdote´, pero con el tiempo y cuando se terminó de construir el sector nuevo, todo cambió, ya no pensaba en eso, el ambiente que se vivía era tan lindo, de alegría y camaradería, que me cambió el modo de pensar", rememora.
De ese modo realizó los estudios para convertirse en sacerdote salesiano, y en 1939 hizo los primeros votos, hasta completarlos en 1942, y rápidamente, con el título de maestro normal nacional, fue destinado al colegio Domingo Savio en General Roca.
"La congregación salesiana era en principio con carácter docente, tenía parroquias por excepción, y los sacerdotes más nuevos estábamos en los colegios donde había pupilaje. Era bravo, se daban clases cuatro horas por la mañana y dos por la tarde, y además luego debíamos atender a todos los que estaban internados", comentó.
De esa manera se inició su peregrinación por la zona, pasando por Beltrán, Junín de los Andes, Bariloche y Viedma, entre otras localidades.
"De todos lados tengo recuerdos muy buenos, de mucho trabajo, y de muy buenos resultados. A la par, y cuando era posible, visitaba a mi familia en Regina, lo que me permitía ir viendo el crecimiento de esta ciudad", contó el sacerdote, que tras cumplir con la edad decidió retirarse y permanecer en esta localidad.
"Ya tengo mis años, y sigo colaborando en la atención de algunas capillas y del Niño Jesús. Estuve muchos años trabajando 18 horas al día, y ahora hago algunas cosas y me canso, pero igualmente sigo colaborando para esta ciudad en lo que puedo", finalizó el padre Vicente Enei.
Fuente de información y foto:
Suplemento 86º ANIVERSARIO DE VILLA REGINA, Diario "Río Negro", 7/11/2.010.
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