domingo, 10 de junio de 2012

Libio del Tedesco: "Terminé la escuela y me regalaron la tijera de podar".

Libio del Tedesco.
"Terminé la escuela y me regalaron la tijera de podar".
Libio del Tedesco nació en una chacra ubicada en la primera zona de la Colonia Regina. Sus tíos Juan y José del Tedesco llegaron a la región en 1924, cuando se iniciaba el poblamiento. Su padre arribó con el resto de la familia, en 1925. Libio aún sigue trabajando esas tierras.

La familia de Libio del Tedesco llegó a la Colonia Regina en 1924 desde Italia, exactamente desde la zona de Friuli (Venezia Giulia), actualmente provincia de Pordenone. El temor a un nuevo enfrentamiento armado y la pobreza que había dejado la Primera Guerra Mundial la empujó hacia América.
"Mis tíos Juan y José, que eran solteros, vinieron primero -cuenta Libio-. Estuvieron un tiempito en Córdoba y otro en Buenos Aires, hasta que alguien les habló del proyecto de colonización en el Valle y decidieron venir".
En Villa Regina no había entonces ni estación de trenes; sólo estaban la oficina de la Compañía Ítalo Argentina de Colonización (CIAC) y algunas casitas dispersas. Las primeras familias de inmigrantes bajaban en la estación de Huergo y se les otorgaba la tierra para desmontar, con sus canales de riego y la vivienda colónica. Juan y José del Tedesco empezaron a desmontar las 15 hectáreas y a preparar una casa para recibir al resto de la familia.

El padre de Libio, Luis, fue el encargado de coordinar la gran mudanza. Vendieron sus pertenencias en Italia y prepararon los baúles para el viaje. Embarcaron los padres de Luis, la esposa de éste, Antonietta Verardi, y las novias de Juan y José.
"Mi mamá había visto en el cine, en Italia, una filmación de la Colonia Regina. Era parte de la propaganda que se hacía del proyecto. Contaba que cuando vieron los ranchitos en el medio de la tierra y de la nada, mamá le preguntó a papá si la iba a llevar a ese lugar. Él, claro, le dijo que no era tal como se veía en la filmación, que él sabía que era mucho mejor y más avanzado. La cosa es que llegaron y era tal cual la película. Mi padre siempre contaba que, si hubieran tenido dinero suficiente, se habrían vuelto".
Habían llegado a Buenos Aires con 10 pesos en el bolsillo. En realidad con 50, pero los habían estafado en un vuelto y habían perdido los otros 40. Un paisano les prestó algo más para que llegaran al Alto Valle en tren. Y durante un largo tiempo no volvieron a ver dinero. Eso fue duro para el jefe de la familia, que entonces tenía 61 años. "Él siempre había trabajado como independiente y manejaba su dinero -relata su nieto Libio-. Aquí la CIAC nos dio la tierra, las semillas... el primer tiempo nos dio la comida, y hasta que empezamos a producir no vimos un peso. La casa que teníamos eran dos habitaciones con una cocina afuera". Las paredes eran de ladrillos sin revocar y contaban que veían, a través de los huequitos de los ladrillos, el monte. Ahí, en la primera zona, empezó la colonia; del otro lado estaba Godoy, pero ahí fue el núcleo originario, la primera tierra que tuvo riego.
Su familia y todas las que vinieron cuando nacía la colonia fueron las verdaderas pioneras. Con razón afirma Libio que cuando llegó la siguiente tanda de inmigrantes, después de la Segunda Guerra, la "América ya estaba hecha".
Nadie puede imaginar el sacrificio que hicieron los pioneros; algunos hasta dejaron la vida. El abuelo de Libio -cuenta la esposa de este último- murió de tristeza. Era grande cuando viajó, fue arrancado de su mundo y sufrió. Murió poquito tiempo después de llegar a la Colonia Regina. Él había trabajado en carpintería; cuando su hijo Luis había terminado el servicio militar ambos se habían ido a trabajar la madera a Francia, de modo que llegaron a esta zona sin una experiencia previa en agricultura.
Luis y Antonietta (le decían Antonia) migraron con 25 y 23 años respectivamente y en Argentina tuvieron 4 hijos: Anita, Libio y dos hermanitos menores que murieron muy pequeños, uno de meningitis y otro de tifus. "En ese tiempo -cuenta Libio- murió mucha gente de tifus; hay historias tristísimas en el grupo de los primeros pobladores... murieron matrimonios jóvenes de tifus en esos primeros años, y acá no tenían ni cementerio. Cuando murió mi abuelo lo tuvimos que enterrar en Huergo. Mi mamá estuvo una temporada muy enferma y la llevaron al Hospital Italiano, en Buenos Aires. Allá estuvo una temporada y en esa época murieron mis hermanos menores. Fue muy doloroso para ella volver y encontrarse con esa tragedia".
La madre de los hermanos Del Tedesco era muy sociable, sobrevivió muchos años a su marido y pese a que sufrió el desarraigo el hecho que estuvieran entre paisanos la ayudó. Ella iba a visitar a todos los vecinos. Murió a los 91 años; manejaba la casa y distribuía las tareas entre las nueras. Las mujeres de entonces trabajaban como locas, hacían de todo.
Al morir el mayor de la familia, sus hijos se dividieron la propiedad en dos. Luis trabajó con un hermano hasta 1945; después subdividieron la sociedad.
Inmediatamente después de llegar a la colonia se inició el desmonte. Casi todos los inmigrantes plantaron alfalfa y vid y tiempo después pasaron a la fruticultura. Todos los miembros de la familia Del Tedesco vivieron juntos en la chacra. Al igual que sus hermanos, Libio nació allí, en el mismo lugar donde pasó el resto de su vida. Hizo su primaria en la única escuela que Regina tenía entonces y cuando terminó, a los 13 años, su padre le obsequió su primera tijera de podar. "Salía con un empleado a podar -recuerda-; él me enseñó y pronto me convertí en un podador rápido. Me imagino que entonces empecé a ser chacarero. En ese tiempo era difícil seguir estudios. Para hacer la secundaria tenía que ir a Roca... era bueno en matemáticas, pero decidí no seguir estudiando y ya me aboqué a la chacra.
"Acá en la colonia se hablaban distintos dialectos. Iba a la escuela con otro chico friulano y cuando iba a su casa no los entendía. Sus padres me preguntaban por qué yo no hablaba ese dialecto... ocurría que mis abuelos y mis padres hablaban un dialecto que no era el friulano porque ellos eran de una zona de frontera y adoptaban el dialecto de sus vecinos. Nosotros lo hablábamos pero cuando llegamos a la escuela lo perdimos un poco. En realidad lo hablé mientras fui soltero... mi mujer, que no es italiana, hoy habla más italiano que yo.
"Nuestros primeros vecinos fueron Cimolai, Della Bruna, Tocet, Sarsa... acá las primeras 50 hectáreas eran propiedad de paisanos, éramos todos amigos. Antes nos juntábamos siempre, íbamos a jugar a las bochas a lo de Liberati, todos nos visitábamos. Hicimos muchas despedidas de soltero en lo de Tulio Perazzolli, todos de esta primera zona".
Libio conoció a Aurelia, que vivía en una chacra cercana, y desde hace 50 años están juntos. "Era amigo de su hermano y así me fui acercando. Ella y mis amigos me han acompañado a lo largo de toda la vida; con ellos nos vemos en la confitería, en el Club Atlético Regina".
Antonia, la madre de Libio, dejó a toda su familia en Italia; era una situación distinta de la de su marido, que se había mudado con todos. Mantuvo sus vínculos entre lágrimas silenciosas y largas cartas pero, a diferencia de sus suegros, pudo volver a su tierra. Luis y Antonia viajaron a Italia en tres oportunidades; la última vez (Luis ya tenía 75 años) celebraron sus bodas de oro en la misma Iglesia donde se habían casado.
Libio viajó por primera vez a Italia en 1989. "El apellido Del Tedesco, me contó un hombre italiano con el mismo apellido pero que no era pariente, nace de una historia de la guerra. Parece que una italiana se enamoró de un soldado alemán, la chica quedó embarazada y el soldado volvió a su país. Cuando fue a inscribir al chico le preguntaron el nombre del padre y ella dijo que era 'figlio del tedesco'" ( hijo del alemán).
Luis se hizo productor y adoptó esta nueva tierra. Le fascinaba la actividad. Montó su vivero, en el que hacía sus plantas, y asistía a cursos que daban en la estación experimental, "en los que no sólo aprendía sino que también opinaba. Aprendieron el oficio de la tierra y ésta los conquistó. Siempre recordaba la primera vez que fueron a la estación experimental de los ingleses. Salieron varios amigos en una Ford A... toda una aventura ir hasta Cinco Saltos. Querían ver qué estaban haciendo allá. Mi padre siempre fue curioso, inquieto y muy detallista, por eso hizo una chacra excelente. En 1926 plantaron los primeros perales. En 1940 ya cosechábamos William's".
La primera producción la comercializaron por medio de la Cooperativa Reginense, porque el tío de Libio era socio. También le vendieron la uva a Fedalto y a Vecchi. "Cuando nos dividimos la tierra le vendimos pera y manzana a Petrocelli y progresivamente empezamos a arrancar la uva para dar paso a la fruticultura. En Godoy tuve otra chacra para plantar tomate, pero ésa es otra historia; mi historia afectiva está con esta chacra, la primera. Mi papá murió en 1979; un año después inicié la reconversión: empecé poniendo espalderas y después iba cambiando de a poquitas filas. Desde entonces no dejo de reconvertir. Siempre me acuerdo de mi padre; ante cada cambio digo: 'Si lo viera mi papá...'.
"En el '73 tuvimos un buen año y empezamos a instalar el riego por aspersión y ¡terminé de ponerlo este año! Luego vendí a McDonald. Fue una experiencia muy interesante. Éramos un grupo de 40 productores. Aprendí muchísimo de Isidro, el ingeniero agrónomo que tenía la firma. Tuve la posibilidad, gracias a la empresa, de conocer las experiencias en fruticultura que estaban haciendo en Brasil. Cuando regresé de ese viaje les dije a mis amigos que había que estar atentos a la evolución de la fruticultura brasileña, porque estaban haciendo cosas muy interesantes".
Libio le vendió durante 18 años a McDonald y hace nueve que le vende a Expofrut. "Ahora me prohibieron andar en tractor, así que dirijo todo desde abajo. En algún momento -hay que ser realista- debería vender la chacra; creo que cuando el cuerpo no puede no hay que exigirle... veremos, todavía tengo cuerda para un rato más".

* Fuente de información: 
Entrevista de Susana Yappert publicada en Suplemento "El Rural" del Diario "Río Negro", sábado 12 de abril de 2008.

domingo, 3 de junio de 2012

JOSÉ LUIS FUERTES Y APANDI.


JOSE LUIS FUERTES, conocido en los pagos reginenses como "CORCHITO", con 71 años, es uno de los fundadores de la Asociación de Padres y Amigos del Niño Disminuído (institución reginense más conocida como A.P.A.N.DI.). 
Ligado al funcionamiento de Apandi.
Fuertes vivía en la infancia en uno de los ranchitos del “Barrio Buenos Aires Chico”, barrio que luego sería el barrio Don Bosco, su madre Celia, que hizo de madre y padre en la formación de sus dos hijos varones  (José Luis y “Toti”) y una hija(conocida como”la Chacha”). Su madre Celia lo manda a estudiar artes y oficios ala Escuela de “La Piedad” en la ciudad de Bahía Blanca donde se recibe de carpintero, junto con su amigo Vásquez con quien fuera socio de la carpintería “San José” en la Avda. Italia, para seguir como docente entre los años 1971-72 en la escuela integral de Villa Obrera y luego integrar la escuela especial donde surge la creación del taller APANDI.
APANDI nació el 28 de septiembre de 1977  en sus comienzos se reunían en el Colegio Nacional a los efectos de diseñar los estatutos. Surgió en esas reuniones la idea de solicitar un terreno en el Parque Industrial  a quien era interventor del gobierno de facto  el Prefecto Principal (R.E.) Jorge F. Fernández Duberti que cedió el mismo donde funciona actualmente.  El 3 de agosto estando como jefe comunal Héctor Zubeldía se inagura el primero taller de dimensiones pequeñas, que luego con rifas y pedidos de contribución se fueron recaudando fondos para conformarlo en un verdadero taller con el respaldo del club de Leones, el Rotary Club, Ovidio Piermarini, entre otros vecinos reginenses.
Con el apoyo de la provincia y una verdadera lucha por conseguir los fondos para el sostenimiento de APANDI.
En este lugar  con el tiempo se levantaron los talleres de carpintería, dos salones de usos múltiples y un hogar que cobija a chicos discapacitados que no tienen familiares, o que por razones de distancia permanecen durante toda la semana en la entidad.
La fundación de esta institución estuvo ligada a la fuerte preocupación por dar a los chicos y jóvenes con discapacidad un lugar para desarrollarse a partir de la capacitación en oficios. De esa manera se comenzó a trabajar con el proyecto de capacitación en carpintería, principalmente en la enseñanza del armado de jaulas de madera para las empresas frutícolas de la zona. La actividad se transformó en el principal sostén.
Recuerda Fuertes que la misma obra se bendijo y colaboró en la piedra fundamental el Padre César Rondini. Acota que llegaron a tener 65 chicos cuándo se los mandaba Rondini. Una de las primeras ideas en los comienzos de este taller fue la de Fuertes de disfrazarse de Carlitos Chaplin y entonces hicieron imprimir unas pegatinas con la figura de una paloma blanca y la leyenda “Asociación de Padres y Amigos del Niño Disminuido” que pegaban en los autos y permitió recaudar para empezar con las bases del primer tallercito que no tenía más allá de 10 metros cuadrados y los sanitarios.. Al año fabricaron bolsitas de polietileno para venderlas y juntar dinero … hizo un maratón dando vueltas a la plaza durante 36 horas  donde instalaron una alcancía grande de ochenta centímetros con una ranura para que entraran billetes y no monedas. Con lo recaudado se compró las gomas del colectivo y el material para fabricar bolsitas durante un año entero. Luego se trasladaron a la madera con la construcción de juegos didácticos.
Don Antonio Carmelo Pirri, hombre de activa participación comunitaria fue el principal colaborador y padrino de  la Asociación APANDI.

Fuertes manifiesta: "Siempre digo que es preferible que los chicos aprendan y hagan algo a que estén en la calle. Yo así llegué al colegio La Piedad en Bahía Blanca, donde tuve como formadores al padre César Rondini y a Monseñor De Nevares, que aún no era obispo. Ellos me brindaron la posibilidad de estudiar, porque mi familia no tenía los recursos suficientes". Recuerda emocionado el 1º de Mayo del ´95 cuando fue a despedir al Obispo del Neuquén, Don Jaime de Nevares a pocos días de su partida (falleció el 19 de ese mes) y le dijo “No abandones a esta juventud desprotegida. Seguí”.
José Fuertes está casado con Norma Agüella. “Si no tuviera una mujer como la que tengo todo hubiera sido imposible. Me ha prestado muchas veces dinero para cubrir deudas que yo después se la devolví, obviamente”.
“Y la comunidad también nos ha ayudado pero cuando llamamos a asablea no viene nadie. La gente no se arrima. Le tiene miedo a la responsabilidad o al compromiso, no sé”.
Hoy José Luis Fuertes luego de 37 años ha decidido dar un paso al costado pero no definitivo “amores son amores” y APANDI es su segunda familia manifestando" voy a ir a mirar y supervisar porque es mi segunda casa” En declaraciones al periódico “La Comuna de Villa Regina” agregó: “Dejo un hombre joven en mi lugar que es muy importante. Uno ya cumplió un ciclo y hay que dejarle lugar a otros que  vienen renovando y con ganas de seguir con esto que es tan lindo”. Quien ocupará su lugar es Guillermo Cirelli, quien fue maestro en la Escuela Especial, y tiene una industria de ventanas de aluminio.
Fuertes trabajó Ad Honorem en APANDI desde que una funcionario de la provincia la Ministro Moretti le retiró el sueldo.
APANDI recibe actualmente subsidios una vez al año divididos en cuatro pagos y en su momento del Gobernador Horacio Massaccesi fue quien donó los materiales para el hogar.
Construyen jaulas para la empresa Moño Azul y alquilan el salón que son el sustento y ayuda de la entidad.
En la gestión del actual Intendente, Luis Albrieu se rebocaron, se aplicó el piso y el cielo raso en un salón chico. El supermecado La Anónima asiste con alimentos.
Y queda la promesa llena de optimismo cuando manifiesta: “Con todo lo que he vivido en todos estos años tengo para hacer un libro y lo voy hacer”…


Fuente de investigación: Diario “Río Negro”, La Comuna de Villa Regina (edición Nro. 444), Calles de Tierra de Carlos Basabe (Editorial Dunken), Hechos y Realidades Reginenses de Franco González.

miércoles, 23 de mayo de 2012

LOS BENEDETTI, PIONEROS REGINENSES.

Villa Regina tiene muchas historias que nos unen.
En sus primeros años los inmigrantes de la Colonia llegaban al Km. 1120  (luego sería la localidad de Ing. Luis A. Huergo) y a posteriori se habilita la parada denominada kilómetro 1106 en diciembre de 1926 y se termina de construir en 1928.

Entre los años 1925-1927 muchas de estas familias fueron contactados en Italia por Ferdinando Ferravante, un agente contratado de la C.I.A.C. - Compañía Ítalo Argentina de Colonización con una propaganda que les prometía tierra propia en un asentamiento italiano en la Patagonia para huir del "mostruo grande que pisa fuerte" de la guerra, el látigo del hambre y la pobreza.
Muchos vinieron de distintas regiones italianas como le Marche, la Toscana, Emilia Romagna, Piamonte, Lombardía, Umbría, Calabria, Sicilia (algunas de las procedencias).
Los núcleos inmigratorios  más numerosos llegaron desde el Friuli, Trento y Veneto.

HISTORIAS DE VIDA.
JUAN BENEDETTI, EN REGINA SE HIZO CHACARERO.

Los Benedetti es una familia tradicional en Villa Regina, activa en lo social comunitario.

Los hermanos Benedetti  (Alberto y Romeo) fueron socios fundadores del Círculo Trentino de Villa Regina el 18 de febrero de 1962 (hace 50 AÑOS) con una comisión provisoria; luego se integraría la definitiva siendo su 1er. Presidente, Agripino Stefenon.
Romeo Benedetti fue integrante de la Primera Banda de la Colonia dirigida por el friulano Eduardo Andreussi. Alberto Benedetti fue colaborador de la Escuela 105.
Juan Benedetti integró en Consejo Asesor del comisionado Ing. González Jezzi (1966 haste 1967).

JUAN BENEDETTI.
La siguiente es una nota del diario centenario de la región el "Río Negro" publicada en el 26 de mayo de 2007. Entrevista de Susana Yappert.

“En la Colonia Regina nos hicimos chacareros”.
Juan Benedetti llegó a Regina cuando ésta apenas se insinuaba en los mapas.
Sus padres, arribaron al Valle con ocho hijos y un oficio por aprender.
Ellos y todos sus descendientes trabajaron la tierra con esmero.

Juan Benedetti pertenece al grupo de pioneros de Villa Regina. Llegó a la Colonia en 1928. Tenía 3 años entonces y era el menor de la familia. Recuerda vagamente los primeros años, pero acumula una gran cantidad de anécdotas que le contaban sus padres y sus hermanos mayores. A este tupido anecdotario, Juan suma su rica biografía y la valoración de la historia del Valle que hoy contribuye a escribir con la densidad que le ha dado el paso del tiempo.
Sus padres, Pablo Benedetti y Rosa Huller, llegaron desde de la provincia italiana de Trento. “Mi madre –relata Juan– decía que era austríaca. Su apellido es holandés, pero su familia hacía varias generaciones que estaba en Trento. Ella amaba Austria porque había vivido bajo el dominio de este país. Pero lo cierto es que cuando llegó la Primera Guerra, esa región se convirtió un poco en el centro del conflicto, como el ojo de la tormenta. Mi padre fue al frente y mi madre, que ya estaba casada y tenía un hijo, se fue de refugiada a la zona de la Liguria, que era más segura. Luego, terminada la contienda, tuvieron 7 hijos más. Cuando llegamos a la Argentina, huyendo de la pobreza y de la guerra que se presentía, éramos ocho hermanos: cuatro mujeres y cuatro varones. En Italia se enteraron de que aquí se hacía una colonia casi netamente italiana y que una compañía ayudaba a los colonos a establecerse. Era la Compañía Italo-Argentina de Colonización (CIAC), que hacía propaganda allá para tentar a las familias a colonizar”.
Contaban los padres de Juan que llegaron a la estación de tren recién estrenada en la Colonia Regina y que los alojaron en el Círculo Italiano, en la FAI, donde pernoctaron los primeros días.
“Llegaba gente todos los días –cuenta Juan–; fuimos realmente colonos. Venían muchos italianos del norte, pero eran tantos los dialectos que se hablaban en la Colonia que había italianos que no se entendían entre ellos”.
Juan era muy pequeño cuando llegó, pero guardó las historias de quienes vivieron esos primeros tiempos. “El lugar les causó una profunda impresión, porque en Italia vivíamos en una zona de montaña, tanto que a nuestras gallinas había que ponerle unas bolsitas porque si no sus huevos rodaban por la pendiente. Aquí todo era chato, un desierto; contaba un familiar de mi mujer que al llegar pensó que estaba todo nevado. ¡Era el salitre que había en el lugar!”.
El padre de Juan, Pablo Benedetti, era carpintero, de modo que llegó dispuesto a aprender una nueva actividad, la agricultura. Pese a ello y consciente de su enorme familia, viajó con todas y cada una de sus herramientas para trabajar la madera.
“Casi todos los que llegaron tuvieron que hacerse chacareros. En la Colonia había mucha gente que nunca habían visto un caballo, ni manejado un arado. Fueron duros los primeros tiempos, aunque hoy creo que otros lo pasaron peor, porque nosotros estábamos juntos y, además, teníamos una comunidad muy grande… Aquí todos éramos iguales, el esfuerzo fue colectivo y los sueños compartidos. Casi todos venían de una Europa empobrecida, habían conocido el hambre, venían de una guerra. Y aquí, aquí estaba el futuro. Había tierra, agua y estaba todo por hacerse… Y durante los tiempos fundacionales estuvimos juntos, esto fue lo importante… Ahora no hay más eso. Ahora hay egoísmo”, concluye Juan.

DE LA MADERA A LA TIERRA.
Cuando llegaban, la CIAC les daba la tierra, una casa, las herramientas, caballos, una vaca y 200 pesos de crédito por año. Los Benedetti recibieron 18 hectáreas en el límite de la cuarta zona, donde terminaban las obras de riego. Toda la familia puso manos a la otra. “Emparejamos la chacra, que tenía como 20 niveles, altos y bajos, que formaba el río que estaba cerca. Con un rastrón teníamos que emparejar continuamente. Primero hicimos alfalfa, luego tomate, más tarde vid y finalmente fruticultura. Las plantas las compramos a Pepe Borsani, un hombre buenísimo que fue el primero en tener un camión acá y el primero en tener teléfono, cuyo número era el 1”.
Recuerda que frente a la chacra estaba el ladrillero de la Colonia, el señor Di Piramo, y en un palo del pisadero había un loro que había aprendido el italiano. “Un día mi mamá contó que pasaba por allí y alguien le dijo ‘mannaggia cane’, una palabrota. Era el loro. Cuando supe que estaba, lo fui a ver. Me gustaban los animales. En mi familia, desde chico fui el encargado de hacer los mandados a caballo. Eramos como una nueva generación de indios, todo el día a caballo”.
“Todos trabajábamos, pero quienes merecerían el monumento más grande de esos tiempos fundacionales eran las mujeres. Ellas trabajaron a la par del hombre pero sin descuidar la casa y los hijos. Vi a mujeres manejar el rastrón tirado por tres caballos. La mujer era el puntal, trabaja día y noche. Hasta hacían la ropa, porque la ropa escaseaba y las prendas terminaban siendo parche sobre parche… Recuerdo a otras mujeres valientes, como la partera Bonelli que andaba en un sulky de chacra en chacra atendiendo partos. Así nació nuestra última hermana, la única argentina. También recuerdo a otra mujer de apellido Liberati, que era como la sanadora del pueblo... Habría que hacerle un monumento a la mujer colonizadora”.
Como todos los pioneros, Benedetti no puede dejar de recordar la conducta valiente que tuvieron las mujeres de la Colonia Regina cuando llegaban los rematadores de las chacras que no podían cancelar sus créditos con el banco y la CIAC. Pero sus recuerdos van más allá de la anécdota emotiva y se posan en una región más mansa a la hora de pensar las vivencias de aquellos colonos. Benedetti habla de lo que aquellas escenas significaron entonces y de cómo aquella experiencia adquirió la densidad que sólo le da la historia.
“Como casi todos aquí, crecí odiando a la Compañía Italo-Argentina de Colonización. De alguna manera los teníamos como los culpables de todas las desgracias pero, bueno, la Compañía estaba en Argentina y todo lo que pasaba en la economía también la afectaba. Ahora, a la distancia, puedo valorar las cosas que hicieron bien. Ellos nos dieron la posibilidad de empezar otra vez, de tener una tierra. Algunos llegaban y se querían matar, no les gustaba nada… Creo que si hubiesen podido hubiesen regresado a Italia, pero ya era tarde, no podían volver… Pero, bueno, vino la crisis del ’30 y afectó muchísimo a todos. No creo que la Compañía haya hecho mucha plata con esta colonización, la verdad es que empezaron esta experiencia en una Argentina y la terminaron en otra. Y si lo miramos en perspectiva, fueron ellos los que permitieron que se colonizara esta zona del país”.
Pasó el tiempo y los Benedetti fueron creciendo a la par del pueblo y fueron echando raíces. Aprendieron el oficio de la tierra con esmero. Cada miembro de la familia aportó lo propio. Todos los hijos de Pablo y Rosa se hicieron chacareros. En un momento vivían cinco matrimonios Benedetti con sus hijos en la chacra.
Por la vida de Juan pasa toda la historia del Valle: el tiempo de la alfalfa, el de la vid y el de la fruticultura con todas sus transformaciones. Ensaya una síntesis de esta breve historia regional que encarna en su propia trayectoria. Relata que vendían la alfalfa en fardos, la llevaban al norte cuando había secas. Había años en los que valía y años en los que no. En alguna oportunidad se vieron forzados a quemar los fardos viejos para dar lugar a los nuevos, eso pasaba porque el flete era más caro que el pasto y esperaban a que cotizara mejor.
Luego cultivaron papas y pasaron a los tomates y a la vid. La superproducción de estos productos y sus crisis cíclicas, impulsaron a la familia a hacer la apuesta fuerte y dedicarse, en adelante, a la fruticultura. “Las cosas fueron llevando a los productores a la fruticultura. Muchos de nosotros tuvimos viña y, cuando nos decidimos por la fruticultura, durante años seguimos teniendo simultáneamente vid y frutales porque metíamos las plantas de peras y manzanas intercaladas con la viña. Empezamos con la fruticultura por el año ’40. Nos fue bastante bien. Planificamos y, cuando llegó el tiempo de cosechar, empecé a desarrollar otras actividades, como el empaque y el aserradero”.
Según recuerda Juan, dar el paso hacia la fruticultura no fue fácil. En primer término porque era más complejo que producir vid. “En la zona de Cinco Saltos, por ejemplo, los chacareros estaban más preparados que acá porque tenían la estación experimental. Eso les facilitó las cosas; puede parecer exagerado pero no es así. En el año ’40 había muchos inmigrantes, pero las comunicaciones no eran simples. Por eso, el hecho de estar cerca para pedir asesoramiento fue importante. Nosotros recibíamos el diario ‘La tierra’, de la Federación Agraria Argentina. Fuimos abonados a ese diario desde 1930 a 1940, así aprendíamos un poco.
”Aun así –afirma– Regina fue pionera de muchas cosas nuevas: acá se vieron los primeros riegos por aspersión del Valle. Los tuvo Galletta, que era representante de una firma vinculada a riego. Fue el primero en poner riego en la chacra de los Rotter. Todos íbamos a ver cómo funcionaba. La electrificación, el asfalto rural, fuimos los primeros en tenerlos en el Valle… Hubo un tiempo en que acá se fabricaban tractoelevadores, topadoras y cargadoras frutales y muchas cosas más. ¿Se acuerda de Crybsa? ¿Se acuerda?”, pregunta con nostalgia.
Cuando la familia empezó a tener producción, el transporte y gran parte del empaque lo manejaban los ingleses. “Con ellos me pasa lo mismo que con los de la CIAC. Cuando estaban, nos quejábamos, pero cuando se fueron nos dimos cuenta de que hacían las cosas bien… Después de que se fueron los ingleses, vino el IAPI, que ayudó en la cadena de comercialización. La venta de los ferrocarriles puso en crisis el transporte. Una crisis que sólo se resolvió en la década del ’60 cuando llegaron los camiones y la Ruta 22”.
“En el galpón de empaque – sigue Juan– tuve una máquina tamañadora que compré en La Reginense. En el año ’80 me retiré. Quedé solamente con el aserradero. Tuvimos empaque desde 1956 y hasta hace unos años. Antes de esa fecha la fruta se trabajaba en la chacra. El comprador iba con su cajones, se tamañaba a mano y se embalaba. En las chacras se hacía una enramada y allí se hacían estas labores. Algunos compradores de fruta eran de acá, como Troyano, Petrocelli, Pancani. Al principio cargábamos al lotero. El lotero era el tren especial que levantaba lotes de fruta, de la primera fruta. Nosotros la vendíamos en Zapala, hasta allá la mandábamos. Le comprábamos cajones al aserradero de Petrini y Rosina. En Zapala teníamos un amigo y él nos ayudó a vender allí. Luego vendimos al mercado de Abasto en Buenos Aires. Tratábamos con un comisionista. Tuve suerte porque encontré gente honesta con los que trabajé durante 30 años. Eran dos gallegos: Sánchez y Amat.
”El primer frigorífico de Regina fue Garmenco (de García y Menese). Nosotros, cuando empezamos, le alquilamos a ellos el frío. Luego, con Perón llegó el IAPI, que comercializaba nuestra fruta. Nos pagaban bien.”
En la chacra de los Benedetti, quedó un hijo con su familia y el resto de los hermanos fue comprando sus tierras. Juan se casó con Rina Perazzolli. Se conocieron de pequeños, pues el padre de él y la abuela de ella estaban un poco emparentados. “Mi padre –cuenta Rina–, Lino Perazzolli, vino aquí con 24 años en el año ’24. Era albañil. Vivía en Buenos Aires y vino contratado para hacer las casas colónicas. Y mi madre, María Pacher, ya estaba acá. Se conocieron y convenció a mi padre de radicarse acá. Fue así que él también se convirtió en agricultor. Tuvieron tres hijos y siempre se dedicaron a la fruticultura. Yo heredé parte de esa chacra, que mantuvimos toda la vida”.
La vida de Juan y Rina transcurrió en la chacra; aun así nunca se mantuvieron aislados de la comunidad. Tuvieron dos hijos: Juan Carlos (quien le dio dos nietos: Luca y Julieta), Gladys Mabel y gran cantidad de amigos que les dio la vida.
Juan, quien dice sentirse muy argentino, siempre fue solidario y, en la medida en que pudo, ayudó a su comunidad. “Para mí era es una obligación. Este lugar me dio todo y yo tenía que dar de mí”. Así, fue miembro del círculo trentino, socio del motoclub y el aeroclub local, trabajó en la comisión de asfalto rural, fue impulsor de la Feria del Comahue, entre algunas de las actividades que lo vinculan a una tierra que hizo suya.

ALBERTO BENEDETTI.
Nacido en Marter ( Baja Valsugana) el 7 de abril de 1914.
Llegó a la Colonia en 1928, a los 14 años, con sus padres Pablo Benedetti y Rosa Huller provenientes de la región trentina con siete hermanos.
Alberto Benedetti se casó con Inés Nervo, una trentina de Roncegno de este matrimonio nacieron cinco hijos y 18 nietos. Falleció en 1984.

martes, 15 de mayo de 2012

MIGUEL QUIJANO, GONZÁLEZ JEZZI Y LA ISLA 58.

Hoy a la tardecita me entero de la partida "rumbo al silencio" de Miguel Quijano en el día de ayer 14 de mayo sus restos recibieron sepultura en cementerio local a los 86 años.
Acompaño a su esposa Elena Caballero, sus hijos Alicia y Miguel Ángel y demás familiares. Que en Paz Descance su alma.
Y  venía transcribiendo en los tiempos libres esta iniciativa de llevar todo lo reginense a lo virtual proyecto ambicioso pero no imposible.
Hace unos días venía transcribiendo  y tomando como fuente de información lo publicado en el libro de Carlos Basabe "Calles de Tierra - Personajes e historias contemporaneas de Villa Regina (Río Negro) ARGENTINA" sobre Miguel Quijano y la Isla 58.


Del libro de Carlos Basabe "Calles de Tierra - Personajes e historias contemporaneas de Villa Regina (Río Negro) ARGENTINA"
MIGUEL QUIJANO.


En el año 1952 aproximadamente llegó a Villa Regina con su mujer Elena Caballero.
Contaba Miguel Quijano a Carlos Basabe:
"Poco antes del año 1952 yo vivía con mi padre en Córdoba, cuándo el había viajado a Europa y en ese espacio de tiempo entre Elena que estaba casada y yo nació un atractivo fascinante".
"Mi padre regresó de Europa y se enteró inmediatamente de esa relación que para aquellos años era tabú querer a una persona casada o separada, entonces el lo vio mal, ¡realmente no se porque fue!, quizá alguna alcahuetería barata o algo que yo no me enteré nunca. ¡Lo cierto es que una mañana que yo estaba sentado en su escritorio trabajando entró y me dijo como una sentencia!... ¡no te quiero ver más en casa!
"Me cayó como agua fría pensando en las consecuencias que tendría al irme de casa,..junté cosas y me largué, pasé por la casa de un amigo al que le comenté mi decisión y otro conocido viendo que no estaba demasiado preparado para largarme al mundo me hizo un ofrecimiento solapado de trabajo. ¡Tengo un hotel que justamente se me fue el encargado y ando buscando un reemplazo, creo que vos sos el indicado para ese puesto!... y allí quedé zafando de momento hasta que con la ayuda mis hermanos y amigos me trasladé a Regina junto con Elena, allí recibí algunas amenazas pero conversando entre ambos buscamos arreglar la situación de ella y entre los dos instalar un negocio de almacen y frutería que se llamó "El Hogar" alquilandole a Panelli un local en la esquina de Monseñor Esandi e Ingeniero Bicchi.
Mi cuñado Roberto Caballero alquiló una vivienda cerca de nuestro negocio, la lado de la familia Ceccón".
"Primero fue ese ramo de almacén y luego incorporamos percadería con productos que me mandaba mi hermano desde el lago Pellegrini envueltos en papel y congelado,..¡para promocionarlo lo regalábamos a clientes de la verdulería!, de esa manera comenzamos en Regina nuestra andadura, luego otros negocios hasta que un día se convocó a interesados para ocupar el cargo de Juez de Paz..., ¡en esa época el juez era Gerardo Benito. Primero hubo una selección de interesados y entre dieciocho aspirantes quedamos solo tres!, hasta que me anunciaron que el puesto de Juez era mío!".
"¡Fue toda una sorpresa!...¡tuve miedo!.., imagináte que debía asumir una responsabilidad destinta a lo que yo era!, tenía que dejar el negocio, ocupar un cargo público y no tenía idea como podía afrontarlo!..., el asunto fue que me presenté, me designaron pero esa responsabilidad me hacía daño,.. en ocasiones tenía que firmar el arresto de alguien conocido y llegaba a casa pensando si era justo mi puesto, ¿cómo puedo ser tan malo? (me preguntaba), hasta que me ayudaron a analizar mis decisiones considerándolas como una actuación de conciencia. ¡Si lo que hacía estaba de acuerdo con mi conciencia debía estar bien! Al fin y al cabo mi trabajo era como el de un sacerdote! Así estuve 18 años.

En otra parte rememoraba Miguel Quijano como la Municipalidad de Villa Regina se hizo de la Isla 58 "Perimol Huapi" como se llamaba entonces estando a cargo del municipio el Ing. Eduardo González Jezzi.
Era el año 1964 "La isla 58 apareció por casualidad!..., todos los sábados jugaba al ajedrez en el Club Social Colonia con el Ingeniero González Jezzi, ese sábado le estaba pegando un paliza bárbara y le pregunto, ¿Qué pasa ingeniero que hace una jugada como corresponde?, ¿tiene miedo o se está entregando?, ¡no Miguel me dijo, es que tengo en la cabeza un problema que no me lo puedo sacar de encima... la balsa está haciendo un embanque en la mitad del río y tengo que trasladarla por lo menos unos 200 o 300 metros río arriba o río abajo". 
"Yo en esa oportunidad estaba haciendo un trámite de un señor que había fallecido (creo que se llamaba Guerra) y era el propietario de la Isla, entonces le dije a Jezzi, ¿Por qué n ova a ver la isla de Guerra que no tiene herederos ni nada?. Terminamos de jugar al ajedrez y salimos para el río, pasamos por el frente de una casa que habitaba una señora que criaba y vendía chanchos.  Entramos a la isla a pesar que había un carte que decía "prohíbido el paso", el ingeniero miraba entusiasmado para el otro lado del río y empezó a recorrer toda la isla, volvió y me dijo ¿sabés Miguel?. ¡Esto es lo que necesitaría!, le contesté, hoy es sábado y mañana domingo usted se va a Viedma porque hay montones de interesados que se la quieren quedar!...,¡vaya y busque a Franco González que le va a hacer todos los trámites, (yo sabía que entre ellos no había una muy buena relación). ¡Bueno! Se fue el Ingeniero y tramitó las tierras con la ayuda de Franco González a nombre de la Municipalidad regresando con la aprobación de destinarlo a un balneario público y la construcción de una piscina de unos cien metros de largo para los niños que debía entrar el agua por una parte y salir por otra con renovación constante, pero nunca se pudo llevar a cabo".
Así se consiguió el terreno de la actual Isla 58 Ingeniero González Jezzi.

La Isla 58 posee un predio de casi 57 hectáreas de vegetación que bordean la costa del Río Negro, haciendo del parque el lugar ideal para paseos, caminatas, cabalgatas, pesca, remo, natación y muchas otras actividades que se desarrollan durante todo el año.
ISLA 58 - VILLA REGINA.

Desde el año 1966 le han permitido ofrecer a los reginenses y visitantes de un hermoso lugar que debemos cuidar entre todos.

domingo, 6 de mayo de 2012

HISTORIA DE VILLA REGINA.

Sobre el puente salado Julio de 1928.
Un período donde la Colonia iniciaba la conversión de
tierras vírgenes a tierras productivas.
La actual ciudad de Villa Regina nació al calor de un grupo de colonos italianos liderados por el ingeniero Felipe Bonoli, quien había adquirido 5000 hectáreas en nombre de la Companía Ítalo Argentina de Colonización (CIAC), interviniendo en la operación el Banco Francés Italiano para América del Sud.
El objetivo la colonización y puesta en producción de este nuevo espacio para inmigrantes italianos que había quedado desocupados y desguarnecidos luego de la Primera Guerra Mundial y la crisis social que produjo esta en toda Italia.
A partir de la compra de tierras comenzaron las gestiones y trabajos de división de parcelas, la posterior distribución y finalmente la radicación de inmigrantes que, a diferencia del resto de las colonias, se presentaban como un grupo homogéneo, debido a que eran en su gran mayoría italianos.
A partir de allí se definieron dos tipos de espacios: uno el rural, y otro, que inicia el proceso de urbanización, desolado, con pocas posibilidades de crear y ampliar las redes sociales.
Por eso "el vecino" venía a ocupar un espacio importante, sobre todo en la organización comunitaria. Limpiar los canales colindantes en la zona de chacra, compartir los caminos rurales, la distribución del agua, el uso de las técnicas agrícolas, fueron la clave no sólo para el mejor aprovechamiento de la producción, sinó también para iniciar nuevas relaciones con el otro. "El 7 de noviembre de 1924, el presidente de la Nación, Marcelo T. de Alvear; con el referéndum del ministro de Justicia e Instrucción Pública, Antonio Sagarna suscribió el decreto por el cual se acordó la personería jurídica a la CIAC y se autorizó a operar como sociedad anónima" (R.N. 11/11/1924). Pocos meses después comenzaron a arribar los primeros constructores de viviendas y las primeras familias de inmigrantes orientadas por el cónsul de Italia,  Vicente Tosco.
Los años 1925 y 1926 vieron convertir las tierras vírgenes en un enjambre de hombres, mujeres, niños que, con su esfuerzo físico, labraban las tierras, construían canales de riego y de desagüe, plantaban las primeras vides y levantaban sus viviendas. El progreso fue vertiginoso la Banca Nazionale del Lavoro dio un crédito para la construcción de una sala de primeros auxilios médicos, escuelas, una oficina administrativa, una iglesia, un vivero y una proveduría de alimentos. Es la época en la cual se abrió la estación de trenes Villa Regina de Ferrocarril Sud.
La economía giró en torno de la fruticultura, las industrias de conservas, la metalúrgica y algunas metalmecánica que construían implementos y máquinas agrícolas.
La crisis del 30 afectó financieramente a los colonos por el atraso en los pagos de las hipotecas de las tierras, lo que hizo que muchos abandonaran sus chacras y, algunos de ellos, retornaran a su país de orígen, mientras que otros se quedaron y lucharon por no perder la tierra productiva. En lo que respecta a la vida político-institucional, recién en 1930 la Colonia Villa Regina se transformó en Comisión de Fomento y en 1950 pasó a ser municipio. Hoy, también conocida como "La Perla del Valle", lleva su nombre en honor a la esposa del presidente Alvear doña Regina Pacini.
Así, el nacimiento de los clubes, asociaciones civiles e instituciones ayudaron a conformar los primeros vínculos sociales y políticos de la futura ciudad.
El Círculo Italiano inauguró una nueva sede en esta zona, con el propósito de difundir actividades sociales y deportivas como el tenis, la pelota paleta, la natación y el patinaje. En Villa Regina estas actividades fueron encaradas tempranamente por el Círculo Italiano fundado por la CIAC en 1926. El Club Nacional de Villa Regina (ahora Club Atlético Regina) fue fundado en 1928. En linea podemos destacar la creación en 1922 del Club Sportman Huergo, que en 1949 pasó a denominarse Club Social y Deportivo Huergo.
En esta historia se debe mencionar a la profesora Silvia Zanini quien, desde sus estudios históricos regionales, ha despertado el interés por esta parte del Alto Valle. Ella afirma que en Regina la división ideológica en materia de totalitarismos se hizo notoria, por unl ado entre los que adherian abiertamente a los ideales fascistas y, por otro, un sector de la población que enunciaba su simpatía con ideas de izquierda.
"La percepción del fascismo por los habitantes locales se orientaba hacia la italianidad, el amor a la patria natal y la propaganda ideológica que llegaba a través de la CIAC. Los lazos con Italia fueron fortalecidos a través del accionar de la comisión de formento, la FAI (Forza, Amore e Inteletto) y la "Dopo Scuola". Hacia el 30 se encontraban expresiones nacionalistas que permitieron conformar agrupaciones como lo fue la Juventud Liga de los Derechos del Trabajador, base de los futuros dirigentes y militantes del Partido Justicialista.

Se transcribe lo publicado en "Los 100 años de "Río Negro", páginas 52 y 53.
La imagen gentileza de la Sub-Comisión de Cultura del Círculo Italiano.

domingo, 29 de abril de 2012

DR. RAFAEL BAILÓN.


DR. RAFAEL BAILÓN.



Una vida ejemplar: doctor
Rafael Bailón por Franco González.

Llegó desde Tres Arroyos a Villa Regina, una pareja juvenil, que formaban Irma Sosa y Rafael Bailón, él médico, que realizaba la atención de sus pacientes conduciendo “su motito”, recorriendo las calles del pueblo y colonia reginense, y tomaron la decisión de radicarse definitivamente en nuestro suelo, supieron incursionar en la solución de las necesidades lugareñas. Ella, “Mima”, gravitó junto a su esposo, trabajando ad-honorem en la docencia, siendo vice rectora de Colegio Nacional de Villa Regina, allá por el año 1959.
El doctor Rafael Bailón, dedicado a la medicina, asumió en 1959 como director del Hospital Rural de Villa Regina. Asistí en mi condición de periodista a la habilitación de la planta alta del nuevo pabellón. Recuerdo que en dicha oportunidad hizo uso de la palabra, en nombre de la Comisión Pro-Edificio, don Vicente P. Mugnani, diciendo entre otros conceptos: “… la obra llenará una sentida y culminante necesidad, y consideraremos que ha de cubrir por ahora, las alternativas más inmediatas por la evolución y el crecimiento de nuestra población. Cabe destacar que no obstante la falta de comodidades, y el reducido lugar disponible se han atendido en las anteriores instalaciones en su consultorio externo 18.000 pacientes en el último año. El nuevo edificio fue técnicamente planificado por el ingeniero Arsenio Cechini, el hospital contó entonces con ocho salas radiantes de luz y con capacidad para 70 camas. Lo hemos dotado de calefacción mediante artefactos de gas…”
Don Vicente Mugnani entregó las llaves del edificio al Director del hospital, doctor Rafael Bailón, para iniciar su funcionamiento, el mismo tenía una superficie cubierta de 750 metros cuadrados cuyo costo fue de un millón de pesos, y se invirtieron en camas ortopédicas, amoblamientos, colchones y diversos útiles esenciales, 150.000 pesos.
Seguidamente en doctor Rafael Bailón recibió las llaves del edificio y con su verba florida nos decía: “Lo que hoy se habilita dentro de esa concepción arquitectónica, con sus grandes salas, fue ideado con miras altamente humanitarias, para que la convivencia sea solidaria y no tortura inútil, donde el reposar deje de  ser un suplicio tan tálico para transformarse en hálito bienhechor. Hasta sus muros ofrecen la diversidad de colores llenos de vida, como queriendo hacer olvidar esas viejas salas de nuestros hospitales, absurdas y crueles que hacían gala de estabilidad y cubaje sin percibir lo estrictamente funcional”.
Y dijo más adelante: “Quienes emprendieron esta obra lo hicieron en todo momento con intenciones levantadas, creyendo que las enfermedades no tienen banderías y que cuando atacan no hacen discriminaciones partidistas, y también pensando que en las grandes ciudades la defensa de la salud es una cosa casi natural por la existencia de medios, y de elementos científicos, los flagelos en el interior de la República son los más terrible que puede se para un país civilizado”.
“…Se inicia en sus funciones un cuerpo nuevo de enfermeras capacitadas moral e intelectualmente cuyo cumplimiento consiente y abnegado de su misión, tal alta y tan humana, será acción solidaria donde comprendiendo el dolor humano sepan hacer el bien por el mismo.
Para ellas y por ellos, Rúgura, Gariglio, Silvia, Rodríguez, Jorgelina Pardo, Díaz, Aguirre, Magdalena Pardo, Lescano y Santos  que al cuidar enfermos eligen en el espectáculo tan rico en matices que ofrece la vida, sus tintes más sombríos, está dirigida mi palabra de aliento”.

El doctor Bailón colaboraba permanentemente con las entidades intermedias. Y fue continuador de una de las instituciones que más ha gravitado en el aspecto social de nuestra comunidad, desde el momento de su fundación (24 de septiembre de 1948). Me refiero al Club Social Colonia,  cuando con la presidencia de don Genaro Discépola inició su actividad en un salón de la calle Reconquista muy próximo a la 25 de Mayo, surgiendo la idea de adquirir un terreno donde construirían su sede.
Intensas gestiones se realizaron hasta que lograron alquilar la propiedad de los hermanos Palandri –a partir del 17 de febrero de 1952- pudiendo adquirir la misma en el año 1960, previa venta de los terrenos que habían adquirido a don Francisco Martignoni –diciembre de 1953- y luego vendidos a don Guido Pancani, con lo que hicieron frente al pago del 50 por ciento del edificio de la actual sede, la que fue modificada en su estructura, para lograr mayor confort para sus asociados. Si bien fue loable lo realizado por don Genaro Discépola, primero, y por don Luis Meneses después, con el logro por su iniciativa, y amplia colaboración de la población, al concretar lo solicitado por don Néstor Ibargüen, de crear un Establecimiento Educacional Secundario, que hoy persiste, primero con la denominación de “Colegio Nacional” y después “Colegio Secundario Provincial N° 11”, cuya iniciación de clases fue el 19 de abril de 1954. En sus 61 años de vida, solamente siete vecinos fueron electos presidentes y sólo uno de ellos ya superó las Bodas de Plata ocupando la presidencia, ya que el doctor Rafael Bailón fue electo en la asamblea del año 1971 y reelecto en sus sucesivas asambleas, lo que hace que ha superado los 37 años de actuación.
La nómina de presidentes, desde la iniciación del Club, es la siguiente:
Años 1948 a 1950……………………..Genaro Discépola
Ano 1950 a 1955………………………. Luis Meneses
Año 1955 a 1956 ………………………. Genaro Discépola
Años 1956 a 1957 ……………………… Adolfo Ferretti
Años 1957 a 1958 ……………………… Dr. Francisco Cittá
Años 1958 a 1959 ………………………. Genaro Discépola
Años 1959 a 1962 ……………………….. Luis Meneses
Años 1962 a 1963 ………………………. Gervásio Méndez
Años 1963 a 1971…………………………… Luis Meneses
Años 1971 a 2008 …………………………… Dr. Rafael Bailón
Años 2008 y continúa a la fecha: Enrique Vásquez.
El 6 de octubre de 1996 el Club Social Colonia se vistió de gala y demostrando ser el club progresista de la ciudad, inauguró en la planta alta, un moderno “Auditorio” coquetamente engalanado con cien cómodas butacas y baños para damas y caballeros, inaugurándose asimismo un “Salón de ajedrez”. En conversación mantenida con el vecino que más años continuos llevó como presidente, así se manifestaba el Dr Rafael Bailón: “…Cuando hace 37 años, allá por el mes de septiembre de 1971, don Luis Meneses, socio fundador y por entonces y por entonces a cargo de la presidencia, me ofreció postularme a candidato a Presidente del Club Social Colonia, acepté porque ambos estábamos imbuídos de un común pensamiento: transformación, que es permanente sueño de juventud y no maquillaje: patrimonio de vejez decrépita. Quizás el haberme aferrado a una palabra dada, hizo que se fueran conjugando, rendimiento y sentido social a una obra permanente que no supo de claudicaciones.
Pero como todas las empresas contrariamente a los pozos, que se hacen de arriba para abajo, deben adoptar las características de una escalera, donde de a uno se van franqueando peldaños en pos de una meta con sentido de grandeza, así fuimos avanzando en la conjunción con todos los miembros integrantes de las distintas comisiones directivas, y la apoyatura firme, sin declinaciones, de una masa de asociados plenamente consustanciados con la tarea que nos legaron, quienes en 1948, bajo la inspiración creadora de figuras que veían que la relación aldeana de vecindad, era sobrepasada, por un conjunto que aún con características heterogéneas debían buscar en un lugar de reunión el sitio apropiado de acercamiento que diera sostén a una sociedad en permanente evolución.
Más adelante me decía el doctor Bailón: “…Nuestro mejor tributo a todos ellos debe seguir preparando el mañana y no quedar como los pueblos exhaustos dedicados a contemplar el ayer. Rompamos con estas palabras, lo tan remanido que todo tiempo pasado fue mejor con la aviesa intención de destacar que el presente será mejor que el futuro. Esa visión de mañana que nos debe marcar derroteros, nos impulsará permanentemente a viajar en primera clase, y si es posible con azafata individual, sin estar expuestos como los vagones de cola a que lo pasen por encima en la primera pendiente”. Y terminó diciendo: “… escuchemos permanente a José Ingenieros en aquellos que sólo pueden afirmar que ha vivido una generación, que deja a la que vendrá, más de lo que recibió la presente. No merecen cosechar la mies de hoy, los que no siembran las cimente de mañana”.
Es evidente que el doctor Rafael Bailón no ha escatimado esfuerzos por lograr modernas comodidades que ofrece a sus asociados, y pueblo y colonia en general, permanentemente secundado por un grupo de socios en su Comisión Directiva, que enorgullece a la institución  y que lucharon incansablemente por obtener los fondos necesarios para construir las modernas instalaciones, como Salón Confitería, en planta baja, el Salón Colonial y lugar de reuniones de la peña “Alberto J. Selva” con su cocina y parrilla, como también en la planta alta, las salas de entretenimientos, confitería, auditorio y sala de ajedrez, con la inclusión de los sanitarios correspondientes.
Es un ejemplo en Villa Regina el Club Social Colonia como club de avanzada, revolucionando lo tradicional y aportando comodidades para los socios, sus hijos y también para toda su familia.

·        Se transcribe lo publicado en el semanario La Comuna de Villa Regina “Recordemos el pasado” por Franco González en la edición Nro. 413 (19-10-2011) y edición  Nro. 414 (26-10-2011).


Nota ¡BIEN DE REGINA!: desde el  año 2008 al 2011: Enrique Vázquez fue Presidente del Club Social Colonia; en el año 2011 su hijo Fernando Rafael Bailón está al frente de esta institución reginense siendo el 8vo. Presidente.
El Dr. Rafael Bailón fue Presidente del Club Social Colonia de Villa Regina desde 1971 al 2008. Sin duda alguna era ¡EL CLUB DE SUS AMORES! por su gran dedicación personal, esfuerzo y trabajo comunitario que permitió con sus colaboradores que el Club Social Colonia sea considerada como una de las entidades representativas y a la vez importantes de nuestra Ciudad Villa Regina.
El Doctor Bailón fue un médico reconocido y mucha participación social; Director del Hospital Rural Elías Smirnoff; fundador del Colegio Médico de Villa Regina, colaborador e integrante de la Biblioteca Popular Mariano Moreno; fue Concejal Municipal durante los años 1952-1955 y Presidente del Concejo Deliberante desde 1995 a 1997.

jueves, 19 de abril de 2012

Horacio Jorge Santángelo, GLORIA BIEN REGINENSE.

Su hazaña en la Vuelta de la Manzana del ‘73 le valió el reconocimiento nacional. En el ‘98 corrió su último rally por el Argentino.
Cada abril, desde hace seis años, renace la leyenda. Hasta los que no lo conocieron escucharon su nombre alguna vez. Simples espectadores dicen haberlo visto en la pista, desvestir a un policía con la velocidad de su auto. Otros aseguran haberlo alentado en la ‘Vuelta de la Manzana del 73’, mientras que los más íntimos, cuentan anécdotas como la del ‘guanaco’ o el caballo en el medio del camino.
Los amigos y compañeros, cada vez que pueden, reviven las ‘locuras’ del ‘Gringo’ en los hoteles y viajes. Cada uno lo recuerda a su manera, con nostalgia, admiración, idolatría o felicidad.
Fue y será ‘el Horacio’ de la gente, del pueblo, de Regina y del Valle.
La leyenda nació el 13 de setiembre del 48 en la localidad de Cañadón Seco, provincia de Santa Cruz, pero siempre fue de Regina. Su inmortalidad, quedó sentenciada el 25 de marzo del 73’ cuando con su Fiat 125, postergó en la Vuelta de la Manzana, a todos los ‘grosos’ de los equipos oficiales.
Hoy se conmemora, un nuevo aniversario de su partida, hacia una carrera inigualable y eterna. Una partida, desde un lugar de privilegio, desde la ‘pole’ y rumbo a un lugar casi conocido para él. Se codeó con la muerte cada vez que aceleró a fondo, en cada curva y en cada recta. Tal vez por eso, la muerte le rindió culto, a quien nunca le tuvo miedo y entonces le regaló su nombre (calle Horacio Jorge Santángelo) al sector más peligroso del rally de nuestras tierras.., la bajada más temida y respetada por cualquiera que diga ser piloto.
«Una persona normal no puede ser campeón ni ganar, porque cuando uno arriesga tanto, se juega la vida en cada instante y atenta así, contra sus propios principios de conservación» dijo Horacio alguna vez.
Comenzó el deporte motor a los 20 años, compitiendo en el circuito de Roca con un Fíat 1500. Sorprendió con su manejo espectacular y en cada autódromo de la zona se ganó la simpatía del ambiente.
En aquel momento, se alternaban pistas de tierra con las de asfalto y fue una época en donde cada ciudad tenía un ídolo, o por lo menos un representante.
La Vuelta de la Manzana fue un clásico en su vida, ya que en la séptima edición preparó el auto con su primo y acompañante Jorge Dall’Aguirre. En esa época, eran no menos de 500 kilómetros por cada prueba y todo se hacía a pulmón y en casa.
Se largó de Viedma y el primer tramo culminaba en Roca. El equipo oficial Fíat quedó csólo con el auto de Zunino en carrera y ubicado en el cuarto puesto. El ‘team’ oficial lo convoca y el ‘Gringo’ pone sus condiciones. Ya evidenciaba sus agallas, sentenciando con aquella carrera, su vida deportiva. Muchos lo recuerdan como un fuera de serie, abajo y arriba del auto. Fue un tipo inmensamente feliz. Por lo menos era lo que demostraba y a decir verdad, Santángelo nunca ocultó nada. Frontal y polémico como pocos, vivió a su manera, no se guardó nada, dejó su sello y es orgullo de Hernán, Gustavo y ‘Juani’ (sus hijos).
Dijo también «un hombre debe tener un amigo y un amor, y yo lo tuve».
Cada lugar del ambiente ‘tuerca’ lo recordará con una sonrisa, anécdota o reflexión. La calle lo celebrará con respeto y admiración, mientras que en su hogar, Susana lo tendrá a la mesa, compartiendo el desayuno como cada mañana.
Hoy, se lo celebra como si se tratara de su cumpleaños, porque para ser justos, digamos que un 21 de abril.., el ‘Gringo’ Horacio Jorge Santángelo nació a la inmortalidad.

Al cumplirse el 6to. año de la partida física del recordado Horacio Santángelo, Diario "La Mañana Roca", publicó este artículo el 19 de abril de 2012.El recordado Horacio, junto al "Payo" Carbonari, muchas veces su compañero en el auto de carrera y "correrías".