Enero de 1932.
Recorriendo las crónicas diarias del Padre Marcelo Gardin,
escribía que: “siendo los primeros días del año 1932, tuve líos y
enfrentamientos con la policía, y a raíz de defender a los colonos contra las
arbitrariedades de los subalternos, hoy debí salir en defensa del colono
Clozza, de la 3ra. Zona, que había disparado la escopeta contra gente que
estaba robando sus animales, y había herido a uno, que era empleado del
ferrocarril.
La policía le estaba haciendo un sumario, y lo querían hacer
pasar por loco para salvar a un policía que estaba de acuerdo con el que robó.
Clozza estaba detenido. Cuando tuvo que firmar el sumario,
el colono Clozza pidió dos testigos.
Uno de ellos –dijo- tiene que ser el Padre Gardin.
Cuando llegué a la Comisaría, el Oficial sumariante y el
Comisario ya sabía que había informado lo sucedido a la Gobernación, porque
fueron avisados desde la Oficina de Correos, y me dijeron:
- ¿Por qué Padre, no se puso
de acuerdo con nosotros? Hubiera bastado un golpe de teléfono, y nos
hubiéramos entendido.
- Yo jamás me podré entender con ustedes, cuando se trata de
falsificar los hechos, tapar responsabilidades, crear imputación contra la
verdad, y contra la justicia… etc.
Afueran tocan el timbre, el sumariante sale, quedo sólo con
el Comisario y le digo:
- ¿Y usted, quién es señor?
- Soy el Comisario; Padre.
- Usted me mandó a llamar, y aquí me hace hablar como un
dependiente suyo.
¿Acaso, es mudo y no conoce el asunto? Si yo llamo a alguno
a mi casa, no le mando el cocinero para hablarle.
- Yo soy nuevo aquí, dijo el Comisario.
- Bueno, Sr. Comisario, hasta luego y lo planté.
Unos días después llegaron, un Sumariante y un Comisario,
nuevos.
Y Clozza volvió a su trabajo, pero ni él ni su mujer, podrán
olvidar el atropello y la injuria”.
Se transcribe un fragmento de lo publicado en el libro “Historia
de Villa Regina y sus Memorias” de Franco González, 2002, Imprenta Rayó,
primera edición: Villa Regina, página 163.
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