La historia del Cabaret Caballito Blanco de Villa Regina por
Carlos Basabe.
Dice Carlos Basabe en el libro “CALLES DE TIERRA”:
“¿Qué es un cabaret? ¿Qué encierran sus paredes? ¿de dónde
proviene?, ¡bueno!
Cada cuál y según su punto de vista, su mogigaterio o su
acertada opinión pondrá un adjetivo a cualquiera de estas preguntas. Para las
viejas era “un antro de perdición”, para los calaveras (denominación por
permanecer blanco como una calavera al no tomar sol de día y caminar solo la
noche), era un refugio nocturno que ofrecía varias posibilidades.
Encontrar sexo, compañía alegre y despreocupada, hacer
amigos, encontrar algún candidato para venderle un buzón, o encontrar dentro de
una “perrera o leonera policial” después de alguna trifulca entre otras cosas.
De todas maneras esta vez se le puede achacar a la Argentina
este negocio porque su origen es francés y la palabra “cabaret” según mi escasa
inteligencia quiere decir “taberna” y no es un término lunfardo ni escabroso.
Estos sitios hace muchos años atrás eran locales grandes y bien iluminados, a
diferencia de las llamadas “boites” que eran pequeñas y oscuras.
Como digo en los años cuarenta, poco más o menos habían en
Buenos Aires importantes cabarets como
el Tibidabo, Marabú, Tabarís, Royal Pigalle, Casanova, Chanteclair, Bambú,
Novelty, Charleston Montmartre, etc.
Cuando caía la noche, por las calles del arrabal de Buenos
Aires se encendía la vida generando historias efímeras o trascendentes que nos
cuentan las pasiones desenfrenadas…, por las calles de Regina, al caer la
noche, marchaba rumbo a un punto señalado el personaje de esta historia apodado
“El Araña” a cubrir su puesto de trabajo en el cabaret “Caballito Blanco”
propiedad de Laura y Rolo Lamela.
Roberto Santolari nació un veintinueve de Julio de 1943 en
Villa Malla (si no lo tengo mal registrado) Provincia de Buenos Aires y
desembarcó en Regina en el 73.
“De Caballito Blanco tengo los mejores momentos de mi vida,
¡todas las chis chis!, ¡habidas y por haber!, ¡en esos años me tomé todo!,
¡hasta la presión, me tomé!, en el cabarute estaban Rolo, Laura, El Gato Gatica
y el viejo Gurmendi (padre de Laura), en las radios ponían una propaganda que
decía “Caballito Blanco”…, veinte caras bonitas”! y no era mentira, algunas se
casaron y quedaron acá, pero recuerdo a varias como Patricia, Andrea, Yoli, la
Claudia, la Uruguaya, la Sandra y la más bonita de todas: Isabel de Córdoba!”.
“Habían muchos cabarets, mucha gente importante los escapados y los que
encontraron historias verdaderamente diferentes, médicos, farmacéuticos, gente
de bancos, trabajadores, comerciantes, todos compartieron un lugarcito dentro
de estas paredes”.
¿Porqué cerró Caballito? Porque los parroquianos se
encontraron molestos y perseguidos ¡el comisario Lobo, lo tenía podrido al
Rolo!, ¡cada noche le mandaba una o dos rondas de milicos que entraban, hacían
prender las luces y todos al centro de la pista con el documento de identidad
en la mano! El que no lo llevaba encima salía para la comisería! ¡que lástima!,
porque en esa época los cabarets fueron casi una necesidad en Regina…, ¡también
vivíamos en el Club Regina, ¡timbas, cigarrillos, humo, chupi y rumi hasta la
noche!, eso duró hasta que llegó la democracia después se pudrió todo!”.
* Fragmento de lo publicado en libro “Calles de Tierra.
Personajes e historias contemporáneas de Villa Regina (Río Negro) Argentina” de
Carlos Basabe, en páginas 85,86,87. Editorial Dunken, 2007.
¡DIGA UN NUMERO JEFE!
LOS CABARETS DE VILLA REGINA.
A partir de un escrito que hice ayer sobre Alfredo Belusi y
su actuación en el cabarute “Caballito Blanco” que funcionó en Regina hace poco
más de 30 años atrás, mi maestro bloguero Guillermo Pirri me consulta sobre
artistas que actuaron en ese santo lugar. No recuerdo los que pasaron porque
tampoco fueron muchos, “Rolo y Laura” trataban de contratar algunos tangueros
que venían de Buenos Aires en plan supervivientes, lo mismo algunos integrantes
del viejo “Club del Clan”, que recorrían el país en busca de unos mangos que
Buenos Aires le negaba. La Capital argentina era la proveedora de material
femenino y artístico, el cabaret Caballito Blanco alcanzó su máxima expresión
de atractivo sobre 1977 aproximadamente. La publicidad que empleaba por los
medios rezaba; “Veinte caras bonitas” (esa era la cantidad de mujeres que
trabajaban alegrando las noches de los parroquianos Reginenses y del Valle.
Allí se encontraban amigos, copas y una compañía agradable cada día, estaban
los habituales y los “garroneros” (aquellos que trataban de enganchar una
salida sin tener que rascarse el bolsillo.) Al gallego empleado municipal, le
ponían una canción cada vez que hacía la entrada “Paganini”, estaba el médico
que mantenía el lote femenino fuera de insalubridad, el farmacéutico que una
noche llegó la mujer y mandó un mensaje para que saliera diciéndole al
mensajero que se estaba prendiendo fuego la farmacia. El Perico que manejaba el
atmosférico, y una larga lista de gente bonita y legal. Cuando cayó de
comisario un tal “Lobo”, cambiaron las cosas para Rolo, se comentaba que este
tira se había casado con una chica de la noche y se había jurado exterminar los
antros. Le mandaba la patrulla dos o tres veces cada noche para romperle las
pelotas a la aturdida clientela que cansada de mostrar el DNI en el centro de
una pista de baile y con las luces encendidas, se iban borrando. Un día Rolo
masticó rabia y armó la bronca, el cómico lo citó a la comisaría y allí Rolo
empleando lo mejor de su protocolo le preguntó canchero; ¡”diga un número
jefe”! (alusión a una cometa) mientras hacía repicar los dedos sobre el
escritorio. El goruta de respondió, ¡el dos”!, …ese es el numero del calabozo
donde vas a quedarte de vacaciones. Así empezó la desbandada hasta que cerró
“Caballito Blanco” (veinte caras bonitas cada noche en el Regina nocturno. Otra
de las anécdotas graciosas, fué una noche en el Cabaret "Costa Azul"
que estaba cerca del rio en una chacra. Lo piloteaba Luisito Ciochetti que
tenía alma de canchero porteño. (Este Luisito desapareció de Regina y nadie
supo más nada de su vida). Una noche llego una barra de revoltosos desde
Huergo, (población vecina) y empezaron a amargarle la noche al pobre gordo,
este se aguantó hasta la hora de cerrar ya que los chicos le habían anunciado
que "ellos serían los últimos en salir". El gordo Luis, masticando una
venganza, salió escondido y les desinfló todas las ruedas del coche. Cuando
salieron los muchachos notaron las ruedas en el suelo, lo llamaron a Luis, le
entregaron un inflador de mano para que dejara las ruedas como habían llegado y
el pobre casi pierde los ojos porque cada vez que quería descansar, le apoyaban
un 38 en la azotea y lo animaban para que siguiera.
Publicado en el Sitio de Carlos Basabe “A solas con el
tango”, sábado 3 de marzo de 2012.
http://asolasconeltango.blogspot.com.ar/2012/03/diga-un-numero-jefe.html
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