"La historia reginense se conocía a partir del
segundo capítulo" dijo Pantaleone Sergi en el Hall del Cine Teatro Círculo
Italiano. "la
historia que se conocía de Villa Regina era a partir del segundo capítulo, el
de la fundación real de Bonoli, con la compra de las tierras, la creación de la
Compañía Italo Argentina de Colonización (CIAC), y la inmigración de los
colonos hasta aquí".
Fuente de información: Diario “Río Negro” 7 de noviembre de 2012.Pantaleone Sergi es un escritor, historiador y periodista del sur de Italia nacido en Limbardi, provincia di Vibo Valentia en Calabria. Esta investigación que se difunde en ¡BIEN DE REGINA! es el trabajo valioso que fuera publicado en distintos medios de investigación (es muy amplia es para leerla y re-leerla) es parte de la historia que nos faltaba conocer.
Por tradiciones orales algo se sospechaba de la vinculación del gobierno de Italia, El Duce Mussolini y Villa Regina. Los invito a leer y/o estudiar este documento importante.
La llamadas (números) fueron llevadas abajo estas contienen información que, también, es interesante.
La llamadas (números) fueron llevadas abajo estas contienen información que, también, es interesante.
Un modelo fascista de emigración italiana en
Argentina.
Así nació Villa Regina, en Alto Valle de Río Negro.
Pantaleone Sergi
1. Premisa
El día después
de la Marcha sobre Roma, el fascismo no tenía una política propia migratoria y
Mussolini no se comprometía demasiado. En una entrevista concedida dos meses
después al diario portugués «Correo de Manha», improvisando, dio respuestas
concretas: aseguró, en efecto, que una «intensa propaganda en el extranjero de los
asuntos italianos» estaba en sus planes, pero se refería a los asuntos
culturales. Y nada más1. Durante algunos años, aún, se avanzó, así, al ritmo de
la política de los gobiernos liberales, en la práctica delegada al
«Commissariato Generale per l'Emigrazione» (CGE)2 que no gozaba de una buena
reputación en las comunidades italianas en el extranjero, donde era considerado
una «chatarra» y un «chapucero»3. En ese entonces Mussolini sostenía que la
emigración era «una necesidad del pueblo italiano»4. Por otra parte, el
fascismo, recién llegado al poder, no disponía de medios para regular el
mercado laboral en el que, después de la desmovilización del ejército en 1919,
había una enorme cantidad de mano de obra desocupada que ni el agro ni la
industria estaban en condiciones de absorber. También por esto, en un
principio, prevaleció la política de siempre, llamada «libertad disciplinada»,
o mejor «burocratizada», que consideraba el fenómeno migratorio como una
válvula de escape demográfica y de equilibrio social y contemplaba la
posibilidad de aprovecharlo para crear una zona de influencia italiana en
países como Argentina y Brasil, desde el Ochocientos, interesados por los
grandes flujos migratorios5: alguien, en épocas de delirio nacional-belicista, aún
antes de la guerra colonial del Novecientos combatida por Italia en el norte de
África, fantaseaba también con la posibilidad de realizar colonias italianas
con dominio directo, a expensas de pacíficas invasiones colonizadoras de los
grandes países de inmigración.
Una nueva
preocupación del gobierno fascista (tal vez debida a una toma de conciencia) en
realidad, se advierte ya, a principios de 1923, aunque en sustancial
continuidad con el pasado. El mismo Mussolini – aseguraba la prensa italiana–
comenzó a ocuparse de la colonización italiana en el extranjero y en
particular, en Argentina, con el objetivo, entre otras cosas, de aumentar los
capitales para las empresas y el trabajo italiano fuera de Italia y constituir
un indefinido «gran sindicato», que impulsara empresas de colonización6. Esta
política de emigración, en la que se pueden entrever algunas líneas de la
futura y definitiva política del régimen, fue claramente rechazada por el
Comisario General De Michelis, en una entrevista al corresponsal de Roma del
diario colonial «La Patria degli Italiani». Todos los representantes italianos
en el extranjero, explicó De Michelis, habrían operado juntos para aumentar el
prestigio del país y defender los intereses nacionales. Mientras tanto, para
Argentina, el Comisario consideraba posible sólo una emigración agrícola pero
organizada y subvencionada por un organismo que permitiera a los colonos
arrendar o comprar tierras cultivables7.
Hasta 1927, no
adoptó su propia política migratoria drásticamente restrictiva y las
expatriaciones no fueron, en la práctica, bloqueadas por la evidente hostilidad
de Mussolini, que apuntaba a una colonización en territorios de soberanía
italiana, en definitiva, el fascismo buscó, de muchas maneras, sacar ventaja de
aquel «imperialismo de los pobres» iniciado con determinación por los
inmigrantes, por motivos económicos8. Por último, fue muy importante, el apoyo
para la primera vez de la emigración con capital público9, como fue el caso del
cual nos ocupamos en este trabajo, la colonización de una zona
deshabitada, la fundación de una colonia y de
una ciudad con
el traslado organizado de las familias de trabajadores italianos en el norte de
Río Negro, sobre la base de un proyecto decidido y financiado en Italia.
Hasta 1923/24 no
se conocían casos de emigración organizada, aunque habían habido contingentes
migratorios e iniciativas privadas que habían dado vida a pueblos y ciudades
importantes. Sólo basta pensar, por ejemplo, en los diferentes centros
habitados desarrollados por el traslado de miles de proletarios italianos en
Argentina, en la pampa gringa, y hasta en la Patagonia gracias a la
iniciativa de los misioneros salesianos que contribuyeron en la fundación de
colonias agrícolas mixtas10, o en las colonias de inmigrantes en las lejanas fazendas
brasileñas, o también en el experimento anarquista de Colonia Cecilia,
fundada en 1890 en el estado de Paraná, siempre en Brasil, sobre la base de un
proyecto de vida comunitaria que había sido inicialmente pensado para la
Polinesia11. Sin embargo, se había tratado de determinados asentamientos, a
veces, con exclusiva intención de especulación capitalista, otras veces por
razones ideológicas y políticas o de carácter espontáneo, inducidos, éstos
últimos, por la costumbre necesidad de los inmigrantes de reconstruir, en la
tierra que los acogía, un tejido de relaciones sociales en un entorno físico y
cultural similar al que habían dejado en su patria, «un país doble», en
definitiva, que los hiciera de alguna manera «sentirse como en casa». En ese aspecto,
sin embargo, había faltado «la acción directa, alerta y activa» del gobierno
italiano, ausencia lamentada ya en el Ochocientos, por su incidencia negativa
en los inmigrantes12.
El caso de Villa
Regina, que será considerado en este trabajo, es único.
Se trata de un
pueblo que «brotó como una consecuencia natural» de la Colonia Regina Pacini de
Alvear13, fundada en el Alto Valle de Río Negro, en una tierra muy fértil
rescatada de la desolación milenaria después de la «Campaña del Desierto»,
emprendida en 1879, dado el interés estratégico y económico de la Patagonia14.
Esas tierras habían sido valorizadas por una vasta obra de regulación de las
aguas de diferentes ríos, proyecto hidráulico desarrollado por un ingeniero
italiano, César Cipolletti, por encargo del gobierno argentino15. La Colonia
Regina fue, en efecto, la primera colonización italiana artificial, además «la
página más hermosa de colonización» para alguien que, en ese alejado valle «a
7000 millas de la Madre Italia», veía las más fértiles tierras italianas16. Eso
se concretó en el año 1924, como resultado del acuerdo de intereses entre el
ingeniero Filippo Bonoli y el profesor Ottavio Dinale. Bonoli, yerno de
Cipolletti, fue el autor del proyecto técnico-económico de la colonización y del
primer estatuto de la futura sociedad colonizadora y, por lo tanto, fundador
«material» de la Colonia italiana17. Dinale, en cambio, era un ex sindicalista
revolucionario amigo y viejo camarada de Mussolini18. En octubre de 1922, pocos
días antes de la toma de posesión de los Camisas Negras, había partido rumbo a América
del Sur como delegado del Partido Nacional Fascista y, como él mismo escribió,
también «en busca de fortuna»19. Una vez que Mussolini se convirtió en primer
ministro, Dinale no se limitó a hacer una «limpieza» entre los fascistas de
Buenos Aires, expulsando a muchos «indeseables» y refundando el «Fascio di
Combattimento» (1 de mayo de 1923)20, cuestión sobre la que se refirió, al Gran
Consejo del fascismo, en la reunión del 28 de julio de 1923. En los dos
períodos de permanencia en Argentina, entre 1922 y 1924, previendo un beneficio
personal, dedicó mucho tiempo para desarrollar diferentes programas de
colonización «planificada», o identificar zonas donde familias italianas
pudieran situarse sin correr riesgos de encontrar peores condiciones a las que
dejaran al partir de Italia. Especulaciones y política, por otra parte, no eran
términos conflictivos durante el primer período de Mussolini en el poder.
Como testimonio
de esta actividad «de reconocimiento» de Dinale, podemos citar algunos de sus
interesantes informes. El primero, de 1923, se refería al Valle de Río Negro y
en éste confirma un cambio ideológico radical, el ex agitador de las ligas de
campesinos consideraba a la emigración «como un hecho económico que debe ser
tratado con los criterios de la disciplina económica capitalista, en vista del
mayor rendimiento posible, Nacional, Social y privado»21. Otro informe, del 16
de febrero de 1924, de 12 páginas escritas a máquina, trataba, sin embargo, la
«posibilidad de la colonización en la provincia de Buenos Aires y la Pampa», y
un último de cinco páginas, sin fecha, se enfocaba sobre Uruguay, Paraguay y
una empresa en actividad en el este de Bolivia, una región sujeta a explotación
minera y agrícola por compañías británicas. Desestimando, finalmente,
los proyectos y propuestas de colonización en Uruguay porque no ofrecían «garantías
a una eventual emigración de agricultores», en Paraguay, en cuanto se
encontraba agotado y desorganizado luego de una reciente guerra civil, y por
último, en Bolivia, donde sólo el desarrollo de la empresa británica habría
podido reclutar trabajadores italianos, Ottavio Dinale mostró una preferencia
por las oportunidades reales que ofrecía la Argentina.
Figura que
pronto se hizo muy conocida entre los italianos de Buenos Aires (“... de larga
barba hierática y el corazón de oro, vieja alma de ardiente revolucionario de
la más pura italianidad, voluntario de nuestra guerra en edad más que madura y
fascista convencido de la primera hora»: era éste el retrato que hizo de él, el
Almanaque de 1923 de la «Patria degli Italiani», el más grande diario colonial
en idioma italiano22), Dinale, en efecto, viajó a lo largo y a lo ancho de las
provincias argentinas, y luego de verificar las condiciones de los inmigrantes
italianos, no siempre satisfactorias, sostuvo que el fenómeno de la emigración
debería haber sido «regulado y tratado con normas organizativas, capitalistas e
industriales» de manera opuesta a la que hasta entonces se había registrado en
Italia: «Es necesario reaccionar ante la inacción económica Argentina que
acepta la emigración como viene, la explota y la capacita con métodos agrícolas
atrasados; y debemos reaccionar también ante la tradición italiana que, hasta
ahora, siempre dejó partir a su mano de obra, preocupándose solamente, sin
llegar a lograr el objetivo de medidas policiales, de asistencia y de estudios sociales
y estadísticos que, sin una práctica activa, han servido para proporcionar una
buena biblioteca y una gran organización burocrática y a abandonar la costumbre
de dejar el problema en manos de los políticos y de los estudiosos, sin la
participación de la opinión pública, y a los intereses de las complejas fuerzas
económicas productoras de la Nación».
Estas críticas,
ni siquiera veladas, al CGE y a quienes llegaban desde Italia a la Argentina,
por improbables programas de colonización23, ya estaban escritas cuando el
líder fascista se había reunido con el ingeniero Bonoli y había hecho su primer
proyecto para la constitución de una «Sociedad Colonizadora Italo-Argentina de
Río Negro» con el fin de fundar dos colonias denominadas Vittorio Veneto y
Monte Grappa.
Ese proyecto,
que apuntaba a una «migración planificada» de familias italianas, especialmente
aquellas de veteranos de guerra24, en esa zona muy fértil y con muy buen
regadío, de «clima templado, seco, de los más saludables» y con «las tierras
más adecuadas para cultivos intensivos de frutas,viñas, hortalizas, plantas
medicinales, etc.»25, fue patrocinado por el ex sindicalista revolucionario.
Las opciones de
migración planificada a las cuales Dinale había prestado atención, eran
diferentes. También pensó en enviar corrientes migratorias al Valle Inferior
del Río Negro, región de clima óptimo, de buena tierra disponible y también
económicamente atractiva, que podría, según aseguraba Attilio Pastore, un
italiano que vivía en Patagones, acoger colonos italianos para emplear en el
cultivo de la remolacha azucarera o en la producción de vino26. Sin embargo,
concentró sus esfuerzos en el territorio de Río Negro27 y después de un
«trabajo abrumador y apasionado», se esperaba que la realización del proyecto
de emigración planificada, redactado por el Ing. Bonoli, diera sus «frutos» y
«beneficios»28.
Fortalecido por
su vínculo personal con Mussolini, entonces, Dinale se abocó, junto al CGE y al
Instituto Italiano para la Colonización y las empresas de trabajo en el
extranjero (INCILE), para que por cuenta del Gobierno italiano, asumieran y
financiaran, a través de bancos italianos, el proyecto que él había presentado.
La operación fue positiva y la colonizaciónse realizó con éxito pero no exenta
de dificultades.
Sobre la
fundación, históricamente bastante reciente, de la colonia agrícola, en el
presente transformada en una ciudad moderna con más de treinta mil habitantes,
todos estos elementos deberían haber sido más notorios.
La historia de
una ciudad tan joven, en efecto, está todavía viva. Para reconstruir las
vicisitudes de la Colonia Regina y de su gente, sin embargo, los cronistas y
los historiadores pudieron disponer, al parecer, sólo de una parte de la
documentación, aquella puesta a disposición por parte del ingeniero Bonoli,
quien pudo haberse liberado voluntariamente de los papeles que lo involucraran
con el Fascismo y, años más tarde, podrían haber sido políticamente
comprometedores. De este modo, la historia local, ignoró el nombre de Dinale y
su rol en la fundación de la colonia, desarrollado bajo el mandato del Gobierno
fascista italiano29. De hecho, muchas veces, Dinale mismo aseguró que él
trabajó bajo encargo de Mussolini de quién recibía las instrucciones y al que
informaba sobre los resultados. Desempeñó, finalmente, una función política,
reemplazando a los representantes diplomáticos italianos con los que se
demostró «en competencia» y que, en el caso de Colonia Regina, habría deseado
ocultar hasta el inicio definitivo del proyecto30. Solamente el diario «Río
Negro» de General Roca, el más antiguo (fue fundado como semanal en 1912) y el más
difundido en la Patagonia, por cierto, ya en 1924 mostró signos indirectos
evidenciando el apoyo de un llamado
«Club de Roma» para la colonización italiana del territorio, pero sin añadir
otros detalles31.
Por lo tanto, la
historia de Villa Regina se basó sobre la poca documentación que dejó Bonoli y
sobre el apoyo sustancial de fuentes orales directas o concretadas en
entrevistas y testimonios publicados principalmente en el diario «Río Negro»
que, para celebrar los aniversarios de la fundación de la ciudad pidió, con
frecuencia a los colonos, que contaran sus experiencias de pioneros. Sin un
trabajo crítico, sino con una verificación cruzada con otras fuentes –como lo
advirtió Carlos Schulmaister puntualmente para el caso de Villa Regina– el
recuerdo de los colonos que en algunos casos podría ser biológicamente
usurpado, determinó en gran parte lo que fuera la «historia real», producida de
manera artesanal y no contaminada, de los primeros años de la colonia32: una
historia, a menudo, es el resultante de lecturas parciales. Sin confirmación de
los archivos, así fue reconstruido un episodio de colonización por completo
argentino, que recibió, casi accidentalmente, el apoyo financiero de los bancos
italianos y también de un instituto gubernamental de Roma.
De este modo, se
escribió una historia a partir del segundo capítulo. El primero, relativo al
proyecto y a la construcción, ahora se puede escribir gracias a documentos
inéditos encontrados en el Fondo Ottavio Dinale del Archivo de la Fundación Ugo
Spirito de Roma. Sobre la base de esos documentos se revela que, gracias a la
iniciativa de Dinale, la Colonia fue querida por el propio Mussolini y
representó el primer experimento fascista de «emigración planificada», un
modelo que posteriormente, por las cambiantes condiciones políticas
internacionales y las opciones del gobierno fascista en términos de emigración
tendiente a utilizar hasta el último metro cuadrado del territorio nacional33,
se exportaría a las colonias italianas de Tripolitania, Cirenaica y de África
Oriental, donde surgieron 25 nuevos pueblos compuestos por familias de colonos
italianos34. Villa Regina, en este sentido, se puede considerar la primera de
las «Ciudades del Duce». La hipoteca política sobre sus orígenes durante quince
años la convirtió en un «enclave» italiano en la República Argentina, gobernada
con métodos y criterios fascistas que la élite habría deseado afirmar también
en las formalidades, como imponer a los niños cantar todos los días los himnos
de las Camisas Negras35. Los primeros en mandar en la Colonia fueron los
dirigentes de la CIAC, vinculados al movimiento de Mussolini, y luego,
directamente, los líderes del «Dopolavoro Littoria» que mantenían la escuela
italiana donde se inculcaba el culto al Duce36.
¿Dinale nunca vio
la Colonia Regina? Sabemos que en 1924, antes de la fundación de la colonia,
regresó a Italia donde hizo carrera y continuó su contacto con Mussolini, con
quién se reunió el 30 de diciembre de ese año.
No se tiene
noticia de un posterior viaje de él a la Argentina. Quién puede relacionar su
nombre con la colonia de la CIAC y a su vida, es el diputado argentino Nicolás
Repetto, director del periódico «La Vanguardia», órgano del Partido Socialista.
Después de recordar algunos episodios sangrientos como testimonio de la
«invasión» fascista de la Argentina, en su autobiografía el parlamentario
escribe que Dinale realizó numerosos negocios gracias al gobierno local, el más
importante «la adquisición de Colonia Regina, en la que implantó un severo
régimen de milicia fascista, que comprendía también el control de la
correspondencia destinada a los trabajadores italianos de la mencionada
colonia»37. Repetto formalizó su denuncia ante la Cámara de Diputados de la
nación y el gobierno se apresuró a desmentir38.
El hecho es que
en 1930, durante una conferencia sobre los italianos en la Argentina, celebrada
en Potenza (Basilicata), donde fue como Prefecto, el mismo Dinale reivindicó
ser uno de los fundadores de la colonia agrícola y de la ciudad, y se atribuyó
el haber completado una «difícil misión» que le confiara el gobierno, gracias
«a los fuertes corazones y rígidos músculos italianos que han hecho muy fértil
la [que] fuera una inmensa y abandonada pampa»39. En esa ocasión, para
ratificar sus palabras, el Prefecto –como recuerda el periódico de Basilicata–
hizo proyectar una película para celebrar «los logros de la mano de obra
italiana en Colonia Alvear» película en la que aparecía en varias ocasiones.
Lo cierto es que
Dinale desempeñó un rol, documentado, activo y decisivo, ya sea en el
desarrollo del llamado «Proyecto Río Negro», como en los proyectos preliminares
italianos que condujeron a la Constitución de la CIAC y, en consecuencia, a la fundación
de la Colonia Regina. Implicó a Mussolini y a su gobierno en el emprendimiento
y colaboró, sobre todo en la provincia de Treviso, también en el reclutamiento
de familias de colonos que se trasladaron a América del Sur40 y fueron
beneficiadas con un terreno para trabajar y del que se convirtieron en
propietarios, aunque después de tribulaciones, sacrificios, diversas
dificultades y largas luchas.
Si Filippo
Bonoli, con razón, fue considerado el «demiurgo genial» de la fundación de la
colonia, «única por sus resultados en el país», como lo sostuvo la legisladora
Olga Ena Massaccesi en su discurso en el parlamento provincial41, Dinale puede
ser señalado como el co-fundador, el «organizador oculto» (pero no tanto) que
se esmeró para hacer factible el asentamiento, mediante respaldos financieros y
una emigración planificada, que inscribió un total de 426 hogares rurales, 90%
italianos (el resto fueron
españoles,
yugoslavos, argentinos y chilenos). Se trató de una colonización que más tarde
sería indicada como un modelo a seguir por otras naciones.
El 19 de mayo de
1927, el ex Ministro de Obras Públicas de la Nación Ezequiel Ramos Mejía, en
ocasión de su visita a la Colonia Regina, escribió en el álbum de la
Administración ciudadana, estar «sorprendido y encantado», considerándola «como
un modelo, como un ejemplo de excelente organización». Ramos Mejia dijo
encontrar un emporio de riqueza en comparación con el desierto de veinte años
atrás: «Se la llamaría una Obra de los Romanos, pero alcanzará con decir que es
un brillante triunfo italiano »42. Concepto compartido por el padre Juan
Francisco Correa, delegado oficial del Gobierno de Madrid en la Argentina para
estudiar la situación de los inmigrantes españoles, en un memorial de la misma
época dirigido al Director General de Emigración de su país, también para el
Padre Juan Francisco, la explotación de Colonia Regina en terrenos con regadío
destinados a frutales y viñedos, constituía un «modelo de orden y de tecnicismo
»43. El delegado argentino del «Instituto Internacional de Agricultura»
Carlos Brebbia,
también entusiasmado por los resultados obtenidos, en una carta del año 1930
dirigida a Bonoli, afirmaba que para cada argentino habría sido un deber
posibilitar que «Colonia Regina pudiese ser no sólo un ejemplo con
resultados económicos evidentes que inciten a la propagación de empresas
similares, sino también un exponente de transformación de movimientos de fondos
de alcance social»44. Viajeros y estudiosos de economía agraria y de geografía
económica se han referido a este caso, calificándolo como algo único, excepcional
y ejemplar.
El territorio de
Río Negro.
A fines del
siglo XIX y comienzos del XX, en lo que entonces era el Territorio de Río
Negro, se sucedieron frecuentes y devastadoras inundaciones que afectaron esta
región situada al sur de la Provincia de Buenos Aires, una inmensa llanura con
suaves ondulaciones, «surcada por numerosos ríos y rica en lagos»45. Se
emprendieron grandes obras hidráulicas, por esa razón, después de 1899, cuando
se produjo «una tremenda inundación del río, que fue inolvidable entre los
habitantes de la región», devastó las zonas cultivadas y habitadas,
cubriéndolas de fango, y arrastrando también hombres y animales46. Fue entonces
que el gobierno argentino encargó al ingeniero italiano, Cesare Cipolletti, el
desarrollo de un proyecto general para regular el sistema oro-hidrográfico del
Río Negro con el fin de utilizar las aguas para regadío y valorizar, de esa
manera, suelos áridos y expuestos a fenómenos catastróficos naturales. El
proyecto de Cipolletti, sus estudios de regadío y sus soluciones, preveía un
sistema de diques, barreras de contención y una intrincada red de canales
artificiales para la distribuciónde las aguas, siendo aceptados en 1907 por el
gobierno argentino, llamó nuevamente a Cipolletti, en ese entonces vuelto a
Italia, para adjudicarle la realización de ésta y otras obras. Pero, Cipolletti
falleció en enero de 1908 a bordo del barco «Tommaso di Savoia», cerca del
final del viaje hacia Buenos Aires. Lo acompañaban su familia y un grupo de
ingenieros y técnicos italianos que se unirían a él en la gran empresa de
asegurar y fertilizar un territorio que, sólo después, pudiera acoger una gran
cantidad de inmigrantes y, de esa manera, ser económicamente explotado. En el grupo
de técnicos se encontraba el experto Decio Severini, jefe de ingenieros de la
provincia de Potenza, quien ya había dirigido importantes trabajos de
ingeniería hidráulica en Egipto, y el entonces muy joven ingeniero romano
Filippo Bonoli, quien habría debido ser el auxiliar de campo de Cipolletti. Severini
reemplazó al fallecido Cipolletti en el proyecto ejecutivo y en el inicio de
los trabajos y entonces regresó a Italia47. Bonoli, en cambio, se casó con la
hija de Cipolletti, Benedetta, y se radicó en Mendoza, donde, después de
recuperar una empresa metalúrgica, junto a sus cuñados Luigi y Pietro fundó una
compañía llamada «Cipolletti y Bonoli», luego reemplazada por «Cipolletti,
Bonoli y Compañía» que tenía como objeto el aprovechamiento del taller «de
estructuras metálicas, artísticas, y la fusión de hierro y bronce, trabajos de
mecánica e instalaciones de máquinas industriales» además de tener la
representación de la Turbina Calzóni así como de otras empresas del mismo
rubro48. La mente y el corazón de Bonoli, sin embargo, estaban ligados a esas tierras
del Alto Valle de Río Negro, donde en el inicio de los años Veinte, planificó
el asentamiento de una colonia agrícola. Según Bonoli, esa ya había sido la
intención del Ing. Cipolletti, quien «había tenido la visión de la obra del
brazo italiano transformador de una de las tierras más fértiles de América del Sur»,
y anhelaba «interesar al Gobierno y al capital italiano para el emprendimiento de
esta gran obra de colonización, carente de especulación »49.
Pero en esa
época, «los tiempos no eran propicios» para este tipo de colonización.
Según Bonoli,
con el fascismo en el poder, el proyecto podría tener éxito. «Dios quiera que
el Excmo. Mussolini –escribió a Dinale– pueda dedicar alguna hora de su
infatigable vida e inteligencia, tan necesarias hoy para nuestra patria, a
estudiar un problema no menos interesante que cualquier otro, para el futuro y
para la grandeza de Italia»50.
Bonoli se
refería, obviamente, a su proyecto de colonización que había encontrado apoyo
en el amigo del Duce, y pensaba a lo grande: «Imaginémonos que en un tiempo no
muy lejano puedan establecerse en el Valle del Río Negro cincuenta colonias de
2.000 hectáreas cada una, divididas en fracciones de 20 hectáreas por familia,
5.000 familias propietarias, es decir, 20.000 italianos trabajando en su tierra
con cooperativas para la venta de sus productos, para la compra de productos
italianos, con escuelas, con bibliotecas italianas...» 51. De dimensión más
pequeña es la que, en realidad,
fue Villa
Regina, considerada aún, en la actualidad, la ciudad más italiana de Río Negro,
donde en 1926 unas 1.000 personas se habían ubicado en las parcelas
asignadas52, y en 1928 estaba habitada por unos 2.500 italianos provenientes de
cada región y seleccionados por los agentes de laCompañía enviados a Italia.
Dinale atraído
por el «paisaje italiano» de Río Negro.
De aquella
inmensa región aún inmaculada, que se abría a la colonización, a la
civilización y al aprovechamiento humano, se había enamorado Ottavio Dinale, en
la búsqueda de lugares para «italianizar» con el trabajo de los colonos
provenientes de la madre patria, destinados a convertirse en dueños de la
tierra en la que se habrían ubicado.
“Sé que ese
territorio tiene un gran porvenir agrícola e industrial. De lo que veré,
mantendré informado con imparcialidad a mi gobierno, de regresoa Roma y, acaso
se abran nuevas perspectivas para la colonización, sabiendo por cierto que
encontraremos en el gobierno argentino la mejor disposición para asegurar el
porvenir de estos connacionales que emigran y aquí encuentran su segunda
patria». Con estas convicciones, expresadas durante una entrevista al diario
«El Atlántico», Dinale se aprestaba a partir desde Bahía Blanca con la
intención de ir a visitar las «ricas» zonas precordilleranas de Neuquén y de
Río Negro y las grandes regiones irrigadas.
El delegado
italiano del Fascio dijo, al mismo periódico, que estaba allí por cuenta del
gobierno de Roma, ya que Mussolini tenía la intención de «estudiar y resolver»
las múltiples cuestiones relacionadas con la emigración y la colonización en
América del Sur. «La Argentina – argumentó Dinale– es uno de los países
preferidos por Italia, razón más que suficiente para explicar mi nombramiento
para investigar sobre la real situación de este admirable país y los mejores
medios a fin de encauzar con beneficio
para ambas
naciones, las corrientes migratorias»53.
Quedan algunos
reportajes firmados por Dinale como testimonio de este viaje y publicados en el
«Popolo d'Italia», el diario fundado por Benito Mussolini y entonces dirigido
por su hermano Arnaldo, y el servicio de un diario argentino (con un análisis
gráfico podría ser «La Razón»), realizado cuando estaba por regresar
definitivamente a Italia. En este artículo, se describe a Dinale como «viejo e
íntimo amigo del señor Mussolini», encargado de una «misión de confianza del
jefe de gobierno de Roma», concerniente a la colonización italiana en la
Argentina.
Dinale, como
hemos visto, desarrolló varios proyectos de colonización, convencido que el
gobierno italiano habría debido colocar a la Argentina en el centro de su
política sudamericana y no solamente de las emigratorias.
Finalmente se
concentró en la fundación programada de algunas colonias en el Valle superior
del Río Negro, porque esa región, después de un largo viaje entre estepa y
desierto, se le apareció «con la emocionante perspectiva del paisaje italiano»,
una tierra «maravillosa» que tenía en el agua «el secreto de la fertilidad»54.
Para Dinale, el territorio tenía por delante un porvenir seguro e inmediato:
«¡Basta –explicaba con acento enfático– que aquí vengan hombres, bajo un cielo
italiano, con un sol y un clima itálicos, con una tierra que puede ofrecer
todos los productos desde el
trigo a la
remolacha, desde espárragos a fresas, desde la viña al olivo». Allí
donde terminaba
la provincia de Buenos Aires y se abría la llanura patagónica,
según la opinión
del delegado fascista, estaban «todas las posibilidades de bienestar, riqueza y
civilización»55. Y, en efecto así fue, a pesar del fracaso del emprendimiento
colonizador –paradójicamente hundido por el fascismo que también lo había
impulsado– que lanzó a los beneficiarios de la tierra, a un mar de problemas.
Opciones
políticas: la emigración como negocio.
Cuatro meses
después de su llegada a Argentina, y luego de varios reconocimientos
en otras
provincias (fue también en Chaco y Misiones), Dinale envió un informe al
gobierno de Roma sobre las condiciones que presentaba el suelo argentino para
las corrientes migratorias italianas, de lo que le dio una copia al Ing.
Bonoli, a quien había encontrado en circunstancias fortuitas y que, «por su fe
e idoneidad «56, se convertiría en su socio en la empresa. El acuerdo entre los
dos fue inmediato. Se necesitaban mutuamente. Bonoli no escatimó ni en alabanzas
ni en elogios hacia Dinale:
«Me parece ver
en usted –escribió el ingeniero– al continuador de la magna obra ideada por el
ilustre italiano, el Ing. Cipolletti, y la inmensa confianza que el mundo
entero ha depositado en el hombre que hoy rige los destinos de la nuestra
santa, adorada, idolatrada Italia (discúlpenme la expresión enfática, hace 12
años que no beso nuestra tierra) es una garantía que su proyecto será un gran
suceso»57. Bonoli y Dinale estuvieron «totalmente de acuerdo en que el lugar
ideal en donde encaminar una intensa colonización italiana es por el momento,
el valle del Río Negro, para luego
seguir los
cursos de los ríos Limay y Neuquén, hasta llegar a la Suiza Argentina,
los hermosos
lagos que señalan el límite con Chile»58.
El entusiasmo
demostrado por Dinale se fortaleció con la concreción técnico-económica de
Bonoli, quien adjuntó a la carta un primer borrador para la constitución de una
Sociedad italo-argentina para la colonización de Río Negro, a través de la
compra de «una de las más hermosas propiedades que existe en el rico valle». Se
trataba de 10.000 hectáreas de terrenos con buen nivel de riego, pertenecientes
a los herederos de don Manuel Marcos Zorrilla que su viuda Flora Labougle e
hijos estaban dispuestos a ceder a precios muy ventajosos. La propiedad estaba
ubicada bajo el trazado de la línea del Ferrocarril del Sur, entre la estación
Chichinal (hoy Chichinales)
a 1094 km. y la
estación ubicada en el Km. 1120, es decir, en una zona afectada por importantes
trabajos de regulación de las aguas y de saneamiento:
el canal
principal partía desde el dique en Neuquén y la red de canales secundarios
terminaban en la propiedad que se pretendía adquirir.
Para la
inversión a realizar, eran necesarios, de acuerdo con el primer borrador de
Bonoli, 370.000 pesos aproximadamente, por cada mil hectáreas de tierras:
100.000 para el costo original, 200.000 para realizar mejoras, 60.000 para
subsidios durante el primer año, 10.000 para el traslado de colonos (allí se
podrían asentar «cómodamente» unas de 2.500 familias de agricultores italianos,
a cada una de las cuales se preveía asignar alrededor de 20 hectáreas de tierra
para trabajar). «El fin principal – explicó Bonoli en ese primer proyecto –
sería la venta directa de las tierras a los colonos italianos, dándoles las
mayores facilidades de pago, asistiéndolos moral y financieramente»59. Esta
primera colonia debería haberse llamado Vittorio
Veneto.
Una segunda
colonia que se llamaría Monte Grappa, a continuación, sobre la base de un
proyecto del siguiente mes de mayo, se habría podido establecer en las
cercanías de la estación de Chimpay, en una parcela de más de 11.000 hectáreas,
con un frente sobre el río, de 10 km., perteneciente al Sr. Ivan Ayersa que
estaba dispuesto a cederla60.
Para completar
ambos proyectos, Bonoli presupuestaba un gasto de 1.600.000 pesos oro,
equivalente a 8.500.000 liras italianas de la época. El tiempo estimado para la
colonización de las primeras 1.000 hectáreas para cada colonia, era de dos años
y de al menos diez años, para completar todo el proyecto. Obviamente, todo
estaba condicionado por el rol que el gobierno de Roma habría asumido en el
proyecto. Por lo tanto, señalaba Bonoli:
«Si el Gobierno
italiano tomara en consideración el proyecto general sobre la colonización del
valle del Río Negro basado en el acertado informe del Prof. Ottavio Dinale y en
el estudio del suscripto, ésta sería la oportunidad para hacer un espléndido
experimento que establecería normas de incalculables ventajas para el futuro»61.
Por lo tanto, no sería suficiente el solo sostén de los bancos y
empresas por cuanto, sin determinación política, muchas veces, los proyectos
privados de colonización no se habían materializado:
se necesitaba
una alianza entre intereses económicos y conducción política62.
Como se vio,
Dinale ya se había hecho sus propias ideas acerca de las posibilidades de
colonizar con familias italianas algunas regiones de la Argentina, pero
claramente decisivo para la elección definitiva fue su encuentro con Bonoli,
quien, por iniciativa propia, ya había planeado posibles asentamientos de
familias italianas en algunas zonas de Río Negro.
Ambos tenían en
mente un tipo de emigración agrícola regulada sobre la base de pautas que
Dinale definiría «organizadoras, capitalistas e industriales »63. El exponente
fascista había tenido el modo de constatar que una gran parte de la emigración
italiana, tal como estaban las cosas, iba hacia un triste destino y se
encontraría de nuevo perdida, sin contención, también en Italia, que hasta
entonces había instrumentado una política librada al azar, al permitir la fuga
de su propia mano de obra sin preocuparse de su destino64. Todo esto, en
opinión de Dinale, podía obviarse. El proyecto de Bonoli, al menos en teoría,
garantizaba un futuro digno para las familias que hubiesen elegido
«transplantarse» en tierra argentina: los colonos serían asistidos de igual
modo hasta afincarse y transformarse en propietarios
de la tierra, a
ellos asignada. Este proyecto combinaba intereses económicos y determinación
política y seguramente habría atraído a bancos y empresas.
Dinale y las
garantías de Mussolini.
Con el regreso
de Dinale a Italia, en mayo de 1923, el experimento de emigración organizada se
perfila en sus principios básicos, que han hecho del mismo un caso digno de
atención ya desde la inmediatez de su aplicación65.
El delegado
fascista, en efecto, deja la Argentina con la fuerte convicción de regresar
pronto para dedicarse a un «fecundo trabajo de resultados positivos», como
escribió a su hijo Neos desde el barco que lo llevaba a su patria66. Una vez en
Italia, tuvo reuniones y contactos al más alto nivel con el fin de llevar a
cabo el proyecto. A principios del verano italiano fue recibido por Mussolini
que lo «abrazó con efusión romañola»67, a quien llevó también las fotos con
dedicatoria del presidente argentino Alvear y del presidente uruguayo José
Serrato68. En aquella ocasión, varias veces
recordada,
Dinale se detuvo, no solo en la organización del partido fascista en América
del Sur, sino también en los proyectos de migración organizada, en los cuales
el mismo Mussolini estaba interesado. En el libro «Quarant’anni di colloqui con
lui» (“Cuarenta años de conversaciones con él»), Dinale escribe: «Yo le relaté
entonces sobre la misión en la Argentina la que se había concluido con la
fundación de la colonia agrícola «Regina Alvear», realizada en el rico
territorio de Río Negro, irrigado por el más grande benefactor italiano de la
época, el ingeniero Giovanni (sic!) Cipolletti
»69. Con el paso
del tiempo, al reconstruir las reuniones con su viejo amigo, Dinale puso estas
palabras suyas en el contexto de la conversación mantenida en el mes de junio
de 1923, luego de su primer regreso, pero en ese entonces la colonia de Río
Negro era sólo un proyecto para el que todavía buscaba financiamientos y
apoyos. En realidad, Dinale habló en esos términos un año después, cuando se
reunió nuevamente con Mussolini y la fundación ya estaba en su fase ejecutiva,
a través de la formación de la CIAC. Sin embargo, en la primera reunión en el
Palacio Chigi, los
dos discutieron
sobre el proyecto de emigración y Mussolini, teniendo en cuenta que era «el
primer experimento de una colonización organizada con criterios sociales
modernos», aseguró que el gobierno se haría cargo de que el ejemplo fuese
«seguido en otras realizaciones», y que se habría ocupado de eso él
personalmente: Favoreceré una inmigración protegida por la madre patria, para
que los inmigrantes no se olviden de ella y anden altivos, conscientes trabajadores
italianos, orgullosos de su origen en un país extranjero»70. Y casi apoyando
tal afirmación, en un discurso pronunciado
en 1923, Mussolini sostuvo: «No es posible ignorar a aquellos que atraviesan
las montañas y se dirigen al otro lado del Océano: no se pueden ignorar porque
son hombres, trabajadores y, sobre todo, italianos. Dondequiera que haya
italianos, allí está la bandera tricolor, allí está la patria, allí está la
defensa por parte del gobierno para estos italianos»71. Al final de esa primera
conversación, el Duce confió a Dinale un mensaje autografiado para los
emigrados que, muchos meses después, fue publicado en dos columnas en una
página interna del diario colonial «La Patria degli Italiani »: «A los
italianos de América latina y por consiguiente Romana, llegue mi saludo
fraterno. Ellos representan más allá del Océano la vanguardia, los gendarmes
fieles de la Patria no olvidada y no dejada de lado. Italia marcha hacia el
porvenir! Este es el gran mensaje consolador que yo envío a los hermanos al
otro lado del Atlántico»72.
Obtenido el
apoyo del Jefe de Gobierno, el 7 de julio Dinale escribió desde Treviso a una
«Excelencia» romana (tal vez el profesor Giuseppe De Michelis, Comisario
General para la Emigración) a quien –podemos saber a través de la carta – por
medio de la Delegación de Italia en Buenos Aires, había ya mostrado desde hacía
tiempo un informe para exponer sobre la evolución «Proyecto Río Negro»
compuesto por un legajo de 19 fascículos, elaboraciones técnicas y estudios
financieros, varias cartas de apoyo, entre las cuales, una del Ministro de
Obras Públicas del gobierno argentino Eufrasio Loza, el volumen de
Cipolletti, memorias, fotografías, topografías y planos catastrales. De la
ejecución de este proyecto, Dinale informaba, se podrían «de manera legítima y
positiva esperar los mejores resultados para el bienestar de tantos
compatriotas nuestros, para el beneficio de nuestro país y para la gloria del
Gobierno Nacional presidido por el Excmo. Benito Mussolini».
Dinale trabajó
realmente «con fe y perseverancia» –como aseguró en la misma carta– con el
objetivo final de plantar «la bandera de la gran Patria Italiana» en nuevas
colonias pensadas en el continente sudamericano73. A través de los documentos
conservados, se revela evidente su gran esfuerzo para hacer de modo que el
proyecto fuese apoyado oficialmente por el gobierno fascista, y así encontrar
los medios financieros para llevarlo a buen término. No obstante, el gran
ajetreo y las consolidadas y ostentosas relaciones personales con Mussolini,
recién en octubre, el prof. De Michelis envió el proyecto al INCILE, para que
lo estudiase y fuese utilizado con el fin de procurar «el interés sobre dicho
proyecto de nuestros grupos capitalistas
y su asistencia
financiera»74. Que detrás de esa operación estuviese el mismo Mussolini, se
explica claramente en una carta en la cual Dinale informaba al Director del
INCILE: «Ya, mi gran amigo, el primer ministro –escribió Dinale usando el
nombre de Mussolini como llave maestra– se ha interesado en este proyecto y
también en presencia del Excmo. De Michelis me declaró su firme voluntad para
que este proyecto se lleve a cabo tan pronto como sea posible, porque como ya
he tenido que repetir a Su Excelencia el Presidente, será muy positivo para el
Gobierno Nacional haber impulsado eficazmente la solución al problema de la
inmigración en la Argentina»75. Era necesario poner en marcha la parte italiana
del proyecto, con los financistas adecuados, ya que en Argentina, como
aseguraba Bonoli con quien siempre estaba en contacto, los capitales para la
empresa ya estaban dispuestos. Y también había que darse prisa. En efecto,
había que renovar los preliminares de la compra-venta de los terrenos, que
Bonoli había firmado el 13 de julio de 1923, y Dinale necesitaba al menos las credenciales
oficiales en las cuales estuviese evidenciado el apoyo moral
del gobierno
italiano y la garantía de coordinación del CGE.
Aún antes de
recibir la comunicación formal del INCILE76, Dinale tranquilizó a Bonoli: se iría
para la Argentina «equipado con los poderes y la documentación para proceder a
la realización de nuestro proyecto»77, a pesar de que el CGE le había escrito
que no podía proveerle una «autorización para tratar y concluir» hasta que se
encontraran los fondos para la operación78.
El INCILE,
instituto fundado en 1920 por De Michelis como el brazo ejecutor del
Comisariado para evaluar proyectos en la llamada perspectiva económica de la
emigración, en efecto, no disponía de suficientes recursos propios y hasta
entonces se había demostrado sustancialmente incapaz de implicar a bancos,
empresarios y compañías navieras en sus iniciativas.
Precisamente en
1923, por lo tanto, Mussolini encargó a De Michelis organizar el Instituto
Nacional de Crédito para el trabajo italiano en el extranjero (ICLE), que fue
establecido por Real Decreto 1348 del 15 de diciembre de ese año. En una carta
a De Michelis, Mussolini manifestaba su intención, que evocaba ideas ya
expresadas por Dinale, de que el instituto debía «reemplazar la idea de
emigración caótica [...] por una emigración de hombres orgullosos de la fuerza
fecunda del propio trabajo; acompañar
a estos humildes
y fuertes pioneros de Italia, con técnicos italianos y capitales de Italia […];
asegurarse que el fruto de la mano de obra italiana no aumente sólo ingresos
extranjeros, sino que se transforme en fuerza promotora de la pacífica
expansión moral y económica de la Patria y esté en su economía plenamente
garantizada»79.
El ICLE, que
favoreció las inversiones italianas en el extranjero y sobrevivió también al
fascismo, resultó realmente eficiente después de la aprobación del estatuto,
mediante el decreto ministerial del 22 de octubre de 1924 firmado por el mismo
Mussolini80, y encendió las esperanzas dado que se proponía financiar, en todo
o en participación, a empresas de trabajo y de colonización81. Se trataba de
una sociedad anónima con carácter bancario presidida por De Michelis, con un
capital de 100 millones de liras
recolectado
también entre los emigrantes, que demostraría ser capaz de activar un
capitalismo financiero interesado en proyectos de colonización agrícola. El
estatuto, que, obviamente, incorporó las directivas establecidas por el Jefe de
Gobierno, tenía entre sus propósitos el de «salvaguardar de la especulación al
compatriota emigrado, asegurándole mayores recursos para el desarrollo de cada
una de sus actividades, y para preservar la custodia y el destino de sus
ahorros»82.
Las
circunstancias y el modo de constituirse del ICLE, inducen a suponer que se
formó y fue modelado para responder al menos en lo inmediato, a las necesidades
del «Proyecto Río Negro», un proyecto que se concretó justamente entre los años
1923 y 1924, período en el que se formó la Compañía Italo-Argentina de
Colonización (CIAC), con la participación de los bancos italianos y compañías
navieras. En efecto, el ICLE, comprometió en la operación al Consejero Vincenzo
Tasco, ya en mayo de 1925, y encauzó la propaganda colocando avisos en los
diarios de la comunidad, con el fin de recaudar capitales83 para asegurar que
con «con el ahorro reunido entre los mismos emigrantes, tenía que fomentar el
empleo de mano de obra y la colonización»84. Los residentes italianos en la
Argentina, que ya en 1924 habían suscripto 90 millones en comparación con los 200
de la Sociedad Italcable, respondieron también positivamente a esta operación
financiera con varios millones de liras85 beneficiando las inversiones del ICLE
que en América Latina fueron dirigidas también «a empresas
constructoras
con fines especulativos» mas adelante desviados a Europa y a las colonias
italianas de África86.
De cualquier
modo, el ICLE abrió en una oficina en Buenos Aires87 para seguir de cerca la
creación de la primera colonia en Río Negro. El Instituto dio prueba inmediata
y concreta de «estima, confianza y apoyo» al programa de CIAC concediéndole
–tal como figura en la Memoria del balance societario de 1925– un crédito de
cinco millones de liras88, contribuyendo de esta manera «para financiar la
mayor obra de la colonización italiana en el extranjero»89 de la cual el CGE
ratificó la paternidad en el informe al gobierno de 1926, señalándola como la
obra, única, que tenía práctica actuación sobre la base de la nueva política
migratoria adoptada90.
El compromiso
paralelo de Bonoli.
Al trabajo de lobbying
realizado en Italia por Dinale, correspondió un compromiso similar en la
otra orilla del océano por parte de Bonoli, a quien el exponente fascista había
recomendado discreción. Casi por tomar la iniciativa y después de «muchos esfuerzos»,
el 13 de julio de 1923 Bonoli logró «hacer un Boleto provisorio de
compra» por 5000 hectáreas de la sucesión de Don Marco Zorrilla, tierra fértil,
muy cercana al Ferrocarril del Sur91. Y no se detuvo allí. El ingeniero romano
–contrariando por esto
a Dinale – a
continuación, tomó la iniciativa de interesar al Ministro de Italia en Buenos
Aires, el conde Giuseppe Colli di Felizzano, que ya había recibido un pedido de
informe del CGE. El diplomático, por recomendación de Bonoli, llamó la atención
del gobierno «en la necesidad de tomar una decisión sobre el Proyecto Dinale,
teniendo en cuenta que era «bueno y factible», después de un análisis efectuado
también por el Consejero de la emigración, Tasco, más tarde muy cerca de la
sociedad colonizadora92.
Las noticias que
llegaban desde Italia, a través de la Delegación, para Bonoli no eran
reconfortantes a pesar de las garantías recibidas por el «socio» Dinale. «Se
había pensado –escribió el ingeniero en un detallado «Memorándum» que, de
hecho, se convirtió en la herramienta básica para el trabajo de promoción que
llevaría a la constitución de las sociedades colonizadoras– que el Gobierno
italiano, ya sea directamente o sea interesando a cualquier consorcio de bancos
nacionales, habría podido financiar la operación propuesta, pero por las
noticias recibidas por la Delegación seconsideró por completo imposible la
realización de esa posibilidad»93. No se puede saber en que medida fuesen
verídicas las informaciones recibidas
por vía
diplomática y, por tanto, fuese justificado el pesimismo de Bonoli.
Muy
probablemente, él actuaba sin tener en cuenta las garantías que Dinale,
de cualquier
modo, había recibido de CGE, de INCILE y directamente del mismo Mussolini, en
la necesidad de abordar la inminente caducidad de la opción de las tierras de
Zorrilla. El hecho es que Bonoli por una parte, juzgaba imposible la
intervención de Italia, pero por otra, –en el mismo documento– asumía «la
participación de las instituciones bancarias», que el CGE, como había asegurado
Dinale, se había comprometido a hacer participar: «Es lícito pensar –escribió–
que los bancos italianos se interesen en el problema de la colonización
intensiva, facilitando la transferencia a la República Argentina de las
familias colonizadoras seleccionadas en las regiones italianas más avanzadas en
el regadío de los cultivos»94.
Así, sin esperar
el anunciado regreso de Dinale, que el 29 de noviembre de 1923 partió desde
Génova con la nave Príncipe de Udine, y con la consigna de Mussolini –como se
lee en los diarios– para hacer frente a los programas de inmigración en América
del Sur95, dos días antes, en una sala de la Delegación italiana, Bonoli
explicó el proyecto a los representantes de los cinco bancos italianos que
operaban en Buenos Aires (Banco Francese e Italiano per l’America del Sud,
Banca Commerciale Italiana, Credito Italiano, Banco de Italia y Río de la
Plata, Banco Italo-Belga). «El vencimiento de la opción de compra de la
propiedad de Est. Chichinales, que
es el mejor bajo
todo punto de vista –afirmó en un italiano «contaminado» por muchos términos en
español– ha precipitado las cosas y heme aquí delante de ustedes para
exponerles el proyecto, seguro que, convencidos de la bondad del negocio, no
dejarán de prestarle el mayor apoyo»96.
Bonoli fue
convincente. La reunión en la Delegación inmediatamente dio los resultados
deseados. El primer experimento italiano de inmigración artificial en una zona
desértica, pero rica en agua, para cultivar y mejorar, encontró los primeros
patrocinadores en la Argentina. El 30 de noviembre, de hecho, Bonoli renovó la
opción de compra de las 5.000 hectáreas pagando a cuenta, la suma de 50 mil
pesos a los herederos Zorrilla. Pero, más importante aún, como resultado de esa
reunión, fue la formación de un Sindicato promotor para la creación de la
Compañía colonizadora97. Los bancos italianos no se echaron atrás, todo lo
contrario. El consorcio bancario
recaudó
1.000.000 de pesos en cuotas de 200.000 que fueron suscritas por la Banca
Comerciale Italiana (BCI), el Banco de Italia y Río de la Plata y el Banco
Francés y Italiano para la América del Sur (Sudameris), otros 200.000 pesos
fueron pagados por las empresas navieras (Navigazione Generale Italiana,
Transatlantica Italiana, Cosulich, Lloyd Latino), 100.000 de Lloyd Savoia y
otro tanto por «destacados» comerciantes e industriales de la comunidad
italiana en la Argentina, entre quienes estaba el futuro presidente de la
sociedad, Héctor Valsecchi.
La operación
financiera era evidentemente manejada desde Italia, y no es difícil intuir que
el interés de los diferentes bancos y los empresarios haya sido el resultado de
la acción de Dinale sobre el Duce y la CGE, que a su vez, presionó sobre la
colectividad italiana de Argentina. Entre los bancos reunidos en consorcio para
apoyar el proyecto, asumió un papel de liderazgo la BCI, que desde hacía muchos
años estaba interesada en el mercado de América del Sur, donde tenía una
presencia consolidada, a
través del
Sudameris que, dentro de un sistema crediticio conformado étnicamente98,
se dirigía
principalmente a la colonia italiana. Pocos años antes, en 1919, la BCI había
participado también con una importante suma en el capital del Banco de Italia y
Río de la Plata, el viejo banco de los inmigrantes99, participación que terminó
en 1922, dejando así, solamente a Sudameris, la función de actuar como un polo
de unión de las iniciativas financieras en toda la América Latina. La BCI, sin
embargo, en los años siguientes, también mantuvo relaciones estrechas con el
Banco de Italia yRío de la Plata100.
¿Dinale fuera
del proyecto?
Las fuentes
disponibles no se pronuncian sobre el papel desempeñado por Dinale después de
su regreso a la Argentina. Es evidente, sin embargo que, a medida que se
reforzaba la atención del gobierno fascista y del CGE respecto a la
Argentina101, su figura y su rol en el proyecto para la colonia artificial en
Alto Valle del Río Negro que, llevaba incluso su nombre, se disipaban con el
paso de las semanas.
En su segunda
estadía en América del Sur, mientras el proyecto estaba en marcha como él lo
había diseñado, construido y apoyado también con el Duce, Dinale fue capaz de
ampliar el ámbito de interés en el campo de la emigración, mediante el
desarrollo de nuevos programas de colonización en otros territorios. Dinale ahora
pensaba también en «reforzar» las colonias existentes con la llegada de nuevas
familias de Italia. Éste fue el caso, por ejemplo, de Colonia Alvear, en las
cercanías de Mendoza, donde se detuvo en marzo de 1924. Después de visitar
tierras cultivadas y terrenos baldíos, Dinale se reunió con los italianos de
allí y el alcalde de la colonia,
explicando su
idea de hacer llegar 200 familias a esa zona. Después de la reunión en el Hotel
de Paris, el 18 de marzo de 1924, fue elaborado un documento firmado por los
colonos italianos, reunidos para «escuchar las palabras del Prof. Dinale y el
programa del Gobierno italiano en relación a la emigración», que estuvieron de
acuerdo en el hecho que el proyecto expuesto constituyese «un elemento seguro
de riqueza para los que vinieran y de prosperidad general para la Colonia
Alvear». Dinale también quiso conocer la opinión de los presentes sobre las
actuales condiciones climáticas
y sobre la
productividad de la tierra y, por tanto, «la conveniencia de llevar a los Italianos
a Colonia Alvear»: todos estuvieron de acuerdo, entusiasmados con la
perspectiva de aumentar la presencia italiana en la colonia102.
Nada fue hecho,
a pesar que el administrador de la Sociedad Anónima «Colonia Alvear» hubiera
tentado de convencerlo de la bondad de la operación, absolutamente más barata
que la de Río Negro103.
Entretanto, sin
embargo, había desarrollado otros proyectos de colonización en las áreas de
Mendoza y Río Negro, que habría hecho llegar a Mussolini ilustrándoselos
también, con la presentación de filmes. Estos proyectos habían sido recibidos
con gran satisfacción por parte de la opinión pública de la capital argentina,
ya que darían un fuerte impulso a la colonización agrícola, más que necesaria
para el desarrollo del país, y él se sentía profundamente comprometido en
llevarlos a cabo, tanto que en una
entrevista
declaró querer dejar la política para dedicarse exclusivamente al problema de
la emigración104. «Para sostener el desarrollo de la colonización en este país
–como afirmó Dinale dejando la Argentina– el gobierno italiano tiene en vista
dos propósitos fundamentales: el primero, evitar que muchos inmigrantes
italianos, desorientados y carentes de recursos, se aventuren en el interior de
la República y se conviertan en miserables vagabundos, despreciados y
explotados, a quienes luego se denomina «linyeras»; y el segundo, evitar,
igualmente, que buena parte de dichos emigrantes terminen en manos de
terratenientes o intermediarios explotadores que
sólo atinan a
utilizarlos como instrumento insensible para la valorización
de sus
campos»105.
Pero la
iniciativa de la colonia rionegrina pasó a manos del Sindicato promotor que
tomó los primeros capitales de los inversores. «Río Negro - confesaba a la
familia, en una carta de fecha 30 de marzo de 1924, tras un largo viaje– ha
sido medio una decepción, pero ya está hecho, por lo que Mussolini me envió un
telegrama hace tiempo que si lo llevaba a término – la repetición, Neos –
«tendrás lujo merecido del país y de mí». Y ahora lo he merecido. Todo lo demás
funciona bien y son tres o cuatro cosas por las que se multiplicará el mérito
por mil y no me dará sólo mérito»106.
La constitución
de la CIAC y la fundación de la Colonia Regina.
La CIAC comenzó
a operar mucho antes de constituirse oficialmente y obtener el reconocimiento
del gobierno argentino, abriendo su sede en la calle Cangallo 500. El terreno
identificado fue sometido a rigurosas investigaciones para verificar si
realmente ofrecía excepcionales condiciones para los colonos. Los representantes
de los bancos, las autoridades y los técnicos querían constatar personalmente
la situación, participando en una serie de visitas. El diario «La Razón», dando
cuenta de la «inspección» y solicitando a las autoridades nacionales facilitar,
por cualquier medio, la feliz realización de la empresa, destacó que «el
proyecto de este género de
colonización, en
el que interviene por primera vez la banca italiana, se considera un gran
progreso para esa zona y para el país»107.
El 31 de marzo
de 1924, Bonoli, gracias a las relaciones con el Director General Giuseppe
Zuccoli que, estando en Buenos Aires, fue interesado en la iniciativa por el
Ministro de Italia, trasladó la escritura de compra-venta firmada con los
herederos de Zorrilla al Banco Francés e Italiano para la America del Sud
(Banque Française & Italienne pour l’Amérique du Sud), que asumió la misión
de apoyar la formación de la Compañía, encaminando las actividades
preliminares. Y ya el 27 de mayo, Emilio Bignami, brazo derecho de Bonoli y
primer inspector de la CIAC108, fue a Río Negro
para examinar el
estado de los terrenos adquiridos. En Río Negro el proyecto
de colonización
fue recibido con entusiasmo. «La iniciativa que, contando con el Commissariato
para la emigración de Roma, tiende a colonizar vastas extensiones de nuestro
país con agricultores italianos, aporta inapreciables elementos nuevos al
progreso del país, valorizando de paso la obra del capital privado allí donde
el estado fracasa», escribió el diario «Río Negro», muy crítico en lo que
respecta al gobierno nacional y al régimen latifundista, contrario a la
inmigración europea109. El periódico,
efectivamente,
añadió: «Confiesa el ministro de Agricultura que casi nada se ha hecho para
colonizar y que el estado sólo dispone de tierras susceptibles de cultivo en la
zona subtropical del Norte y en algunos valles de la Patagonia. Todas las
tierras buenas de la zona templada están acaparadas y sus dueños pueden, a su
antojo, arrendar, subdividir y vender sin importarles un comino lo que el gobierno
piense ni lo que al país le convenga».
Afortunadamente,
concluye la larga nota, «nos dan un ejemplo los italianos con su excelente
iniciativa en Río Negro, demostrando así que un feroz egoísmo se esconde detrás
del régimen latifundista que se opone, por simple inercia, a los avances de la
inmigración europea».
De nuevo Bonoli,
alma del proyecto, el 7 de julio siguiente, dirigió al Presidente de la CIAC,
el milanes Héctor Valsecchi110, su primera declaración con el programa
detallado de las obras consideradas estrictamente necesarias de realizar en el
primer año, en la colonia rionegrina, desde la distribución de tierras hasta la
creación de la cooperativa agrícola para los implementos agrícolas111. Esta
relación, como se ha señalado con razón, «muestra claramente la visión, el
temperamento y la capacidad de los hombres que crearon las bases para el
crecimiento y desarrollo de este valle del Río
Negro».
112. Cuatro días después, la Compañía se formó oficialmente con una
ceremonia en la Cámara de Comercio Italiana de Buenos Aires, bajo los auspicios
de la Real Embajada, y a la que asistieron representantes del gobierno
argentino
113.Que se trataba
de una empresa económicamente atractiva y potencialmente rentable, no hay duda.
Como lo indica claramente en el artículo 4del Estatuto, ésta tenía la intención
de «promover y favorecer la colonización en el territorio de la República
Argentina, tratando que los colonos lleguen a ser propietarios de las tierras
que trabajan, guiando sus actividades y prestándoles la mayor asistencia
moral», una colonización de tipo socialista, así como la habían diseñado Bonoli
y Dinale
114.Le correspondió
a Valsecchi, presentarse nuevamente, el 9 de octubre siguiente, frente a los
bancos y a los empresarios, representantes de la colectividad italiana (también
asistieron el Consejero Tasco y los Cónsules de Buenos Aires y La Plata) y
destacadas personalidades Argentinas, para ilustrar los objetivos y el programa
inmediato de la sociedad y proponerles suscribir una ampliación de capital de
un millón de pesos, aprobado el día anterior por el Directorio de la Sociedad,
de conformidad con el Estatuto que preveía el capital para emitir, de 3
millones de pesos (unos veinte millones de liras). La reunión tuvo lugar en la
sede de la Cámara de Comercio
Italiana en
Buenos Aires y había sido solicitada a finales de septiembre por el Embajador
Aldrovandi, a fin de que los emprendedores italianos en Argentina secundaran el
proyecto, que necesitaba de relevantes capitales, y también porque era visto
«con la mayor simpatía por el R. Gobierno»115.
Los resultados
fueron más que alentadores. Además de rentables, porque determinó la sucesiva
afluencia de capitales frescos y la entrada de nuevos accionistas en la
estructura de la empresa, la reunión fue particularmenteútil para definir el
calendario y las modalidades de la «operación Río Negro», sobre la que insistió
el embajador Aldovrandi, solicitando la atención de los participantes
sobre los nobles objetivos de la CIAC: «Una compañía que inspirándose en
propósitos tan altos, y que, apoyada por estudios concienzudos, logre capacitar
al inmigrante italiano para obtener, inmediatamente después de su llegada a la
Argentina, las condiciones más favorables para el desarrollo feliz de su
actividad, no puede más que ser bien visto por el gobierno italiano, y por lo
tanto, repito, la Compañía Italo- Argentina de Colonización puede contar con su
simpatía y su apoyo»116.
Fue fundamental,
en esta ocasión, la intervención del presidente Valsecchi, convencido de que si
hubiesen operado desde los primeros años dela emigración italiana, empresas
italianas como la CIAC, a los emigrantesse les habrían evitado sacrificios
inútiles y desengaños. La tarea de la sociedad era justamente esa: hacer lo que
nadie había hecho por los colonos italianos, es decir, su defensa moral y
material. Por esta razón, la CIAC se proponía como una empresa comercial, pero
no especulativa, y los detalles expuestos en el plan de colonización de Río
Negro estaban allí para demostrarlo.
De todos modos,
la sociedad estaba en condiciones de comenzar de inmediato su propio programa
teniendo a disposición «una propiedad de 5.000 hectáreas de tierra
fertilísima», que habría sido repartida en pequeñas parcelas de 10 a 15
hectáreas. «La Compañía –aseguró Valsecchi– alambrará cada uno de estos lotes,
construirá una casa y dará el terreno al colono, ya en parte desmontado,
nivelado, arado y con la irrigación, en fin, en condiciones para ser
inmediatamente cultivado»117.
Valsecchi, por
último, aseguró a los potenciales inversionistas que la CIAC era una empresa
capaz de garantizar una compensación adecuada al capital, y anunció que el
ingeniero Bonoli, nombrado director, cada tanto se trasladaría a Río Negro para
vigilar de cerca los trabajos y el desarrollo posterior de la colonia.
No obstante,
antes del reconocimiento oficial por parte del gobierno, la compañía comenzó a
operar en los terrenos adquiridos. De hecho, los trabajos
se iniciaron el
23 de octubre: en esa fecha fueron levantadas una pequeña
cabaña de madera
y dos carpas para acoger a los primeros en llegar.
Fue la primera
célula del futuro centro urbano. «Establecida de inmediato una modesta
instalación para el abastecimiento de los alimentos –recordó Bonoli– pronto
comenzó el estudio para el trazado de calles y división de lotes, al mismo
tiempo que se verificaron las medidas que figuraban en el instrumento de
propiedad»118.
Quince días
después, el 7 de noviembre, gracias también a las relaciones de Bonoli con el
primer inquilino de la Casa Rosada y su personal, facilitadas por el cuñado
Emilio Cipolletti, activo militante de la Unión Cívica Radical119, el
Presidente de la República, Marcelo T. de Alvear, firmó el decreto largamente
esperado, permitiendo a la CIAC operar en las generosas tierras de Río Negro.
En homenaje a la esposa del presidente, una cantante de ópera, hija de un
italiano pero nacida en Portugal, la colonia, para la cual Dinale y Bonoli
habían elegido el nombre de Vittorio Veneto,
se llamó Colonia
Regina Pacini de Alvear, conocida muy pronto como Colonia Regina.
120. Empezó,
entonces, a través del Banco de Italia y Río de la Plata y del Banco Francés e
Italiano para la América del Sur, la oferta de suscripción de 10.000 acciones
de 100 pesos cada una, por un total de 1.000.000 de pesos, que terminó con
éxito, mucho antes del 31 de diciembre de 1925, fijado como plazo. La compañía
confiaba «de poder colocar el primer grupo de 100 familias antes del siguiente
mes de marzo de 1925»121, y más aún,
antes del inicio oficial, había preparado 95 lotes y firmado 50 contratos.
La
capitalización fue un éxito también por el apoyo del diario «La Patria degli
Italiani», que inicialmente había mantenido un extraño silencio.
Sólo el 24 de
noviembre, de hecho, el periódico, por lo general más atento a registrar todos
los eventos relacionados con la comunidad, publicó una larga nota para definir
la iniciativa, significativa pero modesta, explicitando reservas en relación
con «algunas divergencias entre las ideas que el periódico había expresado en varias
ocasiones y los programas de la CIAC». Según «La Patria», entonces, tres
millones de pesos eran bien poca cosa, y representaban un capital insuficiente.
Tampoco, en opinión del
diario porteño,
la colocación de trescientas o cuatrocientas familias de agricultores habría
resuelto el problema de la colonización italiana en Argentina122.
Aunque la
iniciativa estaba destinada al éxito, ya que la empresa estaba representada por
un Consejo de Administración formado por personasque, solas, brindaban «la
mejor confianza para el éxito más brillante»
123.La actitud
escéptica y contradictoria del diario, sin embargo, cambió muy pronto, sin
duda, por presiones empresariales, siendo, en verdad, órgano de la colectividad
italiana, pero también expresión de la élite económica de la emigración.
Después de anunciar el inicio de la emisión de las acciones.
124. Con una serie
de artículos firmados por el Dr. Domingo Borea, directivo del Ministerio de
Agricultura de Argentina, no sólo no mostró más, cierta perplejidad,
sino que promovió con tenacidad el proyecto que se convertiría en un «éxito y
un ejemplo»
125. En apoyo de la CIAC,
además, el diario intensificó su atención. Recogió las declaraciones del
Presidente Valsecchi, regresado a Buenos Aires el 22 de diciembre, después de
un viaje relámpago a Italia, donde se había reunido con autoridades y recibido
la aprobación para el proyecto, que confirmó la participación directa de
Mussolini. Por consiguiente, publicó una entrevista de De Michelis, que
aseguraba el apoyo del CGE a la empresa. En el contexto de lo que hoy
definiríamos como una ofensiva mediática, en marzo de 1925, la CIAC organizó
una excursión a Río Negro, guiada por Valsecchi y Bonoli, para ilustrar a
periodistas, empresarios y autoridades diplomáticas sobre los «excelentes
resultados» obtenidos en la Colonia Regina, situada en una de las «regiones más
privilegiadas del mundo» donde el trabajo de realización del proyecto era
«intenso» y el progreso «rápido y admirable »
127. Al enviado de «La Patria»,
que escribió dos largos artículos elogiosos, la colonización italiana en Río
Negro apareció como una empresa formidable: «La tierra liberada de la
vegetación silvestre y despejada» presentaba «un aspecto muy
atractivo», la organización era un modelo, la dirección impecable, racional y
muy eficiente.
Hasta el 31 de
diciembre de 1924, en efecto, unos 40 «pioneros» italianos provenientes
principalmente de localidades vecinas, como había sugerido el mismo Bonoli para
acelerar el trabajo, se habían asentado en las tierras de la CIAC. Y el 5 de
marzo siguiente, en presencia del embajador Aldrovandi, del presidente
Valsecchi y otros notables italianos, llegados desde Buenos Aires, Colonia
Regina se inauguró oficialmente en un acto al que también asistieron
autoridades de la Argentina128.
Fueron meses de
trabajo febril, aquellos que siguieron al decreto presidencial y a la formación
del capital, tanto para las familias beneficiarias, que poco a poco llegaban a
la Colonia, en algunos casos, atraídas también «por el encanto de la publicidad
de las manzanas de esta tierra», que porgrandes carteles publicitarios tentaron
a muchos trentinos
129, como para los
mismos técnicos de la CIAC dedicados al diseño y a la contemporánea construcción
de cercados, caminos, canales de riego adornados con árboles, plantaciones de
álamos, tamariscos y juncos y todo lo necesario.
Vinieron
primeramente cinco familias de Sicilia, y luego siguieron otras de Friuli y así
sucesivamente. A finales de 1925, ya se habían establecido 87 familias
italianas (29 de Véneto, 25 de Le Marche, 13 de Sicilia, 9 de Piemonte, 5 de
Toscana y una de cada una de las siguientes regiones:
Abruzzo,
Calabria, Lombardía, Puglia, Cerdeña y Umbria). Otras 7 familias eran españolas
y 4, argentinas130. A cada familia fue asignada una casa de dos o cuatro
habitaciones, construidas con ladrillos de barro cocido o bloques de cemento y
arena. Todas estaban cubiertas con hojas de zinc corrugado apoyadas sobre
listones de álamo.
En la Colonia se
cultivaba de todo: hierbas medicinales, avena, maíz, guisantes, frijoles y
legumbres, patatas, viñedos y árboles frutales. Se experimentó enseguida,
también, el cultivo del arroz, dada la abundancia de agua en todo el Valle.
El pueblo de
Villa Regina, así fue el nombre oficial después de 1930131,
se desarrolló en
paralelo con la llegada de los colonos agrícolas y, a continuación,
artesanos,
comerciantes y profesionales, según la necesidad. El mismo Valsecchi había
puesto la construcción de la ciudad como un objetivo prioritario de la CIAC: «Fomentaremos
–garantizó a los inversionistas– la rápida formación del pueblo, centro de
nuestra colonia, dotándolo de todos los recursos y medios materiales y morales
que nos será posible obtener, y haciendo surgir, mediante oportunos acuerdos
con el Gobierno Argentino, el Consejo Nacional de Educación, el F.C. del Sud,
con los Padres Salesianos, etc., escuelas, servicios sanitarios, Iglesia, lotes
experimentales,
etc., etc.»
132.
En la colonia se
necesitaba de todo. En 1925, algunos obreros italianos dieron vida a una
industria para la fabricación de puertas y ventanas, por supuesto muy activa en
una realidad con gran crecimiento edilicio, y otros habían presentando una
solicitud para la construcción de edificios destinados a carnicería, panadería
y mercería. En el mismo año comenzó a funcionar una escuela italiana. No había
aún una Iglesia. Su construcción, en albañilería, comenzó el 4 de abril de
1926, en medio de la profunda emoción de la comunidad, como escribió «Caras y
Caretas», publicando, el 8 de mayo, un artículo y algunas fotos de la
ceremonia, que contó con la presencia del Encargado de Negocios italiano en
Buenos Aires, Ernesto Koch y el habitual Vincenzo Tasco, en ese momento Cónsul
General. Fue terminada en 1927 y, desde el año siguiente hasta 1937, fue cura
el misionero salesiano Marcelo Pío Gardin
133. Tampoco había un puente que
uniese la ciudad con el campo y la estación de tren; en 1926, se habilitó una
pequeña estación, sumamente modesta (enfrente surgió enseguida un hotel), pero,
al año siguiente, fue reemplazada, «como resultado del importante desarrollo»,
por otra estación llamada «Villa Regina», constituida por un bonito edificio
cercano.
La escuela y la
posada, que ya existían en 1925, en opinión de Bonoli eran dos edificios útiles
para dar ya una idea del futuro pueblo. Un par de caminos ya estaban trazados y
arbolados, con la plaza principal a la entrada de la Colonia, las que iban
delante de la primera y la segunda estación, en cambio, debían ser ubicadas:
«Permanece inalterada nuestra opinión –escribió Bonoli – acerca de las óptimas
perspectivas que presenta la venta de solares, pero la limitación a las 4
manzanas del extremo, ha sido razón suficiente para no haber podido efectuar –
hasta hoy – venta alguna. Necesitaría eliminar esta restricción y autorizar la
venta de solares, también en
la manzanas más
vecinas a la futura estación reservando, sólo para más tarde, ciertos puntos
determinados»
135.
La aprobación
del plano general del «Pueblo Regina Alvear», elaborado por la CIAC136,
resolvió varios problemas. El lugar elegido para construir la nueva ciudad
estaba situado entre una barda, al norte y un brazo del Río Negro, el Río
Salado, encimado contra el terraplén del ferrocarril (km.1106, estación Regina
Alvear), sin embargo, pronto resultó insuficiente para las necesidades137.
Creadas, de hecho, las primeras infraestructuras, distribuidas las primeras
1.300 hectáreas, y sumando 130, las familias beneficiarias, Villa Regina se
desarrolló al mismo ritmo de otras ciudades
gemelas del Valle,
y se convirtió en la sede de las principales compañías agroindustriales
138.
La estructura de
«ciudad de fundación», la construcción de los edificios y el crecimiento del
centro urbano se produjeron con características típicamente
italianas como
habían imaginado Dinale y Bonoli. También el gobierno de la ciudad tuvo
características italianas y fascistas. Villa Regina, por ende, fue una ciudad
italiana. En todos los sentidos.
138
1 S. Marraffa di
Lungarini, Mussolini e l'emigrazione. Intervista a un giornale portoghese, en
«La Patria degli Italiani», 7 de enero de 1923. El diario italiano de Buenos
Aires publicó la mayor parte de la entrevista al colega portugués.
2 Annunziata
Nobile, Politica migratoria e vicende dell’emigrazione durante il fascismo,
en «Il Ponte», XXX, 11-12, 1974, págs. 1322-41. Véase, también, Philip V.
Cannistraro, Fascism and Italian Americans, en Renzo De Felice (comp.), Cenni
storici sulla emigrazione italiana nelle Americhe e in Australia,
Franco Angeli, Milano 1979, págs. 125-42; y además: Ornella Bianchi, Fascismo
ed emigrazione, en Vanni Blengino, Emilio Franzina, Adolfo Pepe (comp.), La
riscoperta delle Americhe. Lavoratori e sindacato
nell’emigrazione
italiana in America Latina, 1870-1970, Nicola Teti Editore, Milano 1994, págs.
96-114. Y, finalmente: Matteo Pretelli, Il fascismo e gli italiani
all’estero, Clueb, Bologna 2010.
3 Emigrazione
e burocrazia. Il movimento migratorio in Argentina, en Almanacco de La
Patria degli Italiani, 1923, Appia Editrice, Buenos Aires 1923, pág. 430.
4 Benito
Mussolini, Scritti e discorsi, vol. III, L’inizio della nuova politica (28
ottobre 1922 – 31 dicembre 1923), Hoepli, Milano 1934, pág. 97.
5 João Fábio
Bertonha, Emigrazione e politica estera: la «diplomazia sovversiva» di Mussolini
e la questione degli italiani all’estero, 1922-1945, en «Altreitalie», n.
23, juliodiciembre 2001.
6 Colonizzazione
italiana in America, en «La Patria degli Italiani», 13 de febrero de 1923.
7 Renzo
Sacchetti, La politica dell'emigrazione dell'indirizzo [sic!] del
nuovo governo, en «La Patria degli Italiani», 27 de febrero de 1923.
8 Emilio
Franzina, Gli italiani al Nuovo Mondo. L’Emigrazione italiana in America,
1492-1942, Mondadori, Milano 1995, págs. 178-80.
9 Ludovico
Incisa di Camerana, Il grande esodo. Storia delle migrazioni italiane nel mondo,
Corbaccio, Milano 2003, pág. 259.
10 María Andrea
Nicoletti e Pedro Navarro Floria, Un proyecto de colonización Italiana en
Patagonia: Domenico Milanesio, SDB y su opúsculo «Consigli e proposte agli
emigranti italiani alle regioni patagoniche dell’America del Sud» (1904), en
«Ricerche Storiche Salesiane», n. 45, 2004, págs. 327-361.
11 Isabelle
Felici, A verdadeira história da Colônia Cecília de Giovanni Rossi, en «Cuadernos
AEL», n. 8-9, 1998, págs. 9-64.
12 Gerolamo
Boccardo, Spontaneità ed artificio nell’espansione coloniale, en
«Giornale degli economisti», enero 1886, págs. 23-36.
13 Ulderico
Tegani, La Colonia Regina, Iniziative italiane in Argentina, en «Le vie d’Italia
e dell’America Latina», 4 de abril de 1930, pág. 350.
14 Nicolino
Castiello, La fase pioniera del popolamento nella Valle del Rio Negro
(Argentina), en «Studi e ricerche di geografia», 17, 1994, p. 71-118.
15 Cesare
Cipolletti, Estudios de irrigación. Rios Negro y Colorado, Est.
tipográfico de la Revista técnica, Buenos Aires, 1899.
16 Giovanni
Borsella, Gl'Italiani del Rio Negro, en «Il Mattino Illustrato»
(Nàpoles), 21-28 de octubre de 1929.
17 Nacido en
Roma, el 22 de mayo de 1883, hijo de un ingeniero hidráulico que trabajó en el
servicio de Agua Potable en la capital italiana, Filippo Bonoli se graduó en
ingeniería, en su ciudad natal. De espíritu inquieto, se insertó en el grupo de
ingenieros italianos, contratados por el Gobierno argentino, que habrían debido
trabajar dependiendo del ingeniero César Cipolletti, en la realización de
grandes proyectos hidráulicos en el norte de la Patagonia. Pero Cipolletti
murió durante la travesía poco antes de llegar a Buenos Aires (enero de 1908).
En el mismo año, Bonoli se casó con su hija Benedetta y se instaló en Mendoza
donde, junto a su cuñado, se hizo cargo de una compañía metalúrgica. En 1920, se
trasladó a Córdoba donde se desempeñó como director local de la Compañía
angloargentina de electricidad comprometiéndose, al mismo tiempo, en la
creación de varias obras públicas. Tres años más tarde, se trasladó a Buenos
Aires, donde comenzó a proyectar colonias en Río Negro. En la Capital Federal,
se reunió con el fascista italiano Ottavio Dinale. De esta asociación nació el
proyecto de una colonia en Río Negro y, por tanto, la Compañía Italo-Argentina
de Colonización (CIAC), de la que Bonoli llegó a ser
Director,
trabajando para el desarrollo de Colonia y del centro urbano Villa Regina hasta
1931, cuando dejó el trabajo porque no estaba de acuerdo con la actitud
vejatoria de la sociedad con respecto a los cesionarios. De vuelta en Buenos
Aires, en 1940, fue encargado, por una importante empresa norteamericana, para
redactar un proyecto de colonización en Bolivia y, como presidente de la
«Socobo», cerca de La Paz, instaló una colonia agrícola para el cultivo de
productos agrícolas subtropicales. Después de haber dirigido, en 1946, una
empresa de obras públicas, volvió a ocuparse de proyectos de inmigración.
Techint le confió estudios agro-industriales para proyectos a realizar en Bolivia,
y la Panedile Argentina en 1952 le encargó colonizar con familias italianas una
superficie de 6.000 hectáreas en la provincia de Jujuy. En años posteriores,
trabajó para el gobierno de Bolivia, donde planificó obras de irrigación y
colonización, y en 1956, en Colombia, donde desarrolló las estrategias para la
colonización europea del país. Murió en 1967, a los 84 años, mientras trabajaba
en el enésimo proyecto de colonización en Senillosa. Está enterrado en Villa
Regina. Se pueden encontrar interesantes, aunque parciales, informes biográficos
de Bonoli en: Franco González, Hechos y Realidades Reginenses, Imprenta
Las Grutas, Las Grutas 2009, pags. 26-28; y en Dionisio Petriella, Sara
Sosa Miatello, Diccionario Biográfico Italo-Argentino, Associazione
Dante Alighieri, Buenos Aires 1976, ad vocem.
18 Para una
biografía de Dinale, véase Archivio Fondazione Ugo Spirito (AFUS), Roma, Fondo
Ottavio Dinale (FOD), Scatola 2, Curriculum vitae di Ottavio Dinale (texto
muy incompleto del cual sería autor el interesado). Ver también: D. Fabiano, Ottavio
Dinale, Dizionario Biografico degli Italiani, Istituto dell'Enciclopedia
italiana, ad vocem. http://www.treccani. it/enciclopedia/ottavio-dinale
(Dizionario-Biografico)/ y, finalmente, Romano Guatta Caldini, Ottavio
Dinale, una vita sulle barricate, en «Rinascita» (Diario de izquierda
nacional), 17 de diciembre de 2008. El Fondo Dinale fue consultado antes del reordenamiento,
por consiguiente los signos de archivo son sólo indicativos. Todos los documentos,
cartas, telegramas, informes y recortes de periódicos citados a continuación, a
menos que se indique de otra manera, son parte de ese Fondo.
19 Ottavio
Dinale, Quarant’anni di colloqui con lui, Ciarrocca, Milano 1953, pág.
92. Dinale llegó a Buenos Aires también con la consigna aceptada «en
consideración de la finalidad de interés patriótico y del particular interés
nacional», de «hacer propaganda a favor de la Feria de Milán» en Argentina,
Chile y Uruguay (véase Carta Credencial del Presidente de la Feria de
Milán, 9 de octubre de 1922).
20 Ronald
Newton, El fascismo y la colectividad italiana en la Argentina (1922-1945), en
«Ciclos», V, 1995, pág. 370. Sobre la organización del fascismo italiano y
sobre la «tentación fascista» en la Argentina, véase también: Leticia
Prislei Los orígenes del fascismo argentino, Edhasa, Buenos Aires, 2008.
21 Citada en Relazione
dell’ing. Filippo Bonoli al prof. Ottavio Dinale delegato del Partito Nazionale
Fascista, Colonizzazione italiana nella Valle del Rio Negro Repubblica Argentina,
Buenos Aires, mayo de 1923.
22 Almanacco de La
Patria degli Italiani cit., pág. 10.
23 Dinale
criticó la iniciativa del diputado popular Teófilo Petriella, ya que «militando»,
según él, encargos oficiales, pero en la práctica actuando en nombre de «no se sabe
cuales cooperativas de Benevento» habría querido llevar familias Campanas sobre
terrenos empobrecidos arrendados en la Pampa, en los parajes Luan Toro,
estación de ramificación del ferrocarril del Oeste. El proyecto que Petriella
«repitió donde sea y lo declaró en los periódicos» preveía que cada colono
debiera tener su «linda casita», cosa que para Dinale, entraba en el campo «de
lo absurdo y de lo fantástico»: véase Relazione di Ottavio Dinale: «Le
possibilità di colonizzazione in Provincia di Buenos Aires en ella Pampa»,
16 de febrero de 1924. Otro proyecto de colonización, aprobado por la Confederación
General del Trabajo, por los Sindicatos fascistas y por otras organizaciones obreras,
fue propuesto por el general Enrico Caviglia, quien, luego de una visita a la Argentina,
interesó también el CGE (ver Progetti di colonizzazione italiana in America,
en «La Patria degli Italiani», 6 marzo de 1923).
24 Relazione
dell’ing. Filippo Bonoli al prof. Ottavio Dinale, mayo de 1923, cit..
25 Marcello
Conti, La nostra emigrazione organizzata nell’Argentina. La Compagnia Italo
Argentina di Colonizzazione, en «L’Agricoltura coloniale», a. 22, 1928,
pág. 87.
26 Attilio Pastore a
Ottavio Dinale, Patagones, 9 de febrero de 1923.
27 Dinale a
«Eccellenza», Roma, 7 de julio de 1923.
28 Dinale ai
familiari, Buenos Aires, 30 de marzo de 1924.
29 Véase: Franco
González, Historia de Villa Regina y sus memorias, Imprenta Rayó Villa
Regina 2002; Esther L. Maida, Inmigrantes en el Alto Valle del Río Negro,
PubliFadecs, General Roca 2001, págs. 91-135; y también: Silvia L. Zanini, Colonia
Regina P. de Alvear: un caso de colonización italiana. Origen de los
inmigrantes y causales predominantes del proceso. Ponencia en el
Primer Congreso Regional de Historia «Los italianos en la Patagonia», Neuquén,
1989.
30 Bonoli a
Dinale, Buenos Aires 24 de agosto de 1923. Bonoli responde a una carta de desaprobación
de Dinale, y justifica la razón – la impaciencia de ver avanzar el proyecto – por
el que se había dirigido al Ministro de Italia en Buenos Aires.
31 Liliana
Lolich, Villa Regina, en Ramòn Gutiérrez (a cura di), Hábitat e
inmigración. Nordeste y Patagonia, Fundación Cedodal, Buenos Aires 1998,
pág. 97.
32 Carlos
Schulmaister, Critica a los modelos estereotipados y no democráticos de la memoria
colectiva, en «Historia Antropología y fuentes orales» (Barcelona), 27, 1,
2002.
33 Benito
Mussolini, Scritti e discorsi, vol. VI, Dal 1927 al 1928, Hoepli, Milano
1934.
34 Riccardo Mariani,
Fascismo e città nuove, Feltrinelli, Milano 1976; Antonio Pennacchi, Fascio
e martello. Viaggio per le città del Duce, Laterza, Roma-Bari 2008.
35 En «Impulso»
(Bahía Blanca), n. 11, mayo de 1929, cit. en Osvaldo Bayer, Severino Di Giovanni:
el idealista de la violencia, Editorial Legasa, Buenos Aires 1989, pág.
393n.
36 Alberto
Kleiner (comp.), El Antisemitismo en la Argentina, vol. 2. Informe confidencial
de las actividades Nazis en la Argentina redactado por la Comisión Contra
el Racismo y el Antisemitismo de la Argentina, 1943, Instituto
Hebreo de Ciencias, Buenos Aires 1985.
37 Nicolás
Repetto, Mi paso por la política. De Roca a Yrigoyen, Santiago Rueda editor,
Buenos Aires 1956, pág. 268.
38 Diario de
sesiones de la Cámara de Díputados, vol. 1, Imprenta del Congreso de
la Nación, Buenos Aires 1927, pág. 166.
39 Il
giornalista Ottavio Dinale parla de «Gl’Italiani in Argentina», en
«Giornale di Bas40 El 31 de agosto de 1924, el diario socialista Avanti!,
equivocando sobre el destino de los emigrantes, lo acusó de querer reclutar a
miles de familias del Véneto, en la provincia de Treviso, para asignarlas a las
fazendas brasileñas.
41 Provincia de
Rio Negro, Diario de sesiones, Legislatura, Reunión XVI – 12a. Sesión
Ordinaria, 2 de
noviembre de 1993.
42 Las palabras
expuestas por el señor Ramos Mejía, se muestran en: Roberto Edmundo Hermann, La
Colonia Regina. Un modelo di colonización en el valle superior del Río Negro,
Imprenta de la Universidad, Buenos Aires 1930, pág, 16.ilicata» (Potenza,
Italia), 10-11 de mayo de43 Los emigrantes españoles en la Argentina, en
«Revista Católica de Cuestiones Sociales» (Madrid), a. XXXIII, n. 388, abril
1927, págs. 257-58.
44 Archivo Particular
de Franco González, Villa Regina (de ahora en más «Documentos Bonoli»), Carlos
Brebbia a Bonoli, Buenos Aires, 23 de octubre de 1930. Agradezco a González
por los documentos puestos a mi disposición.
45 Territorio
del Rio Negro, en Almanacco cit,, pág. 426.
46 Roberto
Guarnieri, I grandi lavori d’irrigazione e l’agricoltura nella vallata
superiore del Rio Negro, en Almanacco cit., pág. 436. 1930.
47 Los trabajos
– como recordó el ex ministro Ramos Mejia durante su visita a Colonia Regina –
fueron inauguradas en 1910 por el presidente Figueroa Alcorta, ejecutadas bajo
la presidencia de Sáenz Peña y, después diez años de suspensión, terminadas por
la voluntad del Presidente Alvear. Éstos han permitido el riego de más de
55.000 hectáreas de tierra y los consecuentes asentamientos humanos del
territorio con la construcción de 12 estaciones de tren y 9 centros urbanos,
algunos de los cuales llevan el nombre de valientes técnicos italianos
dedicados a la recuperación de las tierras.
48 Archivo
General de la Provincia de Mendoza, Protocolo 1.072, F. Álvarez, 1913, t. 1, f.
9, escritura n. 6, 18-01-1913; y también: Ivi, Protocolo 1.076, F. Álvarez,
1913, t. 5., f. 1472, escritura n. 612, 12-11-1913. Cit. en: Eduardo Pérez
Romagnoli, Inmigrantes italianos y actividades inducidas por la
vitivinicultura: el taller de Carlos Berri en la Provincia de Mendoza, en
«Mediterranea – Ricerche Storiche», V, 13, agosto 2008, pág. 378.
49 Relazione dell’ing. Filippo Bonoli al prof.
Ottavio Dinale cit..
50 Ibidem.
51 Ibidem.
52 Helmer Key, The new colonial policy, Methuen
& Co., Londres, 1927, pág. 116.
53 Con el
profesor Ottavio Dinale, en «El Atlantico», s.d., recorte.
54 Ottavio
Dinale, Dalla Valle Superiore del Rio Negro. Paesaggio italiano. I miracoli dell’acqua,
en «Il Popolo d’Italia», febrero 1923, recorte s.d.
55 Ottavio
Dinale, Dalle rive del Rio Negro in Patagonia, en «Il Popolo d’Italia», recorte
s.d. Con la frase «maravillosa región del Río Negro tiene cielo de Italia y la fertilidad
de todos nuestros productos agrícolas», Dinale resumió sus impresiones también en
la revista política «Gerarchia», fundada y también dirigida por Mussolini (id, Gli
italiani in Argentina, en «Gerarchia», II, 9 de septiembre de 1923,
pág. 1211).
56 Dinale a
«Eccellenza», Roma, 7 de julio de 1923.
57 Bonoli a
Dinale, Buenos Aires, 30 de marzo de 1923.
58 Ibidem.
59 Filippo Bonoli, Anti-proyecto
para la formación de la Compañia Colonizadora Italo- Argentina del Rio
Negro, abril 1923.60 Progetto di massima per la costituzione della
«Sociedad colonizadora Italo- Argentina del Rio Negro – Colonias
«Vittorio Veneto» e «Monte Grappa», Buenos Aires, mayo 1923.
61 Ibidem.
62 Nicolino
Castiello, Emigrazione dal sud in Argentina, en «Mélanges de l’Ecole
française
de Rome. Italie et
Méditerranée», T. 112, 1. 2000. págs. 401-414.
63 Relazione
di Ottavio Dinale: «La possibilità di colonizzazione in Provincia di Buenos Aires
e nella Pampa», 16 de febrero de 1924.
64 Ibidem.
Dinale estaba impresionado por la inestabilidad de los colonos, la explotación efectuada
sobre los trabajadores golondrina «que vivían en miserables chozas de barro»sancho",
de la gran marea de peones, entre los cuales, los más desesperados, según él,
eran los llamados»linyera», grupos de vagabundos que derivan su nombre por el
atado de trapos en el que cada uno llevaba sobre sus hombros todas sus
pertenencias.
65 En la «Review
of the River Plate» («Revista del Río de la Plata) del 16 de abril de 1926, por
ejemplo, hay un informe sobre la compañía colonizadora y sobre el modelo de colonización.
Cit. en H. Key, The new colonial policy cit.,
pág. 116.
66 Dinale al figlio
Neos, desde el barco «Cesare Battisti», 12 de mayo de 1923.
67 O. Dinale, Quarant’anni
di colloqui con lui cit., pág. 93.
68 Giorgio Pini
e Duilio Susmel, Mussolini, l’uomo e l’opera. II. Dal fascismo alla
dittatura (1919-1925), La Fenice, Firenze 1955, pág. 316. Serrato, quien
guió el Uruguay desde 1923 hasta 1927, era hijo de un inmigrante de Giustenice,
de la provincia de Savona (Italia).
69 O. Dinale, Quarant’anni
di colloqui con lui cit., pág. 95.
70 Ibidem.
71 Mussolini, Scritti
e discorsi cit. pp. 97-100. Sobre el discurso de Mussolini (Il problema dell’immigrazione),
véase también : Celestino Arena, Italiani per il mondo, Alpes, Milano
1927, p. X; y también Giuseppe De Michelis, La politica nazionale dell’emigrazione,
en «Gerarchia», IV, n. 10, 1925, págs. 629-632.
72 L'on.
Mussolini agli italiani dell'America Latina, en «La Patria degli Italiani»,
20 de diciembre de 1923.
73 Dinale a
«Eccellenza», Roma, 7 de julio de 1923.
74 Il Direttore
Generale dell’INCILE a Dinale, Roma, 12 de octubre de 1923.
75 Dinale al
Direttore Generale dell’INCILE, Treviso, 14 de octubre de 1923.
76 Il
Direttore Generale dell’INCILE a Dinale, Roma, 19 de octubre de 1923.
77 Dinale a
Bonoli, Treviso, 14 de octubre 1923.
78 Il Commissario
Generale dell’Emigrazione a Dinale, Roma, 13 de octubre de 1923.
79 Lettera di
Mussolini a De Michelis, referida en L’Emigrazione italiana negli anni 1924
e 1925, Relazione sui servizi dell’emigrazione presentata dal
Commissario Generale, Roma, 1926.
80 Atti
relativi alla costituzione dell’Istituto nazionale di credito per il lavoro
italiano all’estero ( I.C.L.E. ), G. Antinoro, Roma, 1924.
81 Renzo
Sacchetti, L'Istituto nazionale di credito per il lavoro italiano
all'estero, en «La Patria degli Italiani», 18 de julio de 1923.
82 Para tales
compromisos programáticos, el ICLE fue sostenido y alentado también por la
Iglesia. Los juicios sobre la actividad del Instituto, sin embargo, fueron a
menudo muy críticos. Véase, por ejemplo, Francesco Balletta, Il Banco di
Napoli e le rimesse degli emigranti 1914-1925, ISTOB, Napoli
1972; y también: Umberto Tomezzoli, La inadempienza della I.C.L.E. e
un diniego di giustizia, s.n., San Paolo 1938. Tampoco en la Argentina, el Instituto
logró grandes resultados.
83 Documentos
Bonoli, Vincenzo Tasco a Bonoli, 3 de junio de 1925. Tasco también es recordado
por la abjuración repentina del fascismo (véase Federica Bertagna, La patria
di riserva. L’emigrazione fascista in Argentina, Donzelli, Roma 2006, pág.
177): caído Mussolini, no dudó ni un momento en renegar de su fanática adhesión
al régimen que lo había empujado para ir como voluntario al África Oriental
Italiana, donde se enmarcó en la «Parini Legión», «un contingente que incluía
mutilados de la Gran Guerra, hombres ancianos e italianos lejanos de su tierra
y de las artes militares». (Hernan Capizzano, La
Campagna in
Africa Orientale del 1935-1936 e i volontari italoargentini, www.regioesercito.it/reparti/
mvsn/volarg.htm), mantenida al margen del conflicto, pero deseada por el
régimen con fines de propaganda (véase Angelo Del Boca, L’Africa nella coscienza
degli italiani. Miti, memorie, sconfitte, Mondadori, Milano 2002,
págs. 95-109).
84 Luis O.
Cortese, El Fascismo en el Club Italiano. Buenos Aires (1922-1945), en «RiMe»,
n. 6, junio 2011, pág. 421: un aviso clasificado apareció también en el
«Boletín» del Club Italiano de Buenos Aires, donde había sido escasa la
adhesión al fascismo.
85 Marcelo
Conti, La nostra emigrazione organizzata nell’Argentina. La Compagnia Italo Argentina
di Colonizzazione, en «L’Agricoltura coloniale», 22, 1928, pág. 88.
86 M.R. (Maria
Rosaria) Ostuni, Giuseppe De Michelis, Dizionario Biografico degli Italiani,
Istituto
dell'Enciclopedia italiana, ad vocem. Véase: http://www.treccani.it/enciclopedia/
giuseppe-de-michelis_(Dizionario_Biografico)/
87 Eugenia
Scarzanella (a cura di), Fascistas en América del sur, Fondo de Cultura
Económica,
Buenos Aires 2007, pág. 181.
88 Las
inversiones de ICLE en la Argentina fueron, de hecho, todos destinados para la CIAC,
y hasta 1944 ascienden a 13 millones de liras. Véase: ASMAE, Ministero Affari Esteri,
Affari Politici, 1931-1945, b. 40 Argentina, Di Stefano, Relazione sugli avvenimenti
politici e sugli interessi italiani in Argentina, 1 agosto de 1944.
89 Guido
Valensin, Scelta di scritti, Vallecchi, Firenze 1950, pág. 111
90 L’Emigrazione
italiana negli anni 1924 e 1925 cit., págs. 289-290.
91 El Boleto de
compra-venta ha sido reproducido en Diego López, Villa Regina. Ayer y Hoy, s.n.,
Villa Regina 1978 (publicación en conmemoración del 54º aniversario de la fundación
de la ciudad), cit. en E. L. Maida, Inmigrantes en el Alto Valle del Río Negro
cit., pág. 98.
92 Bonoli a Dinale,
Buenos Aires, 24 de agosto de 1923.
93 Documentos
Bonoli, Memorandum sobre la Compañía Colonizadora del Río Negro, 10 de
noviembre de 1923.
94 Ibidem.
95 Rappresentante
del fascismo nell'America del Sud, en «La Patria degli Italiani», 30 de
noviembre de 1923. Dinale llegó a Buenos Aires el siguiente 17 de diciembre
96 Documentos
Bonoli. Esposisione fatta dall’ing. Bonoli nella Regia Legazione d’Italia a
Buenos Aires, 27 de noviembre de 1923. El texto, traducido al español, se
publicó también en el quincenal «El Ciudadano» de Villa Regina el 30 de
noviembre de 1962 y se repite en el volumen de González, Historia de
Villa Regina cit., págs. 20-26.
97 Documentos
Bonoli, Bonoli a Franco González, director del períodico «El Ciudadano», Buenos
Aires, 23 de octubre de 1961.
98 Giandomenico
Piluso, Le banche miste in Sudamerica: strategie, mercati, organizzazioni (1905-1921),
en «Archivi e Imprese», n.18, 1998, pp. 245-289; Id., Le banche miste in Sudamerica:
strategie, mercati, organizzazioni (1906-1933), en «Liuc Papers n. 7, Serie
Storia Impresa e società 2», marzo 1994.
99 Había sido
fundado en 1872 por empresarios argentinos de origen ligur y por algunos bancos
italianos (Banco di Genova, Banco di Deposito e Sconto, Banco Italico). Véase Banco
de Italia y Río de la Plata, Cien años al servicio del país 1872-1972, Frigerio,
Buenos Aires 1972, pág. 26.
100 Roberto Di
Quirico, Le banche italiane all’estero, 1900-1950. Espansione bancaria all’estero
e integrazione finanziaria internazionale nell’Italia degli anni tra le due
guerre, European press academic publishing, Fucecchio (Firenze) 2000.
101 De febrero a
octubre de 1924, se llevó a cabo en América del Sur el crucero del jerarca
Giovanni Giuriati, acreditado como Embajador Extraordinario en una misión diplomática
especial destinada a consolidar las relaciones económicas; y en la primera mitad
del año fue reforzada la presencia diplomática italiana en Buenos Aires: ya en
abril, el confiable Luigi Aldrovandi Marescotti, conde de Viano, había reemplazado
al liberal Colli di Fellizzano como ministro de Italia, con gran desacuerdo de
la comunidad italiana.
El 25 de junio,
Aldrobrandi fue nombrado embajador, y el 29 siguiente presentó sus cartas credenciales
al Presidente Alvear. Después de la elevación de la Delegación al rango de Embajada
(la propuesta había sido hecha en diciembre de 1922 por el Ministro de Relaciones
Exteriores argentino Ángel Gallardo), en agosto llegó a la Argentina también el
veinteañero, príncipe heredero Humberto de Saboya, recibido en el puerto de
Buenos Aires por más de cien mil italianos y celebrado tanto por la comunidad
italiana como por las autoridades de la Argentina, el Presidente de la
República a la cabeza con manifestaciones que tuvieron amplio eco en Italia
también (véase, por ejemplo, las fotos publicadas por el semanario «Il Mattino
illustrato» de Nápoles, en los números 34 y 35, respectivamente, 29 septiembre-6
octubre de 1924 y 6 – 13 de octubre de 1924).
102 Documento
firmado por colonos italianos, Colonia Alvear, 18 de marzo de 1924.
103 Sociedad Anónima
«Colonia Alvear» a Dinale, Buenos Aires, 13 de mayo de 1924.
104 Se dará
gran impulso a la colonización agrícola italiana en nuestro país, en «La Razón»,
recorte s.d. La reunión se produjo, sin embargo, en mayo de 1924, a la víspera
de la salida definitiva de Dinale para Italia, donde pronto volvió a la
actividad periodística.
105 Ibidem.
106 Dinale a
la familia, Buenos Aires, 30 de marzo de 1924. De hecho, como recompensa
por lo que hizo en la Argentina, el Duce, apenas le fue posible, lo nombró Prefecto
de la recién constituida provincia de Nuoro, en Cerdeña, con instrucciones para
«reconstruir» el partido fascista, y para sanear ese territorio infectado de
bandidos (véase Pantaleone Sergi, Quando Mussolini diede ai prefetti la
«licenza di uccidere», en «Giornale di Storia Contemporanea», XIV, 1, 2011,
págg. 75-90). Neos, el hijo, periodista como su padre, estuvo con Dinale en
Argentina y también el se convertiría en Prefecto, desarrollando, a mediados de
los años treinta, también la delicada tarea de Director General para el
servicio de la prensa italiana en el Ministerio de Prensa y Propaganda del
régimen fascista.
107 Plan del
colonización en el valle de Río Negro, en «La Razón», 28 de abril de 1924.
108 Unos años
más tarde, Bignami, fue nombrado vicecónsul de Italia en Villa Regina.
109 Sobre
colonización, en «Río Negro», 10 de abril de 1924. Junto con el señor Italo
Pisani, editor general del diario «Río Negro» de General Roca, agradezco en
particular a Ana María Alonso, Jefa de Archivo y Biblioteca del mismo diario,
por el material que me proveyó con extrema cortesía y exquisita disponibilidad.
110 Hector
Valsecchi nació en Milán en 1873 y falleció en Buenos Aires el 22 de enero de
1959.
111 Documentos
Bonoli, Rapporto di Bonoli a Valsecchi, Buenos Aires, 7 de julio de 1924.
112 De como
un hombre supo planear el desarrollo de una ciudad, en «Rio Negro» (Gral
Roca), Suplemento Villa Regina, 6 de noviembre de 1975. En esa ocasión,
el períodico publicó el informe completo de Bonoli a Valsecchi (págs. 5-7).
113 E. L. Maida,
Inmigrantes en el Alto Valle del Río Negro cit., pág. 99.
114 Por otra
parte, Dinale era aun un «viejo revolucionario – tal vez nunca subjetivamente
«arrepentido»»: así Mario Isnenghi, L’Italia del fascio, Giunti Editore,
Firenze 1996, pág. 16.
115 Archivio
Storico Intesa Sampaolo (ASI), Milano, Patrimonio Banca Commnerciale Italiana
(BCI), Fondo Segreteria Toeplitz (ST), cart. 44, fasc. 6, Compañia
Italo-Argentina de Colonización – SA, La carta de Aldrovandi al
Presidente de la Cámara de Comercio Italiana (Buenos Aires, 29 de septiembre de
1924), se reproduce en el folleto impreso después de la reunión y en el cual
están publicadas también las intervenciones del mismo Embajador y de Valsecchi.
116 Ivi, pág. 9.
117 Ivi, pág. 15.
118 Rapporto
di Bonoli al Consiglio d’amministrazione della CIAC, 30 de junio de 1925.
119 E. L. Maida,
Inmigrantes en el Alto Valle del Río Negro cit., pág. 101n.
120 En algunos
textos anarquistas, «la esposa italiana de Alvear» está considerada como pro-fascista,
habría sido ella quien induciría a su marido para hostigar a los anti-fascistas
y a otros inmigrantes italianos (véase Julio A. Sierra, Primera damas
argentinas. Mujeres en la cima del poder, Editorial El Ateneo,
Buenos Aires, pág. 122).
121 ASI, BCI, ST, cart. 44, fasc. 6, CIAC,
Emisión a la par de 10.000 Acciones, Buenos Aires, noviembre 1924.
122 La
Compagnia Italo-Argentina di Colonizzazione. Un'importante iniziativa chiamata a
dare ottimi frutti, en «La Patria degli Italiani», 23 de noviembre de 1924.
123 Ivi. El
«directorio», según fue reportado por el diario, se componía así: presidente Ettore
Valsecchi (firma «Valsecchi, Hnos y Cia»); vicepresidente: Dr. Prof. Giuseppe
De Luca; consejeros: Ettore Bertora (Compañía naviera Lloyd Sabaudo); Guido
Colombo (Banco Francés e Italiano para la América del Sud); ing. Marcello Conti
(Profesor de la Universidad de Buenos Aires y La Plata); Armando Ghirlanda y
Luigi D. Medica (Banco de Italia y Río de la Plata); Stefano Gras (Compañía
naviera Italia-America) y Gioacchino
Migliore.
Sustitutos: Edoardo Doretti y Giovanni Sala (Banco de Italia y Río de la
Plata); Dino Poli (Banco Francés e Italiano para la América del Sud).
Intendentes: Cesare Gerolimich (Compañía naviera Cosulich); Giovanni A. Piaggio
(Banco de Italia y Río de la Plata) y Adone Vendemiati (consejero suplente de
«La Patria degli Italiani»). Gerente: Ing. Filippo Bonoli.
124 La
Compagnia Italo-Argentina di Colonizzazione. Oggi comincerà l'emissione delle azioni,
en «La Patria degli Italiani», 24 de noviembre de 1924.
125D. [Domenico]
Borea, Compagnia Italo-Argentina di Colonizzazione. Le basi di una pratica e
vera colonizzazione, en «La Patria degli Italiani», 18 de diciembre de
1924. Bajo el título Compagnia Italo-Argentina di Colonizzazione, el
diario publicó otros artículos de promoción de Borea: 21 de diciembre de
1924, 8 de marzo de 1925, 13 de marzo de 1925, 29 de marzo de 1925.
126 Gino
Fantacci, In viaggio per la colonia «Regina», en «La Patria degli
Italiani», 26 de marzo de 1925.
127 Id., L'escursione
al Rio Negro organizzata dalla C.I.A.C., en «La Patria degli Italiani», 28
de marzo de 1925.
128 Ibidem.
129 Testimonios
de las pioneras Palmira Rozza y Rosina Bonelli, en Edda Collino, Alicia Vergottini,
Il ruolo della donna italiana. Proiezione della donna italiana agli [que
es alle] origini e formazione della Colonia Regina (1925-1927), Villa
Regina, Rio Negro, Argentina, s.d., mecanografiado presentado para el Premio «Costantino
Pavan», cuentos publicados e inéditos de la cultura local.
130 Relazione
di Bonoli alla CIAC corrispondente all’anno 1925, 20 de febrero de 1926.
131 La Comuna,
con la inserción de la Comisión de Fomento, fue creada por decreto del gobierno
nacional n. 547 del 23 de diciembre de 1930.
132 ASI, BCI, ST, cart. 44, fasc. 6,
Compañia Italo-Argentina cit., pág. 14.
133 Don Marcello
Pio Gardin había sido oficial del ejército italiano, durante la Primera Guerra
Mundial, y en 1918, sacerdote en Portogruraro. (véase Carlo Trabucco, Preti
d’Oltre Piave. Pagine eroiche del Veneto invaso, AVE, Roma 1938). En
cuanto al papel desempeñado por los salesianos en la nueva colonia de Río
Negro, por favor consultar a Silvia L. Zanini, Mirando al futuro. Historia
de la acción evangelizadora, educativa y social de los Salesianos en
Villa Regina, Instituto de Artes Gráficas, Buenos Aires 1996.
134 Estación
Villa Regina, en «Boletín oficial de la Bolsa del comercio de Buenos Aires»,
vol. 23, parte 1, 1927, pág. 908.
135 Relazione
di Bonoli alla CIAC corrispondente all’anno 1925, cit..
136 El plano
original se reprodujo en William Rögind, Historia del Ferrrocarril Sud 1861-1936,
Edit. Ferrocarril Sud, Buenos Aires 1937, pág. 630.
137 César A.
Vapñarsky, Edith A. Pantelides, La formación de un área metropolitana en la
Patagonia: población y asentamiento en el Alto Valle, Centro de Estudios
Urbanos y Regionales, Buenos Aires 1987, pág. 201.
138 Pedro
Navarro Floria, Historia de la Patagonia, Ciudad Argentina, Buenos Aires
1999, pág. 138.
ESTA INFORMACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN DE PANTALEONE SERGI ES GENTILEZA DEL SR. WALTER VENTURA DE CÍRCULO ITALIANO DE VILLA REGINA QUE DOY A CONSIDERACIÓN Y ESTUDIO DE ¡BIEN DE REGINA!
Pantaleone Sergi es un
escritor, historiador y periodista del sur de Italia. Fue fundador del diario
"Il Quotidiano della Calabria". Es docente universitario y ha escrito
libros sobre historia del periodismo, evolución del crimen organizado e inmigración.
Investigó particularmente la mafia calabresa y lucana. Fue presidente del
"Istituto Calabrese per la Storia dell'Antifascismo e dell'Italia
Contemporanea". También se desempeñó como Alcalde de la comuna de Limbadi
por cinco años.
¡BIEN DE REGINA! PIDE DISCULPAS SI HUBIÉSE ALGÚN ERROR EN EL ARMADO DE ESTA ENTRADA.
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