LAS HISTORIAS QUE NOS UNEN
por SILVIA ZANINI.
Cuando el Ingeniero Felipe Bonoli soñaba con la creación de una colonia de italianos en el valle del Río Negro visualizaba un paisaje de frutales, canales de riego, caminos y casitas de material que sería la concreción de las ilusiones de tantos de sus coterráneos. Heredaba las ideas visionaras que años antes había elucubrado el hidrólogo César Cipolletti, de quien era yerno y discípulo. Había viajado con él desde Italia en 1908 como su ayudante de campo, casándose luego con su hija y radicándose en Mendoza. En 1907 en una disertación en Roma, Cipolletti expuso lo que preveía como “el gran porvenir del Alto Valle del Río Negro, siempre que se pudiera contar con el apoyo financiero del capital europeo y la mano de obra de agricultores italianos”.
* Fragmento del inicio del libro “Las historias que nos unen. Una perla junto a la Barda” de la escritora reginense Silvia Zanini.
Capitulo I. El comienzo entre vientos y carencia – Realizando un sueño.
“El 7 de Noviembre de 1924, bajo la presidencia del Dr. Alvear, suscribióse por la autoridad correspondiente un decreto aprobando los estatutos de la Compañía Italo Argentina de Colonización (C.I.A.C.) que, en los salones de la Cámara de Comercio italiana –en Buenos Aires- habían constituído el 11 de junio del mismo año, con la asistencia de lo más representativo de la colectividad italica y con los auspicios, se decía, de S.E. el Señor Embajador.
La C.I.A.C., estatutariamente autorizada con un capital de 3.000.000.- de pesos, vio suscriptos de inmediato e inicialmente $ 1.400.000.- por: el Banco de Italia y río de la Plata, cinco compañías italianas de navegación, el Banco Francés e Italiano para la América del Sud, y númerosos industriales y comerciantes, italianos en su mayoría. Esto fue inicialmente, pues, a poco el Nuevo Instituto Nacionale di Crédito all´Estero, de Roma (I.C.L.E.), había de otorgar un crédito de 5.000.000.- de liras, lo que le daba derecho a supervisar, vetando u autorizando, cierto tipo de hechos o realizaciones administrativas.
¿Qué razones inducían a estas entidades: bancarias, navieras, comerciales e industriales y al Instituto Nacional de Crédito del Lavoro al Exterior, de Roma, para respaldar con tanto empeño a la C.I.A.C.?
Fundamentalmente, y oculta en las primeras, una: ganar dinero en los dividendos de la C.I.A.C. Moralmente, según se pregonaba, otra: según el Instituto, contribuir al progreso de la colonización en el suelo argentino, incrementando la inmigración de familias que partían de Italia ofreciendo el vigor de sus brazos a cambio de tranquilidad y de paz y de trabajo que les diera mejor fortuna. Familias a las que según el señor presidente de la C.I.A.C., en discurso inflamado de “patriotismo”, había que:
“…dirigir, apoyar, alentar y defender moral y materialmente suscitando y disciplinando su innato sentimiento de labor, y armonizándolo con el espiritu de iniciativa propio de la raza…”
* Se transcribe un fragmento del libro de Tomás García Serrano “Esteban Piacenza. Apuntes biográficos” publicado en la Revista del Museo Comunitario de Villa Regina 1, noviembre de 1993 cuyo Director del Museo Comunitario de Villa Regina era el Prof. Carlos R. Schulmaister, pág. 91-92.
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